visión humanista de la educación, que «hace hincapié en la inclusión de personas que frecuentemente son discriminadas: mujeres y niñas, poblaciones autóctonas, personas con discapacidades, migrantes, las personas mayores y las poblaciones de países afectados por un conflicto. Exige un planteamiento abierto y flexible del aprendizaje, que debe extenderse tanto a lo largo como a lo ancho de la vida: un planteamiento que brinde a todos la oportunidad de realizar su potencial con miras a un futuro sostenible y una existencia digna» 6. La misma Iglesia ha publicado un sencillo documento: Educar en un humanismo solidario, con la finalidad de «humanizar la educación; es decir, poner a la persona en el centro de la educación, en un marco de relaciones que constituyen una comunidad viva, interdependiente, unida a un destino común» 7.
El libro comienza con una narración novelada de la experiencia de encuentro con los pobres que tuvo José de Calasanz en el barrio del Trastévere de Roma y cuya historia es una versión educativa de la parábola del buen samaritano. Es la misma experiencia que vivieron tantos «buenos samaritanos» a lo largo de la historia y que han dejado páginas bellísimas en la espiritualidad occidental. Reivindicamos esta figura por ser la del iniciador de la «escuela popular cristiana» y, sin duda, un gran pedagogo que tiene una palabra que decir a los educadores populares.
Seguidamente hay unos capítulos destinados a la formación de los educadores. En el primero de ellos se hace una reflexión sobre «el herido al borde del camino», que representa a todos los que están excluidos por causa de la injusticia y el pecado del mundo. Se profundiza en las causas y los desafíos que presenta el mundo de los excluidos para el mundo educativo.
Hay un bloque de tres capítulos que corresponden a tres momentos de la parábola del buen samaritano, tal como lo reflexiona Ignacio Ellacuría 8: «Se conoce la realidad cuando, además de hacerse cargo de la realidad (momento noético) y de cargar con la realidad (momento ético), uno se encarga de la realidad (momento práxico)».
Asumir estas tres obligaciones con la realidad social en la que la persona está ya implantada es comprometerse con el ser humano despojado de sus derechos y cuyo destino pasa porque todos asuman parte de responsabilidad en su cuidado. Ningún proyecto educativo puede eludir los problemas de exclusión que vive el hombre de hoy.
En un primer momento (noético), el buen samaritano se acerca al herido y lo reconoce como un hermano necesitado de ayuda. El levita y el sacerdote pasan de largo, porque tienen una mirada llena de prejuicios; sin embargo, el samaritano tiene una mirada compasiva que reconoce al otro como una persona con dignidad. Carga con la realidad del excluido, haciéndole los primeros auxilios. En un segundo momento (ético), el samaritano no tiene reparos en subir al herido a su propia cabalgadura, asumiendo riesgos evidentes; mira al herido cara a cara y entiende que es su obligación ayudarle y llevarle a una posada. Se hace cargo de la realidad, es decir, se implica en ayudarle. En un tercer momento (práxico), el samaritano se da cuenta de la importancia de cuidar al herido para que se reponga y se reintegre a la vida ordinaria. El samaritano se encarga de la realidad para transformarla.
Continúa el relato: José de Calasanz descubre que Dios le está llamando a dar comienzo a la aventura de iniciar una escuela para los niños más pobres y de este modo evitar que la corrupción y la injusticia los dejen heridos al borde del camino. Se da cuenta de que no basta solo sacar a los niños de la corrupción (curación), sino que hay que evitar que entren en ella (prevención). En las periferias de Roma nace la primera escuela popular cristiana de Europa a finales del siglo XVI como «un remedio eficaz, preventivo y curativo del mal, inductor e iluminador para el bien».
En el siguiente capítulo se reflexiona sobre la identidad y organización de una escuela popular para que sea una verdadera posada dedicada al cuidado y promoción de los pobres. Una escuela inclusiva, abierta y crítica que sea un «laboratorio» de un mundo nuevo más justo.
Para desarrollar el proyecto de educación popular se necesitan educadores comprometidos con la causa de la justicia, educadores que vivan su profesión como un verdadero apostolado. Se describirá cómo debe ser el perfil de un educador popular y su proceso de formación.
