será el mundo en 2030.
Durante los últimos años he investigado acerca del futuro cercano: lo que ocurrirá durante la próxima década. Como profesor de la Wharton School no sólo me preocupa el futuro de los negocios sino también cómo los trabajadores y los consumidores pueden verse afectados por la avalancha de cambios que nos esperan. He presentado los datos de este libro infinidad de veces ante públicos muy diversos como ejecutivos, políticos, administradores y alumnos de universidades y preparatorias. También me he comunicado con mucha gente mediante redes sociales y cursos en línea. Y las reacciones de mi público son, invariablemente, una mezcla de sorpresa e inquietud por el futuro que esbozo ante ellos.
Este libro ofrece un mapa de ruta para navegar las turbulencias que nos esperan.
Nadie sabe con certeza qué pasará en el futuro; si usted lo sabe, por favor contácteme, y juntos podemos hacer una fortuna. Si bien no es posible hacer predicciones totalmente acertadas, sí podemos hacer una serie de suposiciones relativamente seguras sobre lo que ocurrirá en las décadas próximas. Por ejemplo, la mayoría de las personas que se verán afectadas por las previsiones que hago en este libro ya han nacido. Tal vez sea factible describir, en términos generales, lo que se espera de ellos como consumidores, dados sus logros educativos o los patrones actuales de actividad en redes sociales. También podemos calcular con una exactitud razonable cuánta gente llegará a cumplir 80 o 90 años de edad. Incluso podemos encontrarnos en condiciones de predecir que un porcentaje dado de ancianos requerirá algún cuidado, ya sea a manos de un humano o bien de un robot. Sobre estos robots, imagine que hablan distintos idiomas con una variedad de acentos, no son testarudos, no toman días de descanso y no abusan de sus pacientes, ni financieramente ni de ningún otro modo.
El reloj está corriendo. El año 2030 no es un futuro lejano impredecible sino que está a la vuelta de la esquina, y tenemos que prepararnos, tanto para sus oportunidades como para sus desafíos. En resumen, el mundo como lo conocemos actualmente habrá desaparecido en 2030.
Para muchos de nosotros estas tendencias no sólo son confusas sino profundamente perturbadoras. ¿Significa que llegó nuestro fin? ¿O que tendremos más suerte que desgracia? El presente libro ofrece una guía para que los lectores comprendan lo que implican todas estas piezas en movimiento, y brinda un mensaje de optimismo sobre el futuro mientras trabajamos en las preocupaciones del presente. Es una herramienta que busca ayudarlo a transitar las históricas transformaciones que nos esperan y aconseja qué hacer y qué evitar en estas circunstancias nuevas y extrañas.
El tema central es éste: todos los finales representan el inicio de una nueva realidad llena de oportunidades, pero hay que ver más allá de lo superficial, anticipar las tendencias, participar en vez de desconectarse y aprender a tomar decisiones efectivas para usted, sus hijos, su pareja, su futura familia, su empresa, etcétera. Estos cambios nos tocarán a todos.
Resulta útil pensar en estas transformaciones históricas como un proceso lento, de pequeños ajustes que nos acercan cada vez más a un cambio de paradigma tras el cual, de pronto, todo será distinto. Con frecuencia olvidamos que estos pequeños ajustes son acumulativos. Imagínelos como una gota que llena lentamente un contenedor y cuyo sonido rítmico nos hace sentir el paso del tiempo. Cuando se desborda nos toma por sorpresa.
Piense ahora que para 2030 el sur de Asia y el África subsahariana competirán por el título de la región más poblada del mundo. La circunstancia no podría ser más distinta que la de los últimos años del siglo XX, cuando el este de Asia —que comprende China, Corea del Sur y Japón, entre otros países— era la zona que se llevaba el título. Es verdad que cada vez nacen menos bebés en países como Kenia y Nigeria, pero todavía llegan al mundo en cantidades mucho mayores que en casi todos los demás países. Además, los habitantes de esas regiones están viendo cómo se amplían notablemente sus expectativas de vida.
