Omraam Mikhaël Aïvanhov

La risa del sabio


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posible. ¿Cómo? Mediante el trabajo del corazón y del intelecto. El corazón mantiene firmemente cerrada la cerca, y tapona los agujeros para que podamos resistir a los choques; porque el amor trabaja de una manera especial reforzando las células y haciéndolas capaces de afrontar la enfermedad y la desgracia. En cuanto al intelecto, iluminado por la sabiduría, alza un muro de luz que los espíritus malhechores que pululan en las regiones inferiores no pueden franquear.

      El mago, antes de comenzar su trabajo, dibuja un círculo a su alrededor para protegerse de las entidades tenebrosas. Este círculo es también una especie de cerca. Diréis que no tiene ni altura ni grosor. Es cierto, pero con su amor y su sabiduría, el mago da a este círculo tanta altura y tanto grosor que está protegido como en una fortaleza inexpugnable.

      Hay personas que no dejan de quejarse de la manera en que se les ha mirado, hablado, tratado; son tan sensibles que se diría que tienen el cuerpo lleno de llagas. Si les decís: “¿Cómo van las cosas?” dándoles una palmada amistosa en la espalda, su aura se crispa, porque es muy delgada, y esto es signo de que no tienen mucho amor. Mientras que las personas que tienen un aura muy ancha, podéis decirles lo que queráis, no les molesta, no se ofenden, porque tienen mucho amor. Así pues, si sois tan sensibles a las críticas y a las ofensas, no tratéis de justificaros, sencillamente es que no poseéis bastante amor para llenar las brechas y construir gruesas paredes con el fin de impedirles el paso a las corrientes negativas.

      En cuanto a la sabiduría, os indica el camino hacia arriba, porque no es abajo, a ras de tierra, dónde se adquiere un correcto conocimiento de las cosas. Aquél que quiere ver lo que sucede en el valle, debe subir hasta una cima; una vez arriba, no sólo ve, sino que también está protegido, los enemigos no pueden alcanzarle. Y, un día, logra reunirse con Aquél a quien los Salmos llaman el Altísimo; entonces, incluso en medio de la tempestad, algo en él es capaz de permanecer ahí, en las alturas dónde nada puede perjudicarle.

      El espesor corresponde al sentimiento, porque el sentimiento, el calor trabaja para redondear y ampliar las cosas; mientras que la sabiduría, la luz las arrastra hacia arriba. Actualmente son los pesares y las dificultades las que hacen reflexionar a los humanos y mostrarse más sabios. Pero este período pasará, y un día será la alegría y el gozo lo que acompañarán a la sabiduría.

      El pastor que no infringe las leyes mantiene a los lobos a distancia: tienen miedo de él porque sienten que es muy fuerte. Y esta fuerza se comunica a las ovejas, que se vuelven audaces, se unen para impedir que entren. Se dice que las ovejas son temerosas. No, es un error; son temerosas si su dueño se ha debilitado viviendo en el desorden y la desarmonía.

      Lo que os digo aquí es ante todo cierto para el cuerpo físico. Cuando el ser humano no vive una vida inspirada por la sabiduría y el amor, sus ovejas, es decir las células de todos sus órganos sufren las consecuencias: ya no tienen la misma vitalidad, se puede incluso decir que están desanimadas; entonces, cuando aparece la enfermedad, son incapaces de combatirla. El general que quiere comunicar a sus hombres el impulso necesario para que sean capaces de rechazar al enemigo, debe por su parte dar pruebas de integridad, de fuerza de espíritu. Si se abandona, los soldados harán como él. En todos los ámbitos, se repite la misma ley.

      Cada uno de vosotros debe convertirse en un pastor vigilante y proteger sus ovejas, no sólo comprobando cada día que no hay ninguna brecha en la cerca, sino también reforzando esta cerca y poniendo perros guardianes. Desde el instante en que sentís una cierta irritación, nerviosismo, desánimo, inspeccionad vuestra cerca: debe haber una brecha. Si un lobo pasa por allí, y forzosamente pasará en un momento u otro, entrará y devorará algunas de vuestras ovejas.

