Карл Густав Юнг

El libro rojo


Скачать книгу

VIII. Primer día

       Capítulo IX. Segundo día

       Capítulo X. Los encantamientos

       Capítulo XI. La apertura del huevo

       Capítulo XII. El infierno

       Capítulo XIII. El asesinato sacrificial

       Capítulo XIV. La locura divina

       Capítulo XV. Nox secunda

       Capítulo XVI. Nox tertia

       Capítulo XVII. Nox quarta

       Capítulo XVIII. Las tres profecías

       Capítulo XIX. El don de la magia

       Capítulo XX. El camino de la cruz

       Capítulo XXI. El mago

       Escrutinios

       Epílogo

       Notas

       Anexo A

       Anexo B: Explicaciones

       Anexo C: Registro del 16 de enero de 1916 del Libro negro 5

      “Los años en los que seguí mis imágenes internas fueron la época más importante de mi vida y en la que se decidió todo lo esencial. Comenzó en aquel entonces y los detalles posteriores fueron sólo agregados y aclaraciones. Toda mi actividad posterior consistió en elaborar lo que había irrumpido en aquellos años desde lo inconsciente y que en un primer momento me desbordó. Era la materia originaria para una obra de vida. Todo lo que vino posteriormente fue la mera clasificación externa, la elaboración científica, su integración en la vida. Pero el comienzo numinoso, que todo lo contenía ya estaba allí.”

      C. G. JUNG (1957)

      Jung compartía sus experiencias íntimas con su mujer y con otras personas de confianza. En 1925 dio cuenta en los seminarios del Club Psicológico de Zürich de su desarrollo profesional y personal, donde también llegó a hablar de su método de la imaginación. Más allá de eso, sin embargo, dejó poca constancia de sus experiencias. Por ejemplo, no inició a sus hijos en su auto-experimento. Ellos tampoco notaron nada al respecto. Hubiera sido difícil explicarles de qué se trataba. Ya resultaba una muestra de condescendencia cuando Jung le permitía a alguno de sus hijos que lo observara en su actividad de escritura y pintura. Para sus descendientes El libro rojo estuvo rodeado de un aura llena de misterio. Alrededor de 1930 Jung dio fin al experimento e hizo a un lado El libro rojo dejándolo inconcluso. Si bien tenía su lugar en el cuarto de estudio, el trabajo en él habría de quedar suspendido por décadas. No obstante, los conocimientos que Jung había adquirido penetraban implícitamente en sus nuevos escritos. Alrededor de 1959 intentó terminar de escribir el texto de El libro rojo sobre la base del antiguo borrador y completar una imagen inconclusa. También se dispuso a hacer un epílogo, pero por razones desconocidas tanto el texto caligráfico como también el epílogo se interrumpen en el medio de una oración.

      Jung falleció en 1961. Su legado pasó a manos de sus descendientes, la Comunidad de Herederos de C. G. Jung. Los derechos literarios de Jung significaron para estos un compromiso y un desafío: la realización de la edición alemana de la Obra Completa. En 1958 Jung había declarado en su testamento, sin mayores instrucciones, el deseo de que El libro rojo y los Libros Negros permanecieran en su familia. Por el hecho de que El libro rojo no había estado previsto para la publicación en la Obra Completa, la comunidad de herederos decidió que esto correspondía a la última voluntad de Jung y que se trataba de un asunto exclusivamente privado. Por lo pronto ésta se conformó con proteger las obras manuscritas de Jung como un tesoro y distanciarse del desarrollo de nuevos planes de publicación. El libro rojo permaneció otra vez por más de veinte años en el cuarto de estudio de Jung, bajo la tutela de Franz Jung, quien se había hecho cargo de la casa de su padre.

      En 1983 la comunidad de herederos depositó El libro rojo en la caja fuerte de un banco, a sabiendas de que se trata de un documento irremplazable. En 1984 el nuevo comité ejecutivo elegido encargó cinco duplicados fotográficos del libro. Así los descendientes de Jung pudieron por primera vez observar la obra detenidamente. El buen estado de conservación de El libro rojo se debe entre otras cosas al hecho de que por décadas fue abierto sólo ocasionalmente.

      Cuando en 1990 se perfilaba la conclusión de la Obra Completa –de una selección de obras– el Comité Ejecutivo de la Comunidad de Herederos decidió clasificar sucesivamente todo el material inédito disponible en vistas a posibles nuevas publicaciones. Debido a que en 1994 la Comunidad de Herederos me había encargado que me ocupara de las cuestiones editoriales y de archivo, la ejecución de este propósito quedó a mi cargo.

      Resultó ser que existía todo un corpus de borradores y variantes de textos que se referían al Libro Rojo, que la parte faltante del texto caligráfico existía como borrador y que había un manuscrito llamado Escrutinios que continuaba ahí donde se interrumpía el borrador y que contenía el Septem Sermones ad Mortuos. Quedaba abierta la cuestión de si este vasto material podía ser publicado y cómo. En cuanto al contenido y al lenguaje parecía no tener nada que ver con todos los demás escritos de Jung. Muchas cosas estaban poco claras y a mediados de los años noventa ya no había nadie que pudiera dar información de primera mano sobre esto.

      No obstante, desde la época de Jung la forma de observación psicológico-histórica había adquirido importancia. Ésta abrió entonces un nuevo acceso. En relación a otros proyectos me contacté con Sonu Shamdasani. Durante extensas conversaciones discutimos las posibilidades de nuevas publicaciones de Jung, tanto en general como también en vistas al Libro Rojo. Éste había surgido en un contexto histórico determinado que para un lector en el umbral del siglo XXI ya no le resulta familiar. Mediante el empleo de fuentes originales un historiador de la psicología podía presentárselo