© Plutón Ediciones X, s. l., 2021
Diseño de cubierta y maquetación: Saul Rojas
Traducción: Benjamin Briggent
Edita: Plutón Ediciones X, s. l.,
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I.S.B.N: 978-84-18211-70-6
Estudio Preliminar
La Vida de los Maestros es un libro curioso. Mitad crónica de un viaje y mitad narración de un despertar espiritual, este título recoge, de su puño y letra, la experiencia vivida por Baird T. Spalding y un grupo de exploradores en su travesía para encontrar a los grandes maestros de la sabiduría oriental. El objetivo era ser testigos de sus habilidades poco comunes y dado que estos maestros estaban dispersos por un amplio territorio que abarcaba gran parte de la India, el Tíbet, China y Persia, sabían que podría llevar años de búsqueda en muchos pueblos aislados y comunas de montaña ocultas. Planificar cada paso del viaje se convirtió en un reto al saber que incontables kilómetros de terreno montañoso separaban los lugares remotos y aislados que eran imprescindibles para la exploración. Aunque podían trazar su ruta en un mapa y ver hacia dónde se dirigían, el destino en lo más profundo del alma de once hombres de ciencia seguía siendo incierto. Baird T. Spalding y los demás eran de naturaleza práctica y la idea de que los maestros espirituales hicieran milagros parecía imposible. A pesar de estos pensamientos negativos y las muchas dudas surgidas al emprender una aventura de esta envergadura, algo les obligaba a seguir adelante. Y así lo hicieron.
Qué suerte la de nosotros que siguieron sus instintos, ya que su aventura llegó a feliz término. Este estrecho contacto les permitió ser testigos de muchos de los principios espirituales manifestados por estos Grandes Maestros y traducidos a su vida cotidiana, y de recibir de viva voz sus enseñanzas para llevar una vida plena y luminosa.
Este libro siempre ha sido popular entre los que buscan nuevos caminos espirituales, los interesados en la filosofía de Oriente y los que disfrutan de una buena historia por su carácter accesible y lectura fácil.
De la vida de su autor, Baird T. Spalding, se sabe poco, salvo que volvió varias veces a la India para profundizar sus estudios e investigaciones sobre lo que presenció con sus amigos años antes. Dedicó el resto de su vida a esparcir sus experiencias e ideas, con conferencias, ensayos y más libros, y en este proceso influenció a muchos autores del incipiente fenómeno New Age, que convirtió al espiritualismo y a la búsqueda de la verdad en un negocio muy lucrativo para editoriales de todo el mundo. En los años 70, en la cúspide del furor por el misticismo y la sabiduría oriental, sus obras fueron rescatadas de la oscuridad y desde entonces se han mantenido en la conciencia popular y en las bibliotecas de aquellos que buscan la iluminación.
Primera Parte:
I
La literatura espiritualista es actualmente muy abundante. Hay un despertar tal, una investigación de la verdad tal en lo que concierne a los grandes instructores del mundo, que me siento incitado a exponer mi experiencia con los Maestros de Extremo Oriente. En estos capítulos no pretendo describir un nuevo culto ni una nueva religión, sino que doy un resumen de mis experiencias con ellos, con la finalidad de mostrar las grandes verdades esenciales de su enseñanza.
Se precisaría tanto tiempo para autentificar estas notas como ha sido el trabajo de la expedición. En efecto, los Maestros están diseminados sobre un vasto territorio y nuestras búsquedas metafísicas han cubierto una gran parte de la India, del Tíbet, China y Persia. Nuestra expedición constaba de once hombres de ciencia, puestos al corriente, que habían consagrado la mayor parte de su vida a la investigación. Habíamos tomado la costumbre de no aceptar nada sin comprobarlo y no considerábamos nada como verdadero a priori. Llegamos completamente escépticos. Pero regresamos completamente convencidos y convertidos, hasta el punto que tres de nosotros regresaron allá decididos a quedarse hasta que fuesen capaces de vivir la vida de los Maestros y cumplir las mismas obras que ellos.
