Kevin Hartmann

Luis Enrique Nieto Arango: reminiscencias de un rosarista


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se aseguró de adquirir unas haciendas que fuesen medianamente productivas: las de trapiche, por ejemplo, que son las de Mesitas del Colegio y de la Mesa de Juan Díaz. Es más: le compró una a los jesuitas, que es acá en la Sabana: la Hacienda de San Vicente —que se llama Fucha—, cerca de Fontibón. Y también compró El Chircal, que queda donde hoy es la Universidad Jorge Tadeo Lozano: en la calle 22 con carrera 4ª. Fue en esta última donde se produjeron los adobes y las tejas para la construcción del Colegio.

      Es más, hoy en día, saliendo de la rectoría de la Jorge Tadeo Lozano, se puede ver en esa esquina, en un edificio de la Universidad Central, una placa que dice: “Calle del Chircal”.

      ¿Qué tipos de criterios se utilizaron para escoger la ubicación donde está el Claustro hoy en día?

      Este era un lugar que señalaba el final de la ciudad. El río Vicachá, que después se llamó San Francisco, era como un límite natural de la zona donde estaban los poderes públicos que se asentaban alrededor de lo que hoy es la Plaza de Bolívar. Todo ello, dentro de la idea arquitectónica de la cuadrícula española: la Plaza Mayor, con las instalaciones de la Real Audiencia y la Iglesia; es decir, la casa de los canónigos y la Catedral. Esa cuadrícula se iba expandiendo y llegaba hasta la margen izquierda del río.

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      Calle 22 con carrera 4ª, esquina. Bogotá, D. C.

      En realidad, no era como decía Daniel Arango: “qué visión de fray Cristóbal haber construido al lado de la Avenida Jiménez”, sino que esto era, más bien, el límite norte de la ciudad.

      No deja de ser curioso que estemos reproduciendo, más o menos, la misma idea con la Sede del Emprendimiento y la Innovación. Pareciera no haber cambiado mucho el espíritu de esa óptica operativa a lo largo del tiempo…

      Es cierto. Y también pareciera que repetimos el trabajo que tomó la fundación y el establecimiento del Colegio. En principio, según lo había estimado, fray Cristóbal decidió que los temas que se enseñarían serían básicamente tres: teología, medicina y jurisprudencia, porque eran los saberes fundamentales del momento; es decir, la meditación de la relación del hombre con Dios era básica; por supuesto, el tema de la sociedad en la jurisprudencia era importante, y, para contribuir a superar la calamitosa situación de salud pública que existía en ese momento, era importante estudiar medicina.

      Ahí cobra sentido su tesis sobre la educación del príncipe como principio inspirador del Colegio, reflejado en esa placa de la Universidad que reza: “Propondremos la definición de un Colegio Mayor que viene a ser congregación de personas mayores, escogidas para sacar en ellas varones insignes, ilustradores de la República con sus grandes letras, y con los puestos que merecerán con ellas, siendo en todo el dechado del culto divino y de las buenas costumbres, conforme al estado de la profesión”.

      ¡Claro! Yo creo que fray Cristóbal se hacía la misma pregunta que los intelectuales españoles: ¿por qué ese imperio tan poderoso estaba entrando en una etapa de decadencia? y sabía que, en parte, era atribuible a la carencia de la educación. Además, su propia experiencia aquí en Santafé le había mostrado que la existencia de la Universidad Santo Tomás, en 1580, y del Colegio de San Bartolomé no había solucionado ese asunto, porque, de todas maneras, no eran operativas. Se requería entonces, la enseñanza de las mencionadas tres materias. Eso sí, todas precedidas por las Artes, que era la Filosofía, porque en las mismas Constituciones se dispone que no se puede entrar a estudiar en las facultades sin la formación en Artes (Filosofía) y basadas en santo Tomás.

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      Constituciones para el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario (1653). Título V, Constitución V.

      Creo que fray Cristóbal, en últimas, era un hombre profundamente estructurado, que pensaba en grande. Tenía, como diríamos hoy, una visión macro.

