Sally Green

Los reinos en llamas


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estas preocupaciones han regresado, más fuertes que nunca. Los nobles necesitan asegurarse de que Calidor seguirá siendo independiente. Ellos necesitan saber que su futuro está en buenas manos —el canciller miró a Edyon y puso una cara extraña; su cólico parecía haber regresado—. Se habla de que el heredero fue enviado por el rey Tzsayn de Pitoria, hay preocupaciones de que su cercanía con ese reino pueda influir en la lealtad del príncipe.

      —¿Dices que mi hijo es un traidor? ¿Un espía? —Thelonius parecía horrorizado.

      —Nadie iría tan lejos, Su Alteza —replicó el canciller—. Pero debemos proceder con cautela. Necesitamos que los Señores de Calidor apoyen a Edyon. Por fortuna, creo que unos pocos y sencillos acuerdos garantizarán que así suceda.

      —¿Y cuáles son estos sencillos acuerdos, lord Bruntwood? —preguntó Thelonius.

      —Una declaración explícita en la investidura de Edyon que permita asegurar que Calidor conservará su independencia.

      Thelonius asintió.

      —No tengo problema con eso. Parece razonable y una solución impecable. Por favor, organícelo, lord Bruntwood.

      —Con todo gusto, Su Alteza.

      —¿Eso es todo?

      La flatulencia del canciller parecía empeorar.

      —Qué pena. Yo también creo que además de una declaración, debemos asegurarnos de no aparentar lazos demasiado estrechos con Pitoria. Si bien su idea de enviar una delegación, una pequeña delegación, resulta comprensible, no se debe disponer de tropas, armas, hombres y ningún tipo de equipo.

      —Pero ¿qué pasa con el humo de demonio? —preguntó Edyon—. ¿El ejército de jovencitos? —el canciller no parecía estar tomando el asunto con seriedad.

      —Con el debido respeto, Su Alteza, el hecho de que nosotros aceptemos enviar una delegación, aun cuando sea pequeña, parece una reacción muy exagerada frente a un grupo de infantes sin entrenamiento que se autodenominan “ejército”.

      —Pero el humo funciona —insistió Edyon. Necesitaba convencerles de la gravedad de la amenaza, la necesidad apremiante de la acción—. Traje una muestra de Pitoria. ¿Me permitirían demostrar su poder? Quizá si los Señores de Calidor vieran sus efectos, entenderían mejor a qué nos enfrentamos.

      Thelonius asintió.

      —Una buena sugerencia, Edyon. Estoy de acuerdo que una demostración sería útil. Lord Regan ayudará a ponerlo en práctica.

      Regan no parecía contento con esta tarea, pero asintió para confirmar que lo haría.

      —Todo esto me parece innecesario —dijo el canciller—. Están atacando a Pitoria. No a nosotros.

      —Todavía no —dijo Edyon—. Pero Brigant es nuestro enemigo. ¡Con seguridad los Señores de Calidor concuerdan en ello!

      —Sin duda así es, Su Alteza —replicó el canciller—. Pero el enemigo de nuestro enemigo no es necesariamente nuestro amigo.

      —¡Tampoco es necesariamente nuestro enemigo! —respondió Edyon—. Tzsayn es un buen hombre; no nos traicionaría, nos infiltraría o nos dominaría. No es como Aloysius. Y ha pedido ayuda. Nos ha ofrecido ayuda a cambio. Juntos podemos luchar contra Aloysius y vencerlo.

      Thelonius apoyó una mano sobre el brazo de Edyon.

      —Debo equilibrar tu perspectiva con las opiniones de los nobles, Edyon. Debemos ser vistos actuando de forma cuidadosa y autónoma con Tzsayn.

      —Exacto —coincidió el canciller—. Deben vernos actuar exclusivamente por el bien de Calidor. Tropas de Pitoria en tierras de Calidor, por ejemplo, serían vistas como una amenaza. Los nobles saben lo que sucedió cuando sólo a cuarenta o cincuenta soldados de Brigant se les permitió entrar en Tornia: muchos nobles fueron asesinados.