Tal vez piense que el tamaño de la población no importa mucho en sí mismo. Pero multiplique todas esas personas por el dinero que tendrán en sus bolsillos en los años por venir. Verá cómo hacia 2030 los mercados asiáticos, incluso si no tomamos en cuenta Japón, crecerán tanto que el centro de gravedad del consumo local se desplazará hacia el este. Las empresas no tendrán más opción que seguir las tendencias del mercado en esa región del mundo, y la mayoría de los productos y servicios nuevos reflejarán las preferencias de los consumidores asiáticos.
Haga una pausa y piense en esto.
Luego considere lo que pasaría si agregamos otras tendencias interconectadas.
Que en la mayor parte del mundo nazcan menos bebés implica que estamos avanzando a gran velocidad hacia un contexto de poblaciones envejecidas. Buena parte de ese cambio demográfico está encabezado por las mujeres, quienes con cada vez mayor frecuencia permanecen en la escuela, buscan tener carreras (y no únicamente trabajos fuera del hogar) y procrean menos hijos. Antes de que nos demos cuenta habrá más millonarias que millonarios. La riqueza también va volviéndose más y más urbana: la población de las ciudades crece a una tasa de 1.5 millones de habitantes a la semana. Si bien las ciudades sólo ocupan 1 por ciento de la superficie del planeta son hogar de 55 por ciento de la población y representan 80 por ciento del consumo de energía (y las emisiones de carbono). Ésa es la razón de que las ciudades sean la prioridad de los esfuerzos por combatir el cambio climático.
Mientras tanto, las diferentes generaciones muestran deseos y aspiraciones muy distintas. Los milenials encabezan la economía colaborativa (y rechazan la posesión de bienes patrimoniales), pero les prestamos más atención de la que merecen. En una década la generación más poblada será la de personas mayores de 60 años, que hoy poseen 80 por ciento de la riqueza de Estados Unidos y que están impulsando el surgimiento del “mercado gris”, el bloque de consumo más formidable del mundo. Las empresas grandes y pequeñas harían bien en redirigir parte de su atención a los ciudadanos de la tercera edad si quieren seguir siendo relevantes en el futuro.
Observe la figura 1, que muestra un proceso de pequeños cambios vinculados. Ninguno de ellos es capaz de provocar, por sí mismo, una transformación de escala global. Si estuvieran separados seríamos perfectamente capaces de enfrentarnos al cambio. Los humanos somos muy buenos para la segmentación mental; un mecanismo de defensa inconsciente. Lo usamos para evitar la disonancia cognitiva: la incomodidad y angustia que provocan las tendencias, acontecimientos, percepciones o emociones conflictivos. Su objetivo es mantener las cosas separadas para no sentirnos abrumados por sus interacciones.
El envejecimiento de la población se está convirtiendo en la norma en América y Europa del Este. Mientras tanto, las generaciones más jóvenes son el motor del ascenso a la clase media en la mayoría de los mercados emergentes. Son un tipo de consumidor muy distinto del que el mundo conoce hasta ahora; sus hábitos son de corte más aspiracional, por ejemplo. Conforme se expande la clase media, más y más mujeres acumularán riqueza, como nunca antes en la historia; ambos sexos adoptarán estilos de vida urbanos y en todo el mundo serán el motor de la mayor migración hacia las ciudades que hayamos visto. Las ciudades, por su parte, generarán una gran cantidad de inventores y emprendedores que buscarán alterar el statu quo con innovación y tecnología.
Figura 1
Por su lado, las tecnologías transformarán los viejos hábitos y estilos de vida, y darán lugar a nuevas formas de pensar y de vincularse con todo (desde los hogares y las oficinas hasta los automóviles y los objetos personales). Esto, a su vez, suscitará concepciones alternativas del dinero, más equitativas, descentralizadas y fáciles de usar. Algunas de estas tendencias ya están en marcha, pero no alcanzarán su auge sino hasta cerca de 2030 (todas estas tendencias se aceleran e intensifican cuando ocurre una transformación histórica, como la pandemia de COVID-19, que exploro detalladamente en el epílogo).
Los antropólogos y sociólogos saben que para enfrentar la complejidad del mundo debemos dividirlo en categorías que nos permiten ordenar las cosas, desarrollar estrategias, tomar decisiones y seguir con nuestras vidas. Estas categorías sirven como marco de referencia que nos ayuda a transitar por la naturaleza ambigua de nuestro entorno. Nos hacen