José Eduardo Rueda Enciso

Aproximación histórica a la relación de la masonería


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sociología y economía. Escritas estas memorias en 1897, cuando se encontraba enfermo, son diferentes a las de Samper, son producto de la madurez y vejez, existe cierto reposo frente a los hechos narrados, no hay tanto apasionamiento y subjetivismo.

      Aunque no deja de dar algunas informaciones sobre su vida pública, el gran cúmulo de información y análisis se centra en el devenir histórico del país, suministra abundante y rica información sobre aspectos políticos: elecciones, guerras civiles, la administración de López; económicos, sustentado en cifras y datos estadísticos; sociales y culturales: sociedades democráticas, la epidemia del cólera entre 1849 y 1850, costumbres y oradores destacados.

      Las memorias de Aquileo Parra son un caso particularmente raro. Durante sus primeros años de juventud, desde finales de la Guerra de los Supremos, se dedicó a actividades comerciales, primero en su natal Barichara, luego en otros lugares de la región santandereana, en especial en el Carare y Vélez, como también de la costa Atlántica, Huila y Bogotá; proporciona así una serie de informaciones sobre productos de eventual explotación, y las dificultades para su comercialización, principalmente por las condiciones de los caminos y vías de comunicación.

      A partir de 1854 se inició la vida pública de Parra: inicialmente se vinculó a los ejércitos constitucionales, actividad que lo ocupó en los momentos de las siguientes guerras civiles, y en la que alcanzó el grado de general; una vez que la rebelión de Melo fue derrotada, se dedicó a la política, por lo que ocupó cargos de representación: diputado, representante, senador, constituyente, secretario de Estado y presidente de la república, así como administrador público. A diferencia de Camacho y Samper, se afilió con, algunas reservas, a la hermandad tardíamente, a los 44 años, mientras que Camacho lo había hecho a los 21 y Samper a los 23, con algunas circunspecciones que también abrigó frente al radicalismo, por considerarlo una comunidad que actuaba con decoro político, distinguido por su espíritu de tolerancia, y por la magnanimidad con sus adversarios vencidos,4 sin abandonar sus aventuras comerciales, pues fue explorador de los bosques del Opón-Carare, en la búsqueda del caucho, la tagua, y la quina.

      Parte de nuestro trabajo se orienta hacia la masonería, al respecto debemos decir que en los tres autores mencionados encontramos que Samper escribió prolíficamente acerca de la adscripción y trayectoria en la hermandad, en menor cantidad lo hizo Camacho y prácticamente nada en el caso de Parra.

      En la misma tónica de Parra y Camacho encontramos a Aníbal Galindo, quien en 1900 publicó Recuerdos históricos: 1840-1895, obra que arranca con los antecedentes de la Guerra de los Supremos, enfatiza en el fusilamiento de su padre José María Tadeo Galindo, en el que, parece, el general Tomás Cipriano de Mosquera cumplió papel determinante, circunstancia que marcó sus Recuerdos, pues a lo largo de ellos es nula la mención del caucano, muestra gran simpatía por Manuel Murillo Toro, que había sido amigo de su padre y de su tío, el coronel José María Vezga.

      Aunque fue masón, se afilió a los 19 años, solo hace una ligera mención de ella, no contó su vinculación y participación en la hermandad. Pese a que José María Samper ya había publicado sus memorias, en las que se refiere en malos términos a su antiguo discípulo, a Galindo no le interesó en lo más mínimo referirse a los evidentes problemas que surgieron entre ambos.

      Al publicar sus Recuerdos, Galindo contaba con 66 años, muchos hechos y circunstancias por él vividas las había decantado y reposado; catorce años hacía que la Regeneración estaba en pleno rigor, y que la hegemonía conservadora dominaba el país, por ello, quizás, es que muestra cierta evaluación en sus ideas y pensamientos: de la intolerancia, fanatismo y exageración absolutos de los años cincuenta, víctima de desengaños en los años finales del dominio radical, la meditación es evidente y se aprecia un escritor ilustrado en su razón y atemperado en sus juicios.5

      A diferencia de otros países, en los Estados Unidos de Colombia no hubo tratadistas sobre la caridad y la beneficencia.6 Lo más cercano podría ser el diagnóstico que sobre la miseria en Bogotá adelantó, en 1867, Miguel Samper Agudelo. Ante tal falencia, el recurso de información básico sigue siendo la prensa.