      —Ésos eran soldados de Brigant, no de Pitoria. Tzsayn no quiere eliminar a nuestros nobles. ¡Esto no tiene sentido! —exclamó Edyon.

      —Tzsayn se ha casado con la hija de Aloysius. Un matrimonio arreglado por el propio rey de Brigant —intervino Regan—. No confiaría en ella ni un… bueno, no confiaría más de lo que se puede confiar en cualquier mujer. Es una marioneta, por cierto. Y hemos recibido noticias de que Tzsayn fue liberado por Aloysius. Seguramente Tzsayn le ofreció a Aloysius algo más que oro a cambio de su liberación. Quizá también prometió traicionarnos.

      —No —Edyon sacudió la cabeza—. No. Tzsayn no es así. Y Catherine odia a su padre.

      —Catherine es inmoral —dijo Regan con tono despectivo—. También hay rumores de que mató a su hermano, el príncipe Boris.

      —Entonces, es difícil pensar que sólo sea una marioneta de Aloysius, ¿correcto? —respondió Edyon.

      —Bueno, no estoy seguro de si debo creer o no en ese rumor, pero si es cierto, no me hace confiar más en ella —comentó Thelonius.

      —Es tan despiadada como su padre —agregó Regan con una sonrisa burlona.

      —¿No harán nada, entonces? —Edyon paseó la mirada de su padre al canciller y luego a Regan—. Dejarán que Pitoria luche y muera, y permitirán que Aloysius siga acumulando humo de demonios hasta que no haya ejército en esta tierra que pueda vencerlo, y ustedes se sentarán y esperarán a que nos ataque. ¿Así es como quieren que se desarrolle el futuro, así es como defenderán a su reino?

      Thelonius se giró hacia Edyon, con rostro de piedra.

      —No me acuses de fallar en mi deber, Edyon. Peleé con mis compatriotas contra Aloysius en la última guerra. Muchos hombres perecieron entonces. No me arriesgaré a perder nuestro reino en manos de Aloysius, pero tampoco por nadie más.

      La cara de Edyon se enrojeció y bajó la mirada. No era ésta la manera en que había imaginado que transcurriría una de sus primeras reuniones políticas con su padre.

      Thelonius se apartó de Edyon y se dirigió al canciller, con el tono de su voz tenso a causa de la ira.

      —Aceptaremos una pequeña delegación de hombres no combatientes de Pitoria, y enviaremos nuestra pequeña delegación. Compartiremos información. Tienes razón cuando dices que debemos estar seguros de nuestros amigos. Nunca debemos ser demasiado confiados. Esperaba que ésa fuera una lección que mi hijo hubiese aprendido recientemente, pero parece que ya la olvidó.

      Edyon sabía que su padre se refería a Marcio. Marcio, quien había estado involucrado en el intento de asesinato de lord Regan. Marcio, quien habría vendido a Edyon a Brigant. Marcio, quien ahora estaba desterrado. Edyon había amado, confiado y respetado a Marcio, sólo para descubrir que él le había estado mintiendo todo el tiempo.

      —No padre, no lo he olvidado. Ni lo haré nunca —respondió con sinceridad.

      Thelonius se volvió hacia Edyon.

      —Entonces, confía en mí y en el apoyo de los Señores de tu reino —añadió en tono más bajo para que sólo Edyon pudiera escuchar—: Nuestros nobles son más importantes para ti que Tzsayn o Catherine o cualquier otra potencia extranjera. Debes ser visto como leal a Calidor por encima de cualquier cosa.

      Edyon asintió e inclinó la cabeza.

      —Por supuesto, padre.

      MARCIO

      FRONTERA ENTRE CALIDOR Y BRIGANT

      —Sigue andando. Tu nuevo hogar está adelante.

      Marcio apenas si tenía energía para dar un paso más. Le había tomado tres días caminar desde Calia hasta la frontera de Calidor, y lo único que había comido eran las sobras que los guardias habían arrojado al suelo. Lo único que podía ver era una increíblemente elevada muralla