Eva Argüelles

Las antesalas del alma


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las chicas jóvenes del lado derecho de la mesa.

      Todos se ríen y ella pregunta:

      —¿Lo conozco en esta vida?

      —Sí, ¡es Javier! —La jovencita no daba crédito a lo escuchado, era el muchacho al que estaba conociendo actualmente y con el que seguía en la misma trayectoria, cosa que ella reconoció en el momento.

      Bajé la cabeza como en un descanso sublime y no tardé en continuar.

      —Tú estás muy enamorado de la hija del intendente, pero ella te teme mucho. —Apuntaba mi dedo a la chica que tenía justo a mi izquierda—. A ti no te importa nada en absoluto, la coges prestada, como tú dices, y te la llevas a una de nuestras cuevas de Sierra Morena apoyado por tu primo. —La mujer pregunta si su primo de entonces está aquí ahora—. Sí, claro, ¡soy yo misma! —y continué—: Tu primo se queda afuera cuidando que nadie venga y tú te la despachas a gusto. —Ella vuelve a preguntar si la muchacha está ahora en su actual vida y la respuesta fue tremenda para la mujer, ya que era su suegro, con el que tenía diferencias terribles y el cual se dedicaba a fastidiarle la vida rotundamente.

      Entonces comencé a relatar una fiesta:

      —Pepito toca la guitarra, con un flamenco perfecto, y todos bailamos mientras que su hijo canta por bulerías. Estamos en el pueblito más alto de la serranía, hemos compartido el botín con todos ellos y ahora por fin pueden comer, llevaban demasiado tiempo en condiciones precarias y ahora tendrían para ir tirando durante un buen tiempo. —En unos instantes cambia mi tono—: ¡May soy! Aprenderéis de esta secuencia que está muy bien ayudar a quien lo necesite, pero no es necesario robar. Debemos respetar a quienes sean ricos, ya que lo de ellos es de ellos y lo nuestro es nuestro. Jugar con los sentimientos de otros siempre nos atraerá soledad y amores nefastos, y aprenderemos también que aquellas personas que nos pinchan ahora, son justo aquellas a quienes hemos pinchado en el pasado… ¡Pasemos página desde el perdón espiritual y sigamos nuestro camino comprendiendo y sabiendo desviarnos del sufrimiento que otros nos ocasionan, ya que desde el entendimiento podemos soltar los eslabones que tanto nos atormentan!

      Terminada la sesión, había muchas caras con gesto atónito y yo tenía una flojera y un tiritar extremo. La boca seca denotaba la charla sostenida durante una hora.

      El frío tardó en desaparecer y tenía que dormir, el agotamiento se había convertido ya en mi pesado compañero.

      CAPÍTULO 5

       CRISTAL POR FIN ENTENDIÓ

      La primavera lucía con toda su divinidad y esplendor en nuestra querida ciudad adoptiva. Marbella siempre había sido famosa por su clima y no en vano la vanagloriaban tanto los turistas.

      En mi cuartito, como yo llamaba a mi pequeño despacho donde a tanta gente atendía a lo largo del día, habíamos cerrado la gran mesa alargada, reduciéndola a redonda.

      Todo preparado para la llegada de una clienta excepcional, una mujer de cerca de Granada que ya era amiga prácticamente y por la que yo sentía una gran simpatía y afinidad.

      Esta vez, Cristal venía nerviosa; yo nunca la había visto así. Era una mujer alta y hermosa. Lucía un pantalón vaquero y una blusa blanca, la sencillez era su lema. Optó por descalzarse.

      Por mi parte, yo, aunque muy preparada, debo reconocer que también me sentía un tanto asustada por lo que pudiera acontecer, pero decidida y segura de lo que hacía.

      Edgar comenzó con todo el protocolo procediendo a relajarnos profundamente, pidiendo la asistencia de nuestros guías espirituales y en especial la de May, que era un poco el encargado de estos hechos.

      Después de casi un mes de preparación y entrenamiento mental regresivo, no tardé mucho en hacer contacto de alma a alma.

      —Vienen los mercaderes —comencé hablando—. Hoy es el día, como cada mes.

      Recorres la cantera para llegar a Guiza, donde ellos hacen su segunda parada. Las esclavas egipcias sois abusadas casi cada día. Eres muy fértil, demasiado. Hoy venderás a tres de tus hijos, es necesario para su bienestar, tú ya tienes demasiados.

