Guillermo Javier Nogueira

El niño problema


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trastornos del aprendizaje.

      A modo de advertencia final es necesario tener presente que hemos avanzado muchísimo en el conocimiento del funcionamiento cerebral y su relación con las conductas; las neuroimágenes de todo tipo tienen el atractivo de mostrar “en vivo y en directo” lo que sucede en un cerebro humano en funcionamiento y por eso la caja negra ahora es transparente o así lo parece. Esa zona que se muestra como activa cuando realizamos cualquier tarea es una evidencia indirecta e inferible de que es allí donde reside el mecanismo, las neuronas, los circuitos o la memoria para realizar la tarea propuesta, pero a veces esto no es así. Múltiples problemas técnicos como la manipulación y la elección de “niveles” para considerar una zona como activa o no, pueden hacerlas aparecer o desaparecer. El uso de epistemología de primera persona al confiar que el sujeto esté “en blanco o en reposo” y que efectivamente cumpla con la consigna según su propio relato, son también variables que pueden alterar los resultados. Finalmente, el uso de epistemología de tercera persona al diseñar la tarea según conocimientos previos y evaluarla del mismo modo, obligan a ser muy cautelosos con los hallazgos. Van creciendo los estudios de metaanálisis que ponen en duda muchos resultados y advierten sobre el riesgo de caer en una nueva frenología.

      A veces se formula descarnadamente la pregunta acerca de para qué sirve el cerebro. Inclusive se han publicado casos de niños y aun adultos con lesiones o hidrocefalías extremas con conductas y aprendizajes aparentemente normales, negando o poniendo en duda su importancia. Casi todos estos casos, más que negar, parecen poner en tela de juicio el corticocentrismo como clave de toda conducta. Desde la biología y la medicina parece una pregunta razonable ya que en ese ámbito hay respuestas bastante claras acerca de la utilidad y funciones cada órgano o sistema. En el caso del cerebro la respuesta es bastante escurridiza en tanto reconozcamos la existencia de algo intangible como la mente. Se suma a la dificultad el cuidado de no caer en la teleología.

      Sintetizando, debemos ver al cerebro como aquel órgano que contribuye en forma determinante a nuestra integración individual y con el medio. Lo hace continuamente y sin descanso. Siendo sede de formas muy particulares de memoria, es un buscador de certezas y coherencias, un desambiguador que a resultas de todo esto funciona como una máquina predictiva. Decide, ejecuta, coteja, controla y crea. Basado en un pasado utilizable en un presente fugaz, proyecta y prevé un futuro que rápidamente pasará a ser pasado, en un eterno camino de ida y vuelta que no se repite con exactitud; por esto último, el término máquina no le aplica directamente a menos que hablemos de máquina biológica y de esa forma hablemos de plasticidad. Es un sistema cerrado en sí mismo, pero abierto con el medio incluyendo otros sistemas similares. Humberto Maturana y Roger Bartra elaboran en ese sentido.

      Hasta aquí hemos recorrido lo que considerado desde el punto de vista de la neuropsicología será la base o esencia de las conductas humanas, aplicable tanto al niño como a los responsables de su existencia, supervivencia, crianza y educación. Ver no significa conocer ni comprender y menos explicar, al menos no siempre. Sabemos más, pero ese saber conlleva nuevas preguntas cuyas respuestas aún no tenemos y quizás no tengamos nunca. Esto no debe detener la búsqueda. Se hace camino al andar y eso nos mantiene vivos.

      Capítulo III

      ¿Quién aprende?

      ¿Por qué siendo tan inteligentes los niños, son tan estúpidos los hombres?

      George Bernard Shaw

      El niño: el sujeto que aprende

      Habiendo esbozado en el capítulo anterior los conceptos básicos que nos interesan con relación al ser humano, corresponde ahora encarar una etapa que nos interesa en particular: la niñez.

      Definirla como un período con límites solo cronológicos resulta insuficiente por caer en un enfoque muy sesgado y casi exclusivamente biológico, basado en la ontogenia, el desarrollo, la fisiología y las patologías médicas, lo que no es erróneo de por sí, aunque es insuficiente.

