Os ha dado un cerebro, unos ojos, unas orejas, unos pies, unas manos y os dice: “Tenéis todos estos instrumentos, utilizarlos, y es esto lo que os protegerá. Cuando los utilicéis, unas entidades luminosas estarán también ahí para protegeros.”
Pensáis que Dios vendrá a ocuparse de los negocios que habéis empezado y que no habéis acabado, de los errores que habéis cometido y que no habéis corregido, y que evidentemente cada vez los solucionará a favor vuestro. Pues bien, no; sois vosotros quienes debéis hacer lo necesario y no contar tanto con Él. Si ponéis un cubo debajo de una gotera, cuando llueva, hay alguna esperanza de que se llene de agua; pero si no lo ponéis, no esperéis que se llene. Si plantáis una semilla en la tierra, hay la esperanza de ver crecer una planta, pero si no sembráis nada, no esperéis nada.
Diréis: “Pero esto es pueril, ya lo sabemos”. ¿Estáis tan seguros? No abrís vuestro corazón al agua divina y sin embargo esperáis que se llene. No sembráis pensamientos y sentimientos de amor, de generosidad, y esperáis vivir en paz y alegría. Cuando debéis tomar un objeto para dárselo a alguien, ¿acaso ponéis vuestra atención, vuestra conciencia en este gesto?... No, lo hacéis maquinalmente. Pues bien, a partir de ahora, poned atención en darle algo más, añadid un buen pensamiento, un buen sentimiento, un buen deseo para esta persona.
Y tomemos el ejemplo de las parejas. Un hombre y una mujer se conocen, durante algún tiempo cada uno pone atención con el fin de complacer al otro. Pero el día en que obtienen lo que desean: vivir juntos, casarse, ya no se creen tan obligados a esforzarse, y se abandonan. Diréis que la vida diaria es tan absorbente, ¡hay tantas preocupaciones, obligaciones y cosas en las que pensar! Estoy de acuerdo. Pero al menos hay una solución: mantener una pequeña distancia. En efecto, incluso aunque vivan juntos, los hombres y las mujeres obtendrían ventaja si mantuvieran una cierta distancia para evitar caer en esta familiaridad vulgar que caracteriza la vida diaria cuando no se está vigilante.
Es bueno que en una pareja cada uno conserve con respecto al otro un poco de secreto y de misterio, con el fin de mantener el interés, la curiosidad hacia algo nuevo, desconocido. Es lo desconocido lo que protege esta atracción que los seres humanos sienten entre sí, y es a menudo por falta de atención que pierden el amor. ¡Cuántas confidencias he recibido de hombres y de mujeres que se quejaban del desgaste de su amor! En efecto, con el tiempo, se vuelven descuidados, se olvidan las reglas elementales de la moderación, del pudor, de la estética.
La atención conserva el amor, y también conserva la vida. Por tanto, prestad atención a todas las criaturas con las que os encontréis en vuestro camino, no sólo con los humanos sino también con las flores, las mariposas, los pájaros, las gotas de rocío. Este consejo, podéis aplicarlo igualmente a vuestro mundo interior. Las mariposas y los pájaros son las presencias de seres invisibles que pueden volar y cantar en vuestro interior. A veces, cuando abrís vuestra ventana por la mañana, sentís como si unos pájaros cantaran en vuestro interior, como si brillaran gotas de rocío sobre las flores y las hojas de vuestra alma. Poned atención a esta sensación, no dejéis que se desvanezca sin intentar retenerla por lo menos durante un instante.
La vigilancia debe manifestarse en las cosas más pequeñas, incluso en vuestra manera de ordenar vuestra habitación, por la noche, antes de acostaros, porque seres angelicales pueden venir a visitaros durante la noche, y si ven vestidos y objetos fuera de sitio, no se sienten muy felices con este espectáculo y corréis el riesgo de que no vuelvan más. Arreglad cada noche vuestra morada como si debierais recibir invitados, amigos.
Y como el mundo invisible está lleno de habitantes de toda clase, si no queréis ser molestados durante vuestro sueño por ciertos visitantes malévolos, podéis dejar algo junto a vuestra cama: una oración, un pensamiento que hayáis escrito, una imagen santa, la fotografía de un sabio, de un Iniciado. Por mediación de ella os ponéis bajo la autoridad y la protección de un Ser que extiende su benevolencia sobre todas las criaturas.8
En los Evangelios Jesús dice: “Cuando el pastor ha sacado todas sus ovejas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz... Yo soy el buen pastor y conozco a mis ovejas y las mías me conocen a mí...” Pero esta parábola del buen pastor no debe solamente ser comprendida en su dimensión cósmica: Cristo, pastor de las almas en el universo entero; también debe ser comprendida en su dimensión mística. Nuestro Yo superior9 representa a Cristo en nosotros, Él es el buen pastor vigilante, iluminado; y las ovejas, nuestras células, deben escuchar su voz y seguirle.
5 Mirada al más allá, Col. Izvor n° 228, cap. XVI: “Los viajes del alma durante el sueño”.
6 Nuestra piel espiritual, el aura, Folleto n° 309.
7 La fe que mueve montañas, Col. Izvor n° 238, cap. XIII: “Rabota, vrémé, véra: el trabajo, el tiempo, la fe”.
8 Mirada al más allá, Col. Izvor n° 228, cap. XV: “Protegerse durante el sueño”, y “En espíritu y en verdad”, Col. Izvor n° 235, cap. XII: “La imagen, simple soporte para la oración”.
9 La vida psíquica: elementos y estructuras, Col. Izvor n° 222, cap. XIII: “El Yo superior”.
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