      Eres hermosa y el escriba y el cónsul se aprovechan. Te permiten vivir suelta, en tu casa, pero tienes que trabajar mucho en el hierro.

      —¿Puedo saber cómo me llamaba entonces? —preguntó Cristal con voz entrecortada.

      —¡Hachef! —contesté rápido y continué, como si el enganche con la invisible antena no se pudiese detener—. Tu barriga crece y sabes que tendrás que volver a vender, prefieres no pensar. Siempre estás triste y solo tu hermano te contempla y te comprende.

      —¿Está mi hermano en esta vida actual? —quiso saber la mujer.

      —Sí y no... Él fue tu actual padre, que ya está en otro plano.

      Ella iba entendiendo a medida que profundizaba en el relato, que fue casi todo en la misma línea.

      Dejé caer la cabeza, casi bruscamente, ellos pensaron que me había dañado, pero no sentí nada. Respiré con más profundidad de lo habitual y yacía descansando profundamente, de repente alcé la cabeza con los ojos cerrados pero mirando en alto o al menos parecía que miraba o buscaba en el horizonte del pequeño cuarto.

      —Estás en el frondoso bosque. —Habla de otra vida, comentó Edgar—. Escribes diferentes símbolos con una piedra puntiaguda en algunas piedrecitas redondeadas que vas sacando del lago y que luego vuelves a sumergir para lavarlas con las aguas sagradas. Son runas.

      —¿Puedo saber dónde?

      —El bosque del gigante, Irlanda —respondí después de un rato considerable. Levanté mis manos cerradas como si sujetara algo y, como haciendo teatro, recité algo parecido a una oración—: «Consagro esta runa con los cuatro elementos, fuego, agua, tierra y aire, con la raíz universal que tienen las piedras mágicas». —Acto seguido me puse a cantar en un lenguaje inentendible y luego continué sin perder el hilo—. Tienes un saquito de piel de cabra donde las guardas y caminas con ellas en tu mano hacia tu casa redonda, donde tu esposa atiza la lumbre a la vez que se burla de ti: «¡Drugs, esposo mío!, ¡tú no eres mago, ni nada!, ¡solo pierdes el tiempo en lugar de ir a cazar! ¡Aquí solo yo tengo poderes sobrenaturales! ¡Solo yo soy bruja!», te grita y logra que entres en cólera. Ella es tu último marido de esta vida actual, te frenas a tiempo, antes de ir a mayores, al escuchar jolgorio en el poblado. Unos hombres guerreros acaban de llegar y te piden consejo para la batalla.

      »¡No debes ir a esa guerra! ¡Habrá sangre excesiva y te llevará a otro mundo! El guerrero piensa... Sabe que aun así, lo hará.

      Mi cabeza, cae nuevamente sobre la mesa. En esta ocasión mi esposo me había colocado una toalla doblada para amortiguar el impacto, y, de repente, cambió mi voz:

      —May soy, también podéis llamarme Amy; uno es mi nombre y otro es mi mantra.

      «Solo los realmente sabios de mente, cuerpo y alma, no compiten, porque de antemano saben... que han ganado». «“Todo lo que hoy llega a tu vida, formará parte de tu aprendizaje y comprenderás el porqué de casi todo». «Cuando te halles tranquila, tu alma se serenará al escuchar lo narrado, algunos han pasado poco por tu vida actual, con otros aún te queda algo que sufrir para cerrar karma, lo importante es que entiendas que es cosa de tu espíritu, lo que él eligió para su evolución».

      Tras un leve descanso en el que Edgar, al ver mi boca totalmente seca, me obligó a tomar unos sorbos de agua, y procedimos con los registros del alma:

      —Eres la hija del faraón, Sauhe. Te apasionan los zapatos de pico hacia arriba. El que los hace, Jacará, está muy enamorado de ti; es correspondido de igual modo, por eso te hace zapatos únicos y no babuchas de princesa. Te confecciona justo lo que tú en tus sueños diseñas, unos zapatos que son mezcla de alta alcurnia con esclava, totalmente exclusivos. ¡Te sientes tan afortunada! Tú te burlas de las jerarquías. Tu padre quiere casarte con uno de tu misma índole, pero tú estás enamorada del zapatero.