Juan Luis Lorda Iñarra

Invitación a la fe


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leer algo. Pero es difícil hacerse idea de lo que es la Biblia ojeando sus páginas sin ninguna preparación. Tampoco entendemos bien la Ilíada, si no sabemos nada de la historia, la geografía, la cultura, la religión y las costumbres griegas antiguas.

      Además, la Biblia es más complicada que la Ilíada, porque no es un libro, sino muchos libros reunidos en un tomo. Antiguamente, se conservaban en rollos separados. Y todavía se hace así en las sinagogas judías.

      Son libros muy distintos, que han sido redactados durante más de mil años. Algunos relatos son más antiguos que la escritura hebrea en la que fueron escritos, porque antes se transmitían oralmente. La escritura hebrea nació al escribir la Biblia. Y lo mismo ha sucedido después con muchas lenguas. La Biblia ha sido un libro muy importante en la historia de la escritura y de la cultura humanas. Por ejemplo, el alfabeto cirílico, ruso, se creó para escribir la Biblia. Y se suele decir que el alemán moderno, como tantas lenguas, se configuró con la traducción de la Biblia que hizo Lutero.

      ¿Y por qué era tan importante conservar estos libros antiguos? Muy pocos pueblos han conservado su historia desde los tiempos más antiguos. En España, por ejemplo, no conservamos ningún libro, ninguna tradición y ninguna historia de los muchos pueblos y tribus que encontraron los romanos cuando llegaron. Seguramente, tendrían tradiciones, pero o no consiguieron escribirlas o no consiguieron transmitirlas.

      La mayor parte de las lenguas del mundo no han tenido y no tienen escritura. Pero el pueblo hebreo sí que tenía. Tenía una historia que transmitir y elaboró una escritura para contarla. ¿Por qué? Porque se consideraba y se considera un pueblo que hace más de tres mil quinientos años conoció a Dios y estableció una Alianza con Él. Todos los libros de la Biblia se refieren a ese trato con Dios y a la historia de esa Alianza.

      Los libros de la Biblia se suelen dividir en tres grupos. El primero son los libros que cuentan el inicio de la historia del pueblo hebreo y su desarrollo: por eso se les llama “libros históricos”, en un sentido amplio. El segundo grupo son los libros que recogen la vidas y enseñanzas de los profetas de Israel, que hablaban en nombre de Dios; por eso, se les llama “libros proféticos”. Y en el tercer grupo se ponen el resto de los libros, sobre todo, el libro de los salmos, que son las oraciones poéticas de Israel; también los textos que recogen su sabiduría. A este conjunto de la Biblia judía, los cristianos añadieron los cuatro evangelios de Jesucristo y los escritos de los Apóstoles.

      Decíamos que la Biblia está compuesta de muchos libros de diverso tipo y de diferentes épocas. A veces, es difícil fijar cuándo se ha escrito un texto, porque puede basarse en relatos orales anteriores; y también, porque a lo largo de la historia, se pueden haber juntado textos o mejorado la redacción. Lo que sabemos es que, en tiempos de Jesucristo, hace dos mil años, los libros que componen nuestra Biblia ya eran como son hoy. Y tanto la tradición judía como la cristiana han hecho un enorme esfuerzo por conservarlos. Son los textos que mejor han atravesado la historia humana, por la multitud de copias, traducciones y testimonios que conservamos. De ningún otro libro de la antigüedad tenemos tantas y tan buenas copias y traducciones.

      Los primeros cinco libros de la Biblia forman una unidad, que los cristianos llamamos “Pentateuco”, palabra griega que significa “cinco libros”. Los judíos le llaman la “Toráh”, que en hebreo quiere decir “la Ley”, porque contiene la ley de vida que tienen que vivir; pero también porque en esos textos se narra el origen del pueblo judío. Son algo así como su “Constitución”.

      El primer libro del Pentateuco es el Génesis, que narra los orígenes del universo y del pueblo de Israel. A los judíos les gusta llamarle por la primera palabra del libro, Beresit, que significa “en el principio”, porque la primera frase de ese libro y de toda la Biblia es: “En el principio creó Dios el cielo y la tierra”.

