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Historia crítica de la literatura chilena


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      © LOM ediciones Primera edición, octubre 2017 Impreso en 1.000 ejemplares ISBN IMPRESO: 9789560009937 ISBN DIGITAL: 9789560012784 Coordinación general: Grínor Rojo / Carol Arcos Coordinación del volumen: Stefanie Massmann Edición de textos: Daniela Schröder Motivo de portada: «Virgen de la Merced orante», óleo sobre tela de José Gil de Castro, ca. 1814-1817 Edición, diseño y diagramación LOM ediciones. Concha y Toro 23, Santiago Teléfono: (56–2) 2860 68 00 [email protected] | www.lom.cl Tipografía: Karmina Registro N°: 309.017 Impreso en los talleres de LOM Miguel de Atero 2888, Quinta Normal Impreso en Santiago de Chile

       Prefacio

      Carol Arcos y Grínor Rojo

      El presente volumen es el primero de los cinco que componen la colección Historia crítica de la literatura chilena, un proyecto cuyo propósito es reunir un corpus coherente de crítica contemporánea sobre el desarrollo de la literatura nacional. Para ello, hemos convocado a un colectivo de prestigiosos especialistas tanto chilenos como extranjeros. Además de este volumen, que se ocupa de las letras de la era colonial, publicaremos próximamente un segundo volumen dedicado a la literatura del siglo XIX, cubriendo el período de la independencia y formación del Estado nacional; un tercero sobre lo producido en el cambio de siglo, durante el primer proceso de modernización (1870-1920); un cuarto, que va desde la eclosión de las vanguardias hasta 1973, durante el segundo proceso de modernización; y un quinto, que cubre desde fines del siglo XX hasta la actualidad, tercer proceso de modernización. Cada uno de estos volúmenes ha estado a cargo de uno o dos coordinadores, en tanto que los coordinadores generales nos hemos preocupado de la supervisión global del proyecto.

      Al contrario de lo que ocurre en otros países de América Latina (Argentina, México, Brasil o los países de Centroamérica), no existe hasta hoy en Chile una historia de la literatura nacional con las características de la nuestra. Existen historias de la literatura chilena, por supuesto, como la Historia de la literatura colonial de Chile (1878), de José Toribio Medina, en el siglo XIX, y en el XX Literatura chilena (1920), de Samuel Lillo; la Historia personal de la literatura chilena (desde don Alonso de Ercilla a Pablo Neruda) (1954), de Alone; la Historia de la literatura chilena (1955), de Hugo Montes y Julio Orlandi; o la Historia de la literatura chilena (1994), de Maximino Fernández, y algunas más, pero con objetivos, enfoques y dimensiones que por distintas razones son más limitados que los de nuestro proyecto, aun cuando la relevancia de esos esfuerzos no pueda ni deba desconocerse. La escritura de una historia crítica de la literatura chilena se nos apareció, en consecuencia, como una tarea imperiosa y urgente. No solo para remediar un descuido, el que no hubiera habido en nuestro país hasta hoy un proyecto con las características que nosotros estimábamos indispensables, sino también porque, aun cuando la problematización de la historiografía literaria, sus conceptualizaciones, clasificaciones y periodizaciones, venía siendo a nivel internacional objeto de discusiones y fuertes polémicas por parte de los cultivadores de la disciplina desde hacía treinta o más años, en Chile ello había pasado casi desapercibido. Era pues hora de renovar entre nosotros paradigmas historiográficos a los que el tiempo tornara obsoletos.

      La conexión entre literatura y sociedad, conexión que no significa subsumir a la primera en la segunda o hacer de la primera un mero reflejo de la segunda, es la primera de las premisas críticas en que se basa este proyecto. Creemos que la literatura debe ser abordada en su especificidad, pero también consideramos que una historia de la literatura no es concebible sin que se establezcan las debidas conexiones con la cultura de la que forma parte y con la historia general.

