movimiento de cabeza.
–Bien, yo no podía entender cómo podías ofrecerme la llave de tu casa cuando solo me habías conocido por un par de meses. No tenía sentido. Ahora entiendo. Amor, ¡por eso eres así! Es el amor lo que te mueve. Ahora lo veo: ¡el amor de Dios en ti!
A medida que Ana y yo seguíamos cultivando nuestra amistad a través de los años, descubrí que ella había crecido en un hogar donde el amor era extremadamente escaso. En efecto, había sido víctima de abusos tan severos durante su niñez que solo tenía vagos recuerdos de algunos de esos años. La única forma de sobreponerse al dolor de esos años era borrándolos de su mente en gran medida. Por eso, cuando yo, una persona relativamente extraña para ella, le ofreció su amor y confianza, el asunto estaba simplemente más allá de su compresión.
Estoy segura de que tú conoces niños o adultos que, como Ana, crecieron con “tazas de amor” vacías. Son miembros de tu clase de la Escuela Sabática, vecinos o compañeros de trabajo. Quizá has llegado repentinamente a darte cuenta de que, a pesar de tu mejor intención, no les has comunicado realmente amor a tus propios hijos. ¿Qué puedes hacer ahora? ¡Ámalos! Recuerda, aprendemos el amor solo cuando lo experimentamos. Siempre puedes empezar hoy a compartir tu amor.
Pero ¿qué pasa si descubres que tu propia “taza de amor” nunca estuvo llena durante tu infancia y tienes poco para dar a tus propios hijos? ¿Qué puedes hacer? Comienza sumergiéndote tú misma en el amor de Dios. Lee su Palabra, busca pasajes bíblicos acerca del amor de Dios y medita en ellos, escríbelos en tarjetas y pégalos donde puedas verlos con frecuencia, y ora por un derramamiento especial de su amor para llenar tu vida. Si has sufrido profundas heridas en tu niñez, tales como el abuso y el abandono, te animaría a buscar un consejero cristiano que pueda ayudarte a poner en orden todas esas experiencias y a alcanzar la plenitud del amor de Dios. Solo de esa manera estarás en condiciones de comunicar ese amor a tu familia.
Comienza hoy con una o dos ideas de la lista: “Comunica el amor de Dios”; luego añade otras, a medida que te sientas más cómoda demostrando amor. La habilidad de la comunicación puede ser aprendida. Puedes ayudar a tu hijo a compensar los años en que el amor fue escaso. Uno de mis dichos favoritos es “Hoy es el primer día del resto de tu vida”. Con Dios nunca es demasiado tarde para llenar tu propia “taza de amor” o la de tu niño. ¡Su provisión es inagotable!
COMUNICA EL AMOR DE DIOS
Sé generoso con abrazos y besos.
Está atento a las necesidades físicas de tu niño. ¿Tiene hambre, está cansado o enfermo? Responde prontamente atendiendo tales necesidades.
Ponte en sintonía con las necesidades emocionales de tu hija. ¿Necesita ella una dosis extra de amor porque su mundo se le hizo pedazos? Asegúrate de que la reciba.
Separa un tiempo especial para cada uno de tus hijos, al menos una vez por semana. Deja que el niño elija lo que ambos harán juntos durante ese tiempo.
Deja de hacer lo que estás haciendo para escuchar a tu hijo.
Mira a los ojos de tu hijo mientras lo escuchas, pero no lo mires fijamente. Sonríe y muéstrate interesada.
Haz comentarios apropiados acerca de lo que tu hijo ha dicho. Exprésale a tu hijo algunos elogios sinceros. Encuentra algo por lo cual animarlo varias veces por día.
Une tu amor –y el amor de Dios– al valor de tu hijo como ser humano; no conforme a su conducta. Nunca lo amenaces con retirarle tu amor cuando se porte mal. Cuando fracasa es cuando más necesita de tu comprensión y ánimo.
Nunca lo abandones saliendo del cuarto o de la casa cuando estás enojada por algo que hizo.
Perdona y olvida. No sigas sacando a relucir los “pecados” pasados.
Haz una “galería” para exhibir el arte, las tareas escolares, etc., de tu niña. Hazle ver que estás orgullosa de sus esfuerzos.
Dale a tu hijo tantas opciones como sea posible durante el día. No le dictes cada movimiento y cada minuto.
Cuando tu niña está desanimada, ayúdala un poco hasta pasar la parte más difícil.
Anticípate a las necesidades de tu hija. Si parece estar muy sola, abrázala.
Dale a tu niña una segunda oportunidad, o una tercera, o una cuarta, si es necesario. Hazle ver que tú confías en que ella triunfará.
Haz de tu hijo el “invitado especial” de una comida en honor de sus logros (buenas notas, ganar un partido, etc.). Usa tu loza especial y cocina su comida favorita.
Lee con tu hijo relatos bíblicos acerca del amor de Dios. Háblale de cómo Dios mostró su amor a su pueblo en la historia.
Menciona con frecuencia cómo Dios ha mostrado su amor para con tu familia: bendiciones, ayuda en la dificultad, etc.
Pon un cuadro de Jesús en la habitación de tu niño. Dile con frecuencia a tu bebé: “mamá [papá] te ama y Jesús te ama”. Abraza a tu hijo cuando se lo digas y señálate a ti mismo y al cuadro de Jesús. Pon tu amor junto al amor de Jesús y asócialos ambos con el acercamiento y los abrazos de tu parte.
A niños mayores, háblales de las diferentes maneras en las cuales Dios muestra su amor. A veces, el amor es suave, cálido y mimoso, pero también es duro cuando hemos hecho algo errado y necesitamos aprender un mejor camino.
Ten siempre en la casa láminas que den énfasis al amor de Dios (DIOS TE AMA) o pinturas que muestren a Jesús amando y cuidando de los niños, o jugando con ellos.
Claves para el amor
1 Sé sensible a las necesidades de tu hijo.
2 Presta atención a tu hijo.Deja de hacer lo que estás haciendo.Míralo a los ojos y sonríe.Haz comentarios apropiados.
3 Sé generoso(a) con abrazos y besos.
4 Hazle elogios sinceros.
5 Perdona y olvida.
6 Lee relatos acerca del amor de Dios.
7 Relaciona tu amor con el amor de Dios.
Capítulo 2
Primeros pasos: la confianza
“Confiad en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos”. Isaías 26:4
–Mañana todas tenemos que llevar una foto de nuestra familia a la escuela, para ponerla en el tablero de anuncios. Necesito una foto de nuestra familia. ¿Me ayudarás a encontrar una, mami?
Las palabras se atropellan en un apresuramiento lleno de excitación, mientras Cristina arroja su mochila sobre la silla más cercana.
–Me ayudarás, mamá, ¿verdad?
–Por supuesto –le responde su madre, mientras se mueve por la cocina buscando los ingredientes para preparar la cena–, pero ahora estoy ocupada. Lo veremos después de cenar.
Pero después de la cena, mamá habla por teléfono largamente, el vecino viene de visita; luego llega la hora de ir a dormir. Cristina está angustiada. ¿Cómo podría encontrar la foto? La madre le promete ayudarla en la mañana. Pero el bebé pasa molesto la mitad de la noche, y en la mañana, mamá está demasiado cansada y no tiene ánimo de buscar una fotografía de la familia.
–No importa, Cristina. Solo dile a la maestra que la llevarás mañana.
–Pero, mamá, me dijiste que me la buscarías... ¡Y la maestra dijo que debíamos llevarla hoy! –se lamenta Cristina con lágrimas en los ojos, mientras sale pesadamente hacia la escuela sin la prometida fotografía.
A sus