Carmen Guaita Fernández

Dame tiempo


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      La manecilla de un reloj muy elegante le dijo que hay cosas que el tiempo sí perdona, que resistirán a los cambios por razones sentimentales y no económicas, como es el buen gusto y la educación, y eso solo lo tienen los relojes con manecillas.

      –Al final –dijo–, los relojes estamos para ayudar a ver cómo pasa el tiempo y así aprovecharlo.

      Eso le tranquilizó, porque él era un niño convertido en manecilla, al que le gustaba la electrónica, la televisión, los videojuegos, pero le gustaban más las cosas que hay fuera de una habitación: como el aire, el sol, los pájaros, el mar, pasear y jugar con otros niños.

      Pensó que siempre habría manecillas y que, cuando él dejara de serlo, volvería a ser niño, pero esta vez procurando compartir más su vida con sus amigos, su familia y la naturaleza.

      Allí oyó al señor que arreglaba los relojes decir que una parte importante de las averías venía porque las manecillas no funcionaban como debían, que si cada una iba por donde quería y que si no se llevaban bien, el reloj funcionaría mal, adelantando y atrasando, e incluso llegando a pararse.

      Comprendió que, cuando en la vida hacemos algo con otros, es necesario estar compenetrados, convivir y colaborar, porque del enfrentamiento solo sale el fracaso.

      A los pocos días devolvieron el reloj a casa, y por la noche, cuando todo estaba en silencio, la manecilla que había escuchado y aprendido sin perder el tiempo, aunque estuviese parada en el hospital de relojes, convocó a las otras manecillas a las 12, y después de las campanadas y del canto del cuco, y finalizado el baile de las figuras, les dijo:

      –Somos parte de un magnífico reloj y debemos estar orgullosas todas las manecillas de que funcione bien. Para ello debemos unir nuestros esfuerzos. No importa si nos creemos más o menos importantes, porque todas lo somos. ¡Debemos llevarnos bien! El tiempo pasa y todas lo contamos, cada una según sus habilidades, pero el reloj nos necesita a todas. No seamos egoístas y trabajemos juntas. Si el reloj se vuelve a estropear, puede quedar inservible y podemos terminar todas en la basura. Allí dará lo mismo lo que nos creamos y lo que nos parezca, no seremos nada... simplemente parte de una chatarra sin utilidad. ¡Recordad la de manecillas tiradas que había en el hospital de relojes!

      Las manecillas quedaron en silencio, y al rato, cuando se volvieron a encontrar, se dieron un fuerte abrazo, quedando tan juntas como si fueran una sola, y, aunque no tocaba en ese momento, volvieron a sonar las campanas, bailaron las figuras y el cuco trinó como un canario. Era tiempo de paz.

      De pronto, Carlos se despertó y se dio cuenta de que todo había sido un sueño, pero como iban a ser las doce de la noche se levantó y bajó las escaleras hasta el comedor, donde estaba el reloj del abuelo, y esperó nervioso hasta que diera la hora. Y comprobó que no todo era un sueño y que el tictac del reloj era igual que el de su corazón. Volvieron las campanas a sonar y las figuras a alegrar, y el cuco pareció volar cantando, y esta vez se fijó en que todas las manecillas brillaban por igual y al compás.

      Carlos se acostó feliz, porque sabía que los Reyes Magos le habían hecho ya un buen regalo: que hay cosas muy importantes para la vida que se pueden aprender de un simple reloj.

      Pedro Núñez Morgades nació en Madrid en 1949. Se licenció en Derecho y, desde muy joven, ha dedicado su vida a la actividad política, tanto a nivel del Estado como en la Comunidad de Madrid. En 2001 fue nombrado Defensor del Menor, un puesto desde el cual impulsó iniciativas que fueron aplaudidas por toda la sociedad. No ha dejado nunca de colaborar con entidades filantrópicas y ONG, como Mensajeros de la Paz o Aldeas Infantiles, y ha sido patrono de UNICEF. Desde su fundación colabora también con ARHOE por la racionalización de los horarios. Es también Guardia Civil honorario y Comisario de Policía honorario. Ha obtenido un enorme número de condecoraciones y reconocimientos, tanto en España como en el resto de Europa e Hispanoamérica, e incluso en Jordania. Ha publicado numerosos artículos e impartido muchas conferencias. Pero Pedro es, sobre todo, un hombre bueno; un esposo y padre ejemplar y un cariñoso abuelo.

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