      Claro, él era un personaje preocupado por las realidades locales…

      Y que, además, tenía un conocimiento de todo lo que estaba pasando aquí y en España. Por ejemplo, fray Cristóbal sabía que Felipe IV tenía un problema con los gastos que le habían implicado a la corona el sostenimiento de las tropas para sofocar la rebelión de Cataluña. Sabiendo esa situación, fray Cristóbal hizo una donación, con el fin de facilitar el otorgamiento del permiso de fundación. Y funcionó muy bien. Eso está en la cédula real de fundación, del 31 de diciembre de 1651.

      En esa cédula real, el rey dice que, a pesar de ser consciente del pleito que existe entre dominicos y jesuitas, eso no interfiere en la petición que ha hecho fray Cristóbal, con quien está muy agradecido, porque ha hecho la donación de 40.000 ducados de plata para sostener el ejército sobre Barcelona.

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      Cédula real del 31 de diciembre de 1651.

      Eso nos lleva a preguntarnos por qué fray Cristóbal escogió un tipo de gobierno al estilo del gobierno del Colegio de Fonseca, en Salamanca, siendo que él ni vivió allá ni fue testigo de las virtudes y los vicios de ese esquema.

      Ahí podemos desmontar uno de los errores que se repiten sobre la vida de fray Cristóbal: que, supuestamente, él fue colegial mayor del Colegio de Fonseca. No. Él estudió, como ya se dijo, en el Colegio de San Pablo, en Burgos. Lo que pasa es que ese modelo salmantino era muy reconocido en la época; pero la razón que lo llevó a escogerlo tiene una historia y un contexto, dado que ese esquema de gobierno no fue su idea original.

      Fray Cristóbal quería que sus hermanos de orden se encargaran del Colegio cuando él falleciera; sin embargo, los hermanos dominicos, al parecer, hicieron una lectura más bien caprichosa de ese encargo, y pensaron que se trataba de una donación que Cristóbal de Torres les hacía para que el Colegio fuera un seminario de la orden.

      Entonces fray Cristóbal, al ver que estaban malinterpretando su voluntad, quiso adoptar el modelo del Colegio de Fonseca, en Salamanca, para solucionar de raíz ese impasse.

      ¿Por qué hubo impasse, si los dominicos ya tenían la Universidad Santo Tomás, que también predicaba la doctrina tomista? Según entiendo, Marcos de Betancur, que era el provincial de esa orden, tuvo la idea de unir al Colegio del Rosario con la Universidad Santo Tomás. ¿Ese fue el origen de la disputa?

      No es que eso fuera el motivo principal de la disputa que tuvo con los dominicos. La cuestión es esta: fray Cristóbal duró diez años tramitando el permiso para fundar el Colegio. Permiso al que se opusieron todos en España. Tanto así, que le empezaron a solicitar un montón de información que lo complicaba todo, porque, claro: imagínese, desde aquí, con la lentitud de las comunicaciones, pidiendo permiso y que le contestaran poniéndole trabas. ¡Es que una carta duraba un año en llegar a su destino, y en muchas oportunidades se perdían! Eso era muy complicado; porque, además, estaba el interés compartido entre dominicos y jesuitas, que, en medio de su pleito, no querían que se fundara un tercer Colegio.

      Cuando finalmente recibió el permiso —con la famosa cédula real de 1651—, fray Cristóbal nombró a Juan del Rosario y a otro hermano como rector y vicerrector. Ellos, unidos al provincial Marcos de Betancur, creyeron que fray Cristóbal lo que estaba haciendo era donar irrevocablemente el Colegio y sus bienes a la orden. Recordemos que la primera cuestión que tocan las Constituciones son los bienes y las haciendas del Colegio. Es decir, se trataba de un asunto que tocaba prácticamente todos los bienes asimilados a unas haciendas que se encontraban unidos a la idea de la fundación.

      Hay que entender que las universidades en esa época estaban compuestas por “colegios”. Los colegios eran los sitios físicos, mientras que la universidad era un permiso o una licencia para poder otorgar títulos. La educación implicaba una inmersión total. No era solo impartir unas cátedras, sino que se requería, según el modelo de la época, una vida en comunidad. Primero había que pasar por las aulas de latinidad, que era importante para dominar la lengua natural de las enseñanzas. ¿Los libros? Todos, en latín.