figuras de la fantasía –o contenidos de lo inconsciente colectivo– y en su integración en la consciencia, para recuperar, así, el valor de la imaginación mitopoiética que se hallaba perdido para la Edad Moderna y, por lo tanto, reconciliando el espíritu de la época con el espíritu de la profundidad. Esta tarea se volvería una especie de Leitmotiv de su trabajo académico subsiguiente.
‘UNA NUEVA FUENTE DE VIDA’
En 1916, Jung escribió varios ensayos y un libro corto en los que comenzó a intentar trasladar algunos de los temas del Liber Novus al lenguaje psicológico contemporáneo, y reflejar la importancia y la amplitud de su actividad. Significativamente, en estas obras presentó los primeros esbozos de los principales componentes de su psicología madura. Una revisión completa de tales ensayos se encuentra más allá de propósito de esta introducción. El repaso que sigue resalta aquellos elementos que se vinculan de manera más directa con el Liber Novus.
En sus trabajos de entre 1911 y 1914, Jung había estado especialmente ocupado con el proyecto de construir una explicación estructural de las funciones humanas generales y de la psicopatología. Además de su anterior teoría de los complejos, vemos que ya había formulado las nociones de un inconsciente filogenéticamente adquirido poblado por imágenes míticas, de una energía psíquica no sexual, de tipos generales de introversión y extraversión, de las funciones compensatorias y prospectivas de los sueños, y de las aproximaciones sintéticas y constructivas a los productos de la imaginación. Mientras continúa con la expansión y el desarrollo de estas concepciones, aparece un nuevo proyecto: la tentativa de proveer una explicación temporal de mayor desarrollo, a la que denominó proceso de individuación. Este fue un resultado teórico fundamental de su autoexperimentación. La plena elaboración del proceso de individuación y su cotejo histórico y transcultural lo ocuparían por el resto de su vida.
En 1916 presentó una conferencia en la Asociación de Psicología Analítica, titulada ‘La estructura de lo inconsciente’, que fue publicada por primera vez en versión francesa, en los Archivos de Psicología de Flournoy. (148) En este punto diferenció dos niveles de inconsciente. El primero, lo inconsciente personal, consistía en los elementos adquiridos durante la vida, junto con elementos que podrían ser también conscientes. (149) El segundo era lo inconsciente impersonal o psique colectiva. (150) Mientras que la consciencia y lo inconsciente personal eran desarrollados y adquiridos en el curso de la vida, la psique colectiva se heredaba. (151) En este ensayo, Jung discutía los curiosos fenómenos que resultaban de la asimilación de lo inconsciente. Señaló que, cuando los individuos anexaban los contenidos de la psique colectiva y los consideraban como un atributo personal, experimentaban estados extremos de superioridad e inferioridad. Tomó prestado de Goethe y Alfred Adler el término ‘Gottähnlichkeit’ [semejanza divina] para caracterizar este estado que surge cuando se fusionan la psique personal y la colectiva, y que constituye uno de los riesgos del análisis.
Jung escribió que era una difícil tarea diferenciar la psique personal de la colectiva. Uno de los factores a los que se debía hacer frente era la persona –la propia ‘máscara’ o ‘rol’–. Esta representaba el segmento de la psique colectiva que, erróneamente, se consideraba individual. Cuando se analizaba esto, la personalidad se disolvía en la psique colectiva, lo que resultaba en la liberación de un flujo de fantasías: “Todos los tesoros del pensamiento y el sentimiento míticos se desbloquean”. (152) La diferencia entre este estado y la demencia yacía en el hecho de que aquel era intencional.
