porque tienes demasiado peso sobre vuestras espaldas. Pero si, aún teniendo responsabilidades de adultos, queréis seguir siendo, a pesar de vuestros deberes y de vuestras cargas, hijos celestiales, confiados, persuadidos de tener arriba unos padres que os aman, entonces os desarrollaréis plenamente, os transformaréis en seres sonrientes, hermosos, luminosos.
¿Está claro ahora? Todos nosotros tenemos que ser, de ahora en adelante, hijos del Cielo; así sentiremos el amor de nuestro Padre y de nuestra Madre, su presencia, su ayuda que nos sostendrá, protegerá, animará e iluminará. Mientras que todos aquellos que se creen superiores, que se permiten romper sus lazos con el Cielo, se sienten desgraciados, abandonados en medio del frio y de la soledad. Este es el estado en que se encuentran actualmente muchos que se creían muy maduros, muy inteligentes y muy poderosos.
Las dificultades y las cargas pesan sobre aquellos que han abandonado a sus padres celestiales. Sed, pues, como niños, agarraos a vuestro Padre y a vuestra Madre celestiales, tened plena confianza en ellos. Para aquél que se siente hijo de Dios, todas las dificultades acaban por resolverse, porque el Cielo nunca deja que un hijo suyo llore en soledad, siempre acude a socorrerle.
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