      Por otro lado, los límites temporales culturalmente establecidos para este período son también variables al igual que la manera de considerar al niño en una determinada sociedad. Lo mismo sucede con las distinciones entre niñez e infancia. Extremando este planteo puede cuestionarse inclusive a partir de qué momento el cachorro humano es considerado un ser humano pleno. El uso del término cachorro humano ha sido intencional para marcar un reduccionismo extremo a lo biológico. Estas disquisiciones se hacen aparentes con diversos ropajes según épocas y culturas.

      En el momento actual suelen aparecer discusiones en tanto que algunos consideran al embrión un ser humano en potencia y otros piensan que sólo es un ser vivo que se humanizará a partir de cierto momento y dadas ciertas circunstancias favorables. Tercia en esto la religión, que a pesar de admitir ahora a la biología y la ciencia en general, persiste en sostener variantes del creacionismo. Según esta postura, desde la unión de los gametos, estaríamos en presencia de un designio divino incognoscible al que no debemos desafiar señalando el riesgo de una nueva versión de la Torre de Babel.

      Vale la pena considerar estos planteos no solo como un ejercicio epistemológico o académico, sino también por su utilidad frente a un problema encontrado en nuestra sociedad actual como son los embarazos adolescentes o de alto riesgo y su alta posibilidad y probabilidad de anomalías en la gestación y el desarrollo fetal. Llegados a término, sus frutos pueden mostrar diversas alteraciones con las que tendremos que lidiar, y que los colocarán en condiciones desventajosas para integrarse al mundo al que se asoman. Afortunadamente no se da en todos los casos, lo que no nos autoriza a desentendernos o tomarlos a la ligera.

      Los cambios culturales recientes con la posibilidad de manipular genéticamente gametos y embriones, la fertilización asistida o in vitro y la maternidad subrogante, desarrollados por loables razones, parecen ir derivando en la aparición de una tendencia o moda del “bebé por encargo” según especificaciones arbitrarias a gusto del consumidor. No contamos aún con los recursos morales, éticos y científicos que nos ayuden a aventurar el futuro y las consecuencias en los seres humanos de estas conductas novedosas. Así como semejante desarrollo científico tecnológico era inimaginable hasta no hace mucho tiempo, tampoco fueron previstas muchas de sus posibles consecuencias, entre ellas los cambios en la estructura familiar y los roles parentales. Dejando de lado pero sin ignorar esta situación novedosa y particular, debemos encarar los problemas más frecuentes en la niñez actual teniendo en cuenta a los padres, el sistema educativo y el de salud. Es necesario estar educados y dispuestos para aceptar posibles cambios de paradigmas, lo que no significa adscribir servilmente a ellos o antagonizarlos in límine.

      Es probable que las dificultades de aprendizaje y de conducta sigan existiendo a pesar o tal vez a causa de los cambios socioculturales y educativos y de la ayuda social. Ciertamente tendrán nuevas manifestaciones de una magnitud difícilmente predecible por ahora. Frente a la incertidumbre es prudente volver a las bases.

      Punto de partida

      El punto de partida para una humanización exitosa es la posesión de un cuerpo adecuado y en particular de un cerebro adecuado. Si llegamos a ser humanos tal como lo somos ahora, lo fue debido a la evolución que mantuvo aquellas ventajas útiles para la subsistencia del sujeto. La clave del éxito para el desarrollo de dicha condición han sido los aprendizajes sustentados por una base biológica apropiada y efectuados a partir de un medio ambiente deseante, afectivamente rico, comprometido y estimulante.

      Por lo tanto, es evidente que las situaciones negativas o de riesgo, por carecer de algunos elementos valiosos de las vertientes biológica y sociocultural, condenan desde el comienzo a una existencia en condiciones desventajosas. La posibilidad de perpetuar en la descendencia las desventajas y sus patologías, es una probabilidad que asusta pero debe ser reconocida y tenida en cuenta. La pobreza, responsable principal de dichas posibilidades negativas, es autosustentable y en consecuencia lo esperable es la generación de más pobreza.

      Mirar en esa dirección, en lugar de ignorarla u ocultarla detrás de un velo, será el primer paso para poner en práctica