Aquellos que aportaron una ayuda inmensa a nuestros trabajos, nos solicitaron siempre que les designásemos con seudónimos, en el caso de publicar nuestras memorias. Yo cumplo su deseo. No relataré más que los hechos constatados, sirviéndome en todo lo posible de las palabras y expresiones empleadas por las personas encontradas, con las cuales compartíamos la vida cotidiana en el curso de nuestra expedición.
Uno de los requisitos previos, a nuestro acuerdo de trabajo, fue el siguiente: debíamos aceptar previamente como un hecho, todo suceso del cual fuésemos testigos, no debíamos pedir explicación alguna, antes de haber entrado en la vida del sujeto, de haber recibo sus lecciones y de haber vivido y observado su vida cotidiana. Debíamos acompañar a los Maestros, vivir con ellos y ver por nosotros mismos. Tendríamos el derecho de quedarnos con ellos cuanto quisiéramos y de hacer, no importa qué pregunta, de profundizar a nuestro gusto en todo aquello que viéramos, y sacar después nuestras conclusiones según los resultados. Después de lo cual seríamos libres de considerar lo visto como hechos o como ilusiones.
No ha habido jamás de su parte propósito de influenciar nuestro juicio. Su idea dominante era siempre que, si no habíamos visto bastante para estar convencidos, ellos no deseaban que agregáramos fe a lo sucesos. Yo haré lo mismo con el lector, sobre creer o no creer lo que le convenga.
Nosotros estuvimos en la India, alrededor de dos años y cumplíamos regularmente nuestro trabajo de investigación, cuanto encontré al Maestro que llamaré Emilio. Un día en que paseaba por las calles de la ciudad, fue atraída mi atención por un tumulto. El interés del gentío se centraba sobre uno de esos magos ambulantes o faquires tan comunes en ese país. Me aproximé y noté pronto cerca de mí a un hombre de cierta edad que no pertenecía a la misma casta de los otros espectadores. Él me miró y me preguntó si yo estaba desde hacía tiempo en la India, le respondí que desde alrededor de dos años.
—¿Es usted inglés? —me dijo.
—No, norteamericano —le respondí.
Estaba sorprendido y encantado de encontrar a una persona que hablara mi lengua materna, y le pregunté qué pensaba de la exhibición. Él me respondió:
—¡Oh!, a menudo hay muchas exhibiciones similares en la India. Se llama a esas gentes faquires, magos o hipnotizadores, y es justo su nombre. Pero bajo todos sus gestos hay un sentido espiritual profundo, comprendido solamente por una débil minoría. No hay duda que el bien surgirá algún día. Pero lo que usted ve, no es sino la sombra de la realidad original. Esto levanta muchos comentarios, pero los comentarios parecen no haber entendido nunca la realidad. Por lo tanto hay algo detrás de todo eso.
Después nos separamos y no nos encontramos hasta pasados cuatro meses. Tuvimos un problema que nos causó graves preocupaciones. Algunos días más tarde encontré ocasionalmente a Emilio, me preguntó la causa de mis preocupaciones y me habló del problema que teníamos que enfrentar. Yo me asombré, ya que estaba seguro que nadie había hablado nada fuera de nuestro círculo, y tuve la impresión de que él conocía todo el asunto. Siendo así, no tuve inconveniente en hablar con él libremente. Me dijo que tenía un cierto conocimiento del asunto y que se esforzaría en ayudarnos.
Unos días más tarde todo se clarificó y el problema dejó de existir. Nos asombramos, pero pronto el tema fue olvidado y no tardó en abandonar nuestro espíritu. Se presentaron otros problemas y yo tomé la costumbre de hablar con Emilio libremente. Parecía que nuestras dificultades desaparecían al hablar con él.
Mis compañeros habían sido presentados a Emilio, pero yo apenas les había hablado de él. En esta época, yo ya