Kevin Hartmann

Luis Enrique Nieto Arango: reminiscencias de un rosarista


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necesidades de un reino. Pues bien, la falta de preparación de los dirigentes del imperio español fue, precisamente, una de las explicaciones que llevaron a la grave crisis que sobrevendría posteriormente.

      Sin lugar a dudas, Cristóbal de Torres fue influido por este contexto político. Debemos recordar que él fue un hombre de la Corte muy cercano a Felipe III y Felipe IV, y que por lo mismo tuvo acceso a infidencias e información privilegiada.

      ¿Qué factores explican ese grado de cercanía con la realeza española?

      Ese voto de confianza corresponde a que Cristóbal de Torres fue confesor de los reyes y predicador. Aquí hay que tomarse un momento y contar que durante la parábola hispánica de fray Cristóbal hubo un hito que no ha sido suficientemente desentrañado: un famoso sermón en Córdoba.

      Eso fue en 1614: fray Cristóbal estaba muy joven. Atendiendo al convento dominico de San Pablo en Burgos, cursó todas las disciplinas que lo llevaron a convertirse en auxiliar del obispo de Córdoba hacia mediados de la segunda década del siglo XVII. En una celebración litúrgica, fray Cristóbal pronunció un sermón oponiéndose a la idea de la Inmaculada Concepción sosteniendo que no creía lógico ni explicable que la Virgen María fuera concebida sin pecado original. Esa había sido la histórica posición de su orden respecto al tema; sin embargo, hay que recordar que en ese momento había una disputa ideológica con los franciscanos, quienes sostenían la idea contraria: es decir, creían que la Virgen, por ser la madre de Cristo, estaba libre del pecado.

      El sermón pronunciado por fray Cristóbal es de entrada polémico. Al defender que la idea del inmaculismo es un error lógico se metió en problemas con la población cordobesa, que desde la época de los visigodos tenían especial arraigo a la idea de la Inmaculada Concepción. Diego de Madrones, el obispo del que era auxiliar fray Cristóbal, no se atrevió a condenar su sermón antiinmaculista. Sin embargo, fue tal el estremecimiento de su sermón que ciertas fuerzas se movieron para que el mismísimo Felipe III solicitara expresamente sellar el tema. Esa fue la razón por la cual el joven dominico tuvo que salir de Córdoba.

      Tiempo después llegaría a la corte del rey, donde tuvo una misión importante y un papel protagónico, pues era cercano a los reyes Felipe III y Felipe IV y a sus consortes. Al mismo tiempo, se hizo amigo de personajes tan importantes como Francisco de Quevedo y Villegas; es más, Quevedo y fray Cristóbal fueron tan cercanos que este último fue censor de uno de sus libros.

      ¿Por qué un hombre que ha logrado incrustarse en el centro mismo de la monarquía decide radicarse del otro lado del Atlántico?

      Eso es bien curioso: como dijimos, llegó a América a una edad muy avanzada. Todo me da la idea de que era un hombre muy polémico, y eso es lo que, finalmente, quiero resaltar. Fray Cristóbal era un hombre apasionado en lo que hacía y decía, de unos principios muy sólidos, que defendía radicalmente. Uno tiende a tener la idea de que durante aquel tiempo todo el mundo pensaba de manera homogénea. Pero cuando uno empieza a explorar con detenimiento, se da cuenta de las enormes diferencias, las polémicas y las discusiones que existían en esa época en una enorme cantidad de temas y fray Cristóbal estuvo involucrado en varias de ellas, como lo vimos con el famoso sermón de Córdoba.

      Se sabe también que era un gran orador. Tenía una gran capacidad retórica. Al tiempo, era predicador de los reyes, y eso, sumado a otros méritos, le daba un poder enorme. Por eso, no deja de ser curioso que fuese nombrado arzobispo en un lugar más bien inhóspito y lejano, y a tan avanzada edad.

      Ahora bien, para mí, una de las cosas más curiosas sobre la vida de fray Cristóbal es que, ya estando mayor, convirtió la doctrina de la Inmaculada Concepción en el epicentro de sus enseñanzas. Tanto así, que el Colegio que va a fundar lo va a dedicar a esa idea de la Inmaculada Concepción, yendo en contravía de su propia orden; de hecho, en las Constituciones del Rosario dice que hay que seguir en todo a santo Tomás, menos en ese tema. Eso demuestra también una extraordinaria flexibilidad intelectual. Uno siempre piensa que las ideas de esa época eran fijas, y ortodoxos sus voceros; pero de repente también se encuentra un personaje como estos, que cambió radicalmente sus ideas, y siguen siendo todavía un enigma los factores que lo condujeron a ese radical viraje teológico2.