      En épocas recientes, la profesora Beatriz Castro Carvajal es tal vez la principal investigadora colombiana sobre las temáticas de caridad, beneficencia y asistencialismo. Efectivamente, a partir de dos libros: Caridad y beneficencia. El tratamiento de la pobreza en Colombia 1870-1930 (2007), producto de su tesis doctoral en Historia, y La relación entre Iglesia católica y el Estado colombiano en la asistencia social c. 1870-1960 (2014), ha logrado profundizar sobre una temática un tanto olvidada por la historiografía colombiana. Sin olvidar que, por los mismos años que la doctora Castro investigó sus trabajos, por lo menos tres historiadores: Frédéric Martínez,7 Diana Obregón Torres8 y Marco Palacios Rozo9 habían reseñado que durante la segunda mitad del siglo XIX comenzó el proceso de construcción del Estado nacional alrededor de los modelos y debates internacionales sobre la importancia del Estado, y que en dicho período la beneficencia fue adoptada como un paso más allá de la caridad por los dos partidos.10

      En el primero de ellos da una importante visión panorámica de cómo fue abordada la caridad y la beneficencia a nivel nacional, propone un marco conceptual para estudiar la pobreza y a los pobres, entender las estrategias y la política sobre estas. Como todo estudio general, deja abierta una serie de inquietudes, abre un campo de investigación, pero también deja vacíos.

      Quizás, uno de los problemas que evidencia el trabajo es la poca o escasa relación que hace entre el trasegar político y económico colombiano y el desenvolvimiento del tratamiento de la pobreza. Según como desarrolla, expone y presenta su investigación, parecería como si fuese igual, una continuación, la política liberal radical, la de la Regeneración y la conservadora en materia de beneficencia, asistencia, etc. Nosotros intentamos algo distinto, involucramos el accionar del liberalismo y de la masonería, especialmente durante el Olimpo Radical, 1867-1878, en pro de la consolidación de la beneficencia como política pública, lo que de alguna manera incidió en el tímido ejercicio de la filantropía.

      Así mismo, deja de lado el fuerte peso de la ideología liberal, de la conservadora y de la Iglesia católica, que sin duda permeó buena parte de las acciones caritativas, benéficas y filantrópicas. Sorprende entonces que, cuando presenta y analiza el accionar de la Sociedad de San Vicente de Paúl y el del Círculo de Obreros, no haya tenido en cuenta el profundo y evidente carácter ideológico, conservador y católico que cumplieron ambas instituciones. Tal vez tratando de ser imparcial, lo que no creo, raya a veces en la inocencia y la ingenuidad, de las cuales tampoco estoy seguro.

      La base documental trabajada por la profesora Castro es muy parecida a la que nosotros utilizamos aquí, fundamentalmente los periódicos consultados, pero intentamos otra lectura, tuvimos en cuenta los personajes, no todos, en especial los más representativos o destacados, su perfil profesional, su vinculación política y su posible ideología, mediada por su adscripción a la hermandad masónica, pues a lo largo de los 300 años de historia de la masonería especulativa esta ha estado involucrada y ha sido protagonista de los procesos de formación de los Estados nacionales; de las revoluciones que han sacudido la marcha de la humanidad: la industrial, las políticas e ideológicas; del proceso de establecimiento de la vida republicana, el sistema parlamentario y el presidencialismo; del fortalecimiento de la democracia; de los avances científicos y tecnológicos, ya que gracias al ideario de la orden han surgido destacadas figuras que han contribuido al avance del progreso y se han puesto al servicio de la acción social, entendida como el conjunto de esfuerzos de una sociedad por hacer frente a las necesidades y al aumento del bienestar de los individuos y grupos que la componen,11 por lo que tiene íntima relación con las medidas económicas, con las actitudes mentales que la pobreza o la necesidad material han suscitado, con la evolución política de los centros de poder, con las medidas legales y prácticas sobre el desarrollo y el trabajo, con la previsión social pública y privada,12 y la asistencia, considerada como la acción de prestar socorro a favor o ayuda del asistencialismo, tiene que ver con lo relativo a la asistencia social.13

      El segundo libro es útil para