      Alguien viene y me dice: “No sé por qué, pero me siento raro, todo me cansa, me irrita, y no siento placer por nada…” Pues bien, para mí está claro: ha dejado que se formaran algunos agujeros en su aura y sus energías se van por estos agujeros. Ahora debe ocuparse de taparlos.

      Haced este experimento durante al menos una semana: vigilad vuestros pensamientos y vuestros sentimientos, esforzaos en no ceder ante ningún movimiento negativo, colocaos bajo la ley del amor y de la sabiduría. Sentiréis cómo vuestra cerca se ensancha y se eleva por encima suyo, y os sorprenderéis al comprobar cómo acontecimientos y situaciones que antes os causaban irritación y os atormentaban, ahora ni siquiera os alcanzan.

      ¿Queréis llegar a convertiros en un sabio así? No dejéis pasar un sólo día sin pensar en tapar las grietas, en reforzar el recinto que os protege, con el fin de que ningún lobo pueda entrar y devorar vuestras ovejas. Nunca se toman suficientes precauciones. Mientras estemos en la tierra, nos encontraremos con lobos; es inútil tratar de suprimirlos para salvar a las ovejas, no lo conseguiremos, y esto no nos incumbe a nosotros. Nuestra tarea consiste en estar vigilantes y reforzarnos.

      Si los lobos existen es porque hay un Creador que se ocupa de ellos, y debemos aceptar su presencia. Tienen derecho a merodear alrededor de los rediles. Pero el pastor, a su vez, no sólo tiene el derecho sino el deber de protegerse y de proteger a su rebaño. Si no lo protege y el lobo ataca a las ovejas, sólo debe culparse a sí mismo.

      Diréis: “Pero si me confío a Dios, si Le amo, Él me protegerá.” No, si no estáis atentos, vigilantes, ni siquiera vuestro amor por Dios os salvará. Dios os dirá: “¿Tu me amas? Está muy bien, pero, ¿por qué quieres que sea yo quien haga todo el trabajo?” Ni vuestro amor, ni todas vuestras buenas cualidades pueden excusaros de no estar vigilantes. Ninguna virtud puede reemplazar la vigilancia.

      Diréis: “Pero, ¿acaso las entidades luminosas del mundo invisible no nos protegen?” Sí que lo hacen, sólo que no están únicamente ahí para protegernos, también están ahí para educarnos, y a menudo dejan que nos desenvolvamos solos. Un niño pequeño siempre tiene a su lado a alguien que le vigila para que no le suceda nada malo: sus padres, sus abuelos, sus hermanos y hermanas mayores u otras personas. Pero, poco a poco, comienzan a dejarle solo con el fin de que aprenda a ser responsable de sus actos. Pues bien, lo mismo sucede respecto a la vida interior.

      Hasta un cierto punto, existen en el mundo invisible entidades que os cuidan. Pero cuando habéis adquirido una cierta madurez espiritual, os dicen: “Ahora tu mismo debes vigilarte.” Los creyentes cometen un gran error imaginando que el Cielo está ahí para protegerles; no, está ahí sólo cuando ellos también lo están. El Cielo nos deja a veces expuestos a grandes peligros, y si no hemos tomado todas las precauciones necesarias, evidentemente, sucumbiremos.

      En circunstancias excepcionales, puede ocurrir que algunos seres sean protegidos. En estos casos, aunque inconscientemente corrían hacia su perdición, fueron salvados, porque un ángel en forma de intuición, de un presentimiento, les previno del peligro. Pero aquellos que tienen el privilegio de estar protegidos de esta manera, es debido a que, en el pasado, dieron muestras de una gran vigilancia.

      En realidad, ¡cuántas veces en vuestra vida habéis ya gozado de esta protección! En efecto, ¡de cuantos peligros, de los que no erais conscientes, habéis escapado! Pero no toméis este pretexto para dejar de lado la atención. Debéis mantener vuestra vigilancia en todos los terrenos. ¡Hay que tomar cada día tantas precauciones para que lo que os es útil, incluso indispensable, no se vuelva contra vosotros! Cerrar los grifos de agua y del gas, vigilar el fuego