Surgían dos posibilidades: se podía intentar restaurar, regresivamente, a la persona y volver al estado anterior, pero era imposible deshacerse de lo inconsciente. Alternativamente, se podía aceptar la condición de semejanza divina. Sin embargo, existía un tercer camino: el tratamiento hermenéutico de la imaginación creadora. Esto resultaba en la síntesis de la psique individual con la colectiva, lo que revelaba la línea de vida individual. Este era el proceso de individuación. En una revisión posterior sin fecha de este ensayo, Jung introdujo la noción de anima como una contraparte de la de persona. Él consideró ambas como ‘imagos del sujeto’. En este caso, definió el anima así: “cómo es visto el sujeto por lo inconsciente colectivo”. (153)
La vívida descripción de las vicisitudes del estado de semejanza divina refleja algunas de las situaciones afectivas de Jung durante su confrontación con lo inconsciente. La noción de diferenciación de la persona y su análisis se corresponde con la sección de apertura del Liber Novus, donde Jung toma distancia de su rol y sus logros e intenta reconectarse con su alma. Lo que se produce en su caso es, precisamente, la liberación de fantasías mitológicas, y el tratamiento hermenéutico de la imaginación creadora fue lo que presentó en el segundo nivel del Liber Novus. La diferenciación de lo inconsciente personal y el impersonal suministró una comprensión teórica de las fantasías mitológicas de Jung: esto sugiere que no las percibió como provenientes de su inconsciente personal sino de la psique colectiva heredada. Si esto es así, sus fantasías surgieron de un nivel de la psique que constituye un legado colectivo humano, y no son simplemente idiosincráticas o arbitrarias.
En el mes de octubre del mismo año, Jung realizó dos charlas en el Club Psicológico. La primera se tituló ‘Adaptación’. Esta cobraba dos formas: adaptación a condiciones exteriores o a condiciones interiores. Por ‘interior’ se entendía la designación de lo inconsciente. La adaptación al ‘interior’ daba lugar a la exigencia de individuación, lo que se oponía a la adaptación a los otros. Responder a esta exigencia y al correspondiente quiebre con la conformidad conducía a una culpa trágica que requería expiación y clamaba por una nueva ‘función colectiva’, porque el individuo estaba obligado a producir valores que pudiesen servir como un sustituto para su ausencia de la sociedad. Estos nuevos valores le permitían reparar lo colectivo. La individuación era para unos pocos. Aquellos que no fueran lo suficientemente creativos deberían más bien restablecer la conformidad colectiva con la sociedad. El individuo no sólo tenía que crear valores nuevos, sino también socialmente reconocibles, en la medida en que la sociedad tenía un “derecho a valores utilizables”. (154)
Interpretado en relación con la propia situación de Jung, esto sugiere que su quiebre respecto de la conformidad social, para perseguir su ‘individuación’, lo había llevado a advertir la necesidad de producir valores socialmente realizables a modo de expiación. Esto condujo al dilema: ¿sería socialmente aceptable y reconocible la forma en la cual Jung encarnaba estos nuevos valores en el Liber Novus? Este compromiso con las demandas de la sociedad separó a Jung del anarquismo de los dadaístas.
La segunda charla fue sobre ‘Individuación y colectividad’. Jung sostuvo que la individuación y la colectividad eran un par de opuestos relacionados por la culpa. La sociedad reclamaba imitación. A través de ella se podía recuperar el acceso a valores que eran los de uno mismo. En el análisis, “por vía de la imitación, el paciente aprende individuación, porque ella reactiva sus propios valores”. (155) Es posible leer esto como un comentario acerca del rol de la imitación en el tratamiento analítico, respecto de aquellos pacientes a los cuales Jung había alentado a embarcarse en procesos similares de desarrollo. La afirmación de que este proceso evocaba los valores preexistentes del paciente contrarrestaba la carga de sugestión.
En noviembre, mientras estaba de servicio militar en Herisau, Jung escribió un artículo La función trascendente, que fue publicado recién en 1957. Allí describió el método consistente en suscitar y desarrollar fantasías que luego denominaría imaginación activa y expuso su justificación terapéutica. Este artículo puede ser visto como un reporte de avances provisorio sobre la autoexperimentación de Jung y puede ser considerado provechosamente como un prefacio al Liber Novus.
Jung observó que la nueva actitud adquirida a partir del análisis quedaba obsoleta. Se necesitaban materiales inconscientes para complementar la actitud consciente y para corregir su unilateralidad. Pero ya que al dormir la tensión energética era baja, los sueños eran expresiones inferiores de los contenidos de lo inconsciente. Se debía requerir a otras fuentes, a saber, las fantasías espontáneas. Una libreta recientemente recuperada contiene una serie de sueños desde 1917 a 1925. (156) Una comparación directa de este material con los Libros negros indica que las imaginaciones activas de Jung no derivaban directamente de