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      Constituciones para el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario (1653). Título V, Constitución I.

      Empecemos a hablar de la figura de fray Cristóbal como arzobispo de Santafé.

      Fray Cristóbal llega a Santafé precedido de un problema. Tengo entendido que el anterior obispo, Bernardino de Almanza, había tenido un enfrentamiento con el poder civil —con la Real Audiencia— y se sabe que el nombramiento de fray Cristóbal se da, precisamente, porque es reconocido como un hombre de carácter, de una personalidad recia y que puede hacer valer sus ideas. Ahora bien, una vez llegado a Santafé, el recién nombrado arzobispo capta inmediatamente los tres principales problemas por los que atraviesa el Nuevo Reino de Granada: la condición de los indígenas, la salubridad pública y la educación.

      El primero merece ser resaltado, ese es un tema que siempre se le ha abonado a fray Cristóbal: su sensibilidad frente a la discriminación contra los indígenas en la Nueva Granada. En el blog del Archivo Histórico3 publicamos una comunicación del Superior de los Jesuitas de la época, donde le escriben a Felipe IV que fray Cristóbal es un hombre extraordinario, que ha logrado resolver ese problema estableciendo la comunión de los indígenas. Se sabe que los indígenas, agradecidos por ese reconocimiento4, le entregaron una mitra de paja, que se conservó siempre como una de las joyas más importantes del Colegio y que solo se perdió al mismo tiempo que la custodia.

      Por otro lado, fray Cristóbal también entiende el delicado tema de la salud pública por el cual atravesaba la ciudad. Inmediatamente llega a Santafé, se da cuenta de que aquí hay muchas carencias para atender a la población, y por eso abre una botica en Las Nieves, con un cirujano.

      Y, por último, frente a las carencias de la educación, decide fundar el Colegio.

      ¿El Colegio se vuelve la idea fija de fray Cristóbal?

      Aparentemente, como a los diez años de estar acá, él advierte la polémica que existe entre los dominicos y los jesuitas por el privilegio de dar los títulos educativos. La situación de permanente agitación eclesial también se vivía en las provincias del imperio, y más aún, acá, en este microcosmos que era Santafé. La aparente apacibilidad o tranquilidad del periodo colonial era engañosa: aquí había un sinnúmero de polémicas sobre todo tipo de temas y se entramaban discusiones muy complejas. Entre los jesuitas y los dominicos, por ejemplo, había disputas intelectuales muy encendidas; por eso, fray Cristóbal decidió pasar por encima de la situación, y en la década de 1640 —ya a una edad muy avanzada—, percibiendo que acá no existía una educación confiable, decidió empezar a planear su idea de fundar un Colegio. Eso mismo lo dice en su lenguaje Hernández de Alba: “la idea del Colegio es producto de su meditación y de su reflexión sobre la realidad que está percibiendo en la Nueva Granada”5.

      Ahora bien, precisamente, esa idea que él ha recibido y defendido respecto a la educación del príncipe de la Corte española encuentra plena vigencia aquí; es decir, fray Cristóbal advirtió la urgencia de ese tipo de educación para procurar un progreso sostenido y estable de estos territorios. Hay que tener en cuenta otra cosa, y es que, justo en ese momento, también la economía colonial estaba cambiando.

      Usualmente, se tiene la creencia de que la Colonia fue una etapa homogénea durante los tres siglos que duró. Eso no es cierto. Hubo ciclos diferentes, marcados por la economía, la situación social, el desarrollo de las ideas, etc. Y el siglo XVI es muy distinto del siglo XVII y de los demás. En la mitad del siglo XVII —cuando ya se va a concretar la fundación del Colegio—, hay muchos cambios, porque se está mutando de una economía extractiva —principalmente, basada en el oro y en las encomiendas y en torno a las esmeraldas, que para el interior eran muy importantes— a una economía de las haciendas. Eso es un fenómeno que se vivió en toda la América española, con ciertos matices, tomando en cuenta