      En ese libro se narra sobre todo la historia de los patriarcas y de su alianza con Dios. Se llaman patriarcas a los padres del pueblo hebreo. El Génesis cuenta que un día Dios se presentó a Abraham, un caldeo, habitante de Mesopotamia, hoy Irak. Estableció con él una Alianza. Le pidió que le adorara sólo a Él. Y le hizo unas promesas: que su descendencia formaría un gran pueblo; que recibiría una tierra (la tierra prometida, Israel); y que por esta alianza serían bendecidas todas las naciones. Después, Dios se presentó varias veces a Abraham y renovó solemnemente la Alianza. Guiado por la fe en Dios, Abraham salió de Caldea y se instaló en la tierra prometida, la que ocuparía su descendencia.

      Abraham es el origen de Israel. Transmitió la Alianza con Dios a su hijo Isaac, y a su nieto, Jacob. Este tuvo doce hijos y de ellos surgieron las doce tribus de Israel. De cada patriarca el Génesis cuenta pocos recuerdos significativos y, sobre todo, la solemne renovación de la Alianza con Dios. Hay que leerlos como lo que son: antiquísimas tradiciones con fuerte sentido religioso. Estas escenas han constituido durante siglos la base de la imaginación de nuestros artistas, de manera que están representadas por todas partes.

      No todas las personas tienen facilidad para leer textos antiguos, por falta de gusto o de sensibilidad literaria. Los antiguos no se expresaban de la misma manera que nos expresamos hoy. Pero el que tenga sensibilidad disfrutará mucho con estos relatos que contienen un fuerte mensaje religioso del que todavía vivimos una parte importante de la humanidad.

      A la hermosa historia de los patriarcas, el Génesis antepone la creación del mundo, como si fuera un prólogo de la Alianza. Para entender bien lo que Dios ha hecho en la historia, hay que entender que también el mundo es obra de Dios. Es lo que quieren subrayar las narraciones de la creación.

      Son narraciones muy hermosas, que tienen el gusto literario de los textos antiguos y están llenas de imágenes. Recuerdan textos de otras culturas donde se habla de los orígenes mitológicos del mundo. Pero la Biblia marca una gran diferencia. En los relatos más antiguos de la humanidad se habla del origen de los dioses a la vez que del origen del mundo. Pero la primera frase de la Biblia es: “En el principio, creó Dios el cielo y la tierra”. La Biblia da por supuesto que sólo hay un Dios creador, que está ya antes del principio del mundo y que no se confunde con el mundo. Tres rasgos diferenciales.

      Los primeros capítulos del Génesis cuentan cómo Dios crea el cosmos en diversas etapas con la fuerza de su palabra. Y es bonito leer que, una vez tras otra, se dice que es bueno lo que Dios ha creado. Con eso nos asegura que el mundo, con toda su belleza y orden, ha salido de las manos de Dios. Que sólo hay un Dios creador y que todo lo que hay en la naturaleza son fuerzas naturales y creadas. Esto era muy diferente de lo que pensaban la mayor parte de los pueblos vecinos.

      También son muy hermosas y llenas de simbolismo las dos narraciones del origen del ser humano, Adán y Eva. Ocupan un lugar especial en la creación, porque son imagen de Dios y no solo un pedazo de tierra. Tienen una dignidad especial, tanto varón como mujer, por eso hay que respetarlos y no se puede derramar su sangre de cualquier modo. Dios bendice la fecundidad humana y el matrimonio, donde los dos forman “una sola carne”. También habla del primer pecado de Adán y Eva, por no respetar la ley que Dios les da. Es la prefiguración de todo pecado.

      El libro del Génesis cuenta el origen del universo como podía contarlo un autor de aquella época. Es un relato religioso y no un relato científico. A veces con afán polémico, durante más de dos siglos, algunos científicos han repetido que no hay creación porque la materia ni se crea ni se destruye. Pero desde 1965, la física moderna ha llegado a la conclusión de que nuestro universo ha surgido con una explosión que tuvo lugar hace, aproximadamente, 13 300 millones de años. No conviene mezclar demasiado los campos entre la Biblia, que tiene un lenguaje literario, con el de las ciencias que trabajan investigando la materia. Pero nunca se había parecido tanto lo que comprueba la física moderna con lo que cuenta el Génesis.

      Puede suceder que ese Big Bang de hace 13 300 años no sea realmente el origen, sino que haya fases anteriores. De momento, no lo sabemos. Lo que sabemos es que todo nuestro universo procede de ahí. Y, por otro lado, por el Génesis, sabemos que Dios creó el mundo. Quizá en ese momento, quizá antes. Pero así empezó