Sigue el relato, pero ahora cuatrocientos años después. El profesor Mario Scheller invita a sus alumnos de Pedagogía a emprender un «viaje educativo» en el que deberán tener un encuentro con personas que han vivido situaciones de exclusión social. Con mucho entusiasmo, tres jóvenes alumnos se reúnen en un restaurante romano llamado «La Periferia», en el que planifican y reflexionan sobre las visitas que van teniendo. A medida que los encuentros avanzan, los alumnos van cambiando su mirada sobre la realidad y adquiriendo nuevos aprendizajes que van compartiendo.
Se ofrece una propuesta didáctica concreta que permite incluir la realidad de los excluidos en el proyecto educativo de la escuela. Para ello se propone el modelo de aprendizaje experiencial de Kolb como metodología para los encuentros; después se apunta de modo muy sencillo cómo la experiencia de relación con los pobres es una fuente de aprendizaje.
En la segunda parte del libro se presentan diez encuentros con personas que han sufrido una realidad de exclusión social y que están ambientados en la ciudad de Roma cuatrocientos años después de que san José de Calasanz tuviera un encuentro con los niños pobres y que originó el nacimiento de la primera escuela popular. Cada encuentro consta de un relato que recoge la experiencia de encuentro con personas e instituciones de exclusión; seguidamente se hace una reflexión sobre la realidad narrada. La finalidad de esta parte sirve de referencia para elaborar programas más organizados en la escuela.
En los anexos se presenta una programación posible de «encuentros en las periferias» desde la escuela, un itinerario para implantar el programa en la escuela, unas pistas para la evaluación y, por supuesto, unas orientaciones bibliográficas.
El contexto social en el que se ha redactado este libro es la dura situación social y económica por la que actualmente pasa Venezuela, donde millones de personas han tenido que emigrar para no caer en la dinámica de la miseria. Diariamente se ve a personas mendigando comida en las calles, ancianos abandonados, enfermos crónicos sin esperanza por falta de medicamentos, jóvenes ociosos por falta de oportunidades, niños desnutridos en los barrios, personas con depresión, familias separadas por la emigración y mujeres atrapadas en el círculo de la corrupción. Un país mal administrado donde la ambición y el fanatismo ideológico está dejando a mucha gente herida en la orilla de los caminos.
Y en este contexto la escuela católica debe dar una respuesta que sane heridas, que acoja a los pobres, que abra puentes de diálogo, que ofrezca esperanza y que construya una nueva humanidad.
El papa Francisco recuerda que «los pobres nos evangelizan siempre, nos comunican la sabiduría de Dios misteriosamente» 9. Podemos afirmar también que los pobres tienen una sabiduría que nos enseña a ser mejores personas y, por supuesto, pueden ser unos grandes maestros de vida.
Dejemos que las periferias entren en nuestros proyectos educativos y descubriremos con sorpresa que nuestras escuelas se llenan con la luz del Evangelio.
TÚ SERÁS EL AMPARO DEL HUÉRFANO
(Roma, septiembre de 1596)
La aldaba de la puerta de servicio sonó con fuerza y de modo persistente. Ya había oscurecido, las calles de la ciudad estaban en calma y solo se oía el sonido de los grillos y el crepitar lejano de las luminarias encendidas de los patios de las casas. Dos guardias custodiaban la puerta principal del palacio del cardenal Colonna, donde estaba hospedado el P. José de Calasanz desde que llegó a Roma en 1592, hacía ya más de cuatro años.
–¿Quién vendrá a importunar la quietud de la noche? –exclamó el padre Calasanz a Pietro, un sobrino del cardenal Colonna con quien repasaba algunas lecciones de latín a la luz de una lámpara de aceite.
Ya comenzaba el otoño, y a partir las nueve de la noche era muy extraño ver a la gente en la calle, aunque el clima invitaba a conversar con los vecinos en la puerta de las casas. Las calles de Roma eran muy estrechas, oscuras e inseguras. Los andamios de madera de las construcciones eran lugares perfectos de refugio para delincuentes dispuestos a sorprender a cualquiera que se atreviese a pasear