      Respecto del problema de la periodización, estimamos que las perspectivas con que se ha operado hasta la fecha son deficitarias. Entre ellas, la llamada «teoría de las generaciones», que como es sabido ordena el continuum temporal a partir de las fechas de nacimiento de los autores. Nuestra opinión es que esta perspectiva resulta de escasa utilidad en un proyecto como el que ahora presentamos. En cambio, aunque cuidándonos de no perder de vista las necesidades que son privativas del desarrollo de las letras en América Latina y en Chile, nos parece que la teoría de los «campos culturales», desarrollada por Pierre Bourdieu («El campo literario. Prerrequisitos críticos y principios de método», 1990; Campo de poder, campo intelectual. Itinerario de un concepto 2002, etc.), pudiera adecuarse mejor a nuestros fines.

      Otro aspecto al que hemos dado relevancia es la necesidad de proceder a una enérgica reformulación del canon. Una historia actual, como queremos que sea la nuestra, nos obligó a considerar prácticas literarias que tradicionalmente habían sido ignoradas o, en el mejor de los casos, minimizadas. Entre ellas, la literatura de los pueblos indígenas, la de mujeres y la de la diversidad sexual cobran especial significación.

      En cuanto a sus alcances, esta Historia crítica de la literatura chilena ha sido pensada para un público lector culto, pero amplio, nacional e internacional. Para ese público, este libro y los que lo seguirán debieran tener el valor de una fuente bibliográfica estándar o, con más precisión, el valor de una herramienta necesaria para el conocimiento de una rama importantísima de la cultura del país. De hecho, nos parece que tendría que constituirse en un ítem de bibliografía obligatoria para las clases de literatura en los últimos cursos de la Enseñanza Media y en los de la Educación Superior. Asimismo, consideramos que apreciarán esta publicación los investigadores en el campo.

      Junto con los veintiséis investigadores que participaron en la redacción de este primer volumen sobre la literatura chilena de la era colonial, hay instituciones y personas que también fueron de importancia para que él viera finalmente la luz y a las que queremos agradecer en este prefacio. En primer lugar, a la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile que, desafiando la crónica penuria financiera que afecta a las universidades públicas de nuestro país, nos apoyó en la medida de sus posibilidades. Igualmente, necesitamos dejar constancia de nuestra gratitud para con el Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos (CECLA) de la misma Universidad y, en particular, para con su directora, la profesora Claudia Zapata Silva. El Consejo Nacional de la Cultura y las Artes nos favoreció en dos ocasiones a través de su Fondo del Libro, y en otras tres nos rechazó. LOM ediciones acogió, en cambio, nuestra propuesta con generosidad y entusiasmo.

      La participación de Daniela Schröder en las faenas de edición del presente volumen fue medular y decisiva. También destacada fue la labor de Catalina Olea en su calidad de ayudante a lo largo de toda la ejecución del proyecto. Excepcional, por su eficiencia y por su excelente disposición, ha sido en todo momento la secretaria del CECLA, Marieta Alarcón.

      Santiago, 15 de marzo de 2017

       Introducción

      Stefanie Massmann

      Este libro trata fundamentalmente de la producción letrada del período colonial en el Reino de Chile, resultado de una praxis cultural inmersa en una sociedad determinada. La escritura es una práctica de una pequeña parte de la población y tiene objetivos muy específicos: dar cuenta de la hazaña de la conquista, solicitar mercedes y encomiendas, discutir políticas públicas en relación con la Guerra de Arauco, dar a conocer la patria al lector europeo, etc. La producción letrada da cuenta de las aspiraciones de una minoría europea o criolla y deja fuera, por ejemplo, a la población indígena –la más numerosa– y a la población africana. Esta última aparece de forma circunstancial en la producción letrada colonial, aunque formó parte importante de la vida de las ciudades en Chile1, y solo recientemente ha sido objeto de estudios historiográficos. Estos han determinado, por ejemplo, que en los años de 1630, la mano de obra africana era casi universal (Zúñiga 90), y aunque las cifras exactas son difíciles de determinar, en Santiago su número alrededor de esas fechas pudo haber llegado incluso a bordear el tercio de la población2. Las mujeres españolas o criollas, que fueron aumentando en número a medida que se asentaba la conquista, aparecen representadas solo de manera