empezarás a purificar y construir tu mundo interno y a medida que avances, pasando de revelación en revelación y de realización en realización, descubrirás la total falta de poder de las cosas externas cuando las comparas con el poder mágico de un alma gobernada por sí misma.
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Si quieres rectificar el mundo que te rodea,
y abolir sus males y aflicciones,
hacer que florezcan sus lugares salvajes,
y que broten rosas en sus áridos desiertos,
entonces, rectifícate a ti mismo.
Si quieres sacar al mundo que te rodea
de su largo y solitario cautiverio en el pecado,
reparar todos los corazones rotos,
eliminar la angustia y dar dulce consuelo,
entonces, transfórmate a ti mismo.
Si quisieras curar al mundo que te rodea
de su larga enfermedad, terminar su angustia y dolor, traer alegría sanadora
y dar a los afligidos nuevo descanso,
entonces, cúrate a ti mismo.
Si quisieras despertar al mundo que te rodea
de su sueño de muerte y oscura lucha,
traerle amor y paz,
y luz y brillo de vida inmortal,
entonces, despiértate a ti mismo.
Capítulo 3
Cómo salir de condiciones indeseables
Habiendo visto y comprendido que el mal es solo una sombra pasajera proyectada por nosotros mismos, e impide el paso a la Bondad Eterna, y que el mundo es un espejo donde nos vemos reflejados, ahora ascenderemos con paso fácil y firme al plano de la percepción, pues es desde allí que surge la efectividad de la Ley de Causa y Efecto.
Luego, mediante la comprensión de esta ley, es más fácil comprender que todo lo que hay en el universo está incluido en una incesante interacción de causa y efecto y que nada está exento de esta ley, la cual reina con supremacía desde el más trivial pensamiento, palabra o acto del hombre hasta las agrupaciones de los cuerpos celestiales que lo conforman. No existe, ni siquiera por un momento, una condición arbitraria, ya que tal condición sería una negación y aniquilación de esta ley.
Por lo tanto, cada condición de la vida está ligada a una secuencia ordenada, armoniosa, y contiene un secreto dentro de ella misma. La ley que afirma que “el hombre cosecha aquello que siembra” está inscrita en letras luminosas sobre el portal de la eternidad y nadie puede negarla, engañarla, ni escapar de ella.
Aquél que se atreva a poner la mano en el fuego deberá sufrir la quemadura hasta que esta sane por sí misma y ni maldiciones, ni oraciones servirán para alterar ese efecto.
Es precisamente esa misma ley la que gobierna la región de la mente. El odio, la ira, los celos, la envidia, la lujuria, la codicia, todos ellos son fuegos que queman; por lo tanto, cualquiera que siquiera los toque sufrirá los tormentos de la quemadura.
A todas estas condiciones de la mente se les considera como el “mal”, porque son los esfuerzos del alma para, en medio de su ignorancia, alterar la ley y, por tanto, llevan al caos y a la confusión interna; y tarde o temprano, actúan sobre las circunstancias externas en forma de enfermedad, fracaso y desventura, junto con angustia, dolor y desesperanza.
En cambio, el amor, la gentileza, la buena voluntad y la pureza son aires refrescantes que respiran paz sobre el alma que los necesita, y, estando en armonía con la Ley Eterna, toman forma de salud, paz, éxito ilimitado y buena fortuna.
Una profunda comprensión de esta Gran Ley que rige el universo conduce a la adquisición del estado mental conocido como obediencia.
Saber aceptar que la justicia, la armonía y el amor son supremos en el universo es tan importante como saber admitir que todas las condiciones adversas y dolorosas son el resultado de nuestra desobediencia a dicha ley.
Tal conocimiento conduce a la fuerza y al poder, y es solamente sobre tal conocimiento que es posible construir un éxito continuo y alcanzar la felicidad.
Ser paciente ante cualquier circunstancia, y aceptar todas las condiciones como factores necesarios en tu formación y desarrollo, es elevarte por encima de todas las condiciones dolorosas y superarlas con la plena seguridad de que no volverán.
Porque gracias al poder que otorga el hecho de acatar dicha ley desaparecerán por completo todas las circunstancias adversas que se te presentan.
Alguien así de obediente trabaja en armonía con la ley. De hecho, se ha identificado con ella y cualquier meta que conquiste será para siempre y todo lo que construya jamás será destruido.
La causa de todo el poder, así como de toda la debilidad, se encuentra en nuestro interior; por lo tanto, allí se encuentra el secreto de toda nuestra felicidad, así como el de toda nuestra desgracia.
No hay progreso que no parta de nuestro desarrollo interior, ni hay progreso seguro hacia la prosperidad, ni hacia la paz, excepto a través de un avance ordenado en el conocimiento.
Si eres una de aquellas personas que se siente encadenada por las circunstancias, si clamas por mejores oportunidades, por un alcance más amplio y por mejores condiciones físicas, es muy posible que, sin darte cuenta y desde tu interior, estés maldiciendo al destino que te mantiene atado de pies y manos.
Es para ti que escribo; es a ti a quien me dirijo. Escucha y deja que mis palabras se marquen con hierro candente en tu corazón, porque esto que te digo es verdad: lograrás mejorar la condición de tu vida externa, si resuelves sin titubeos mejorar tu vida interior.
Yo sé que este camino parece estéril y poco atractivo al principio (la verdad siempre es así, solo el error y el engaño son fascinantes y seductores desde el principio), pero si te dedicas a caminar en él, y disciplinas tu mente con perseverancia erradicando tus debilidades y permitiendo que las fuerzas de tu alma y tus poderes espirituales se desenvuelvan, te asombrarás de los cambios mágicos que ocurrirán en tu vida exterior.
A medida que procedas, se cruzarán en tu camino excelentes oportunidades y dentro de ti surgirán el poder y el juicio para utilizarlas de la mejor manera posible. Amigos verdaderos vendrán a ti sin ser llamados; almas con las que congenies serán atraídas hacia ti como la aguja atrae al imán; y todas las ayudas externas que requieras llegarán sin que las busques.
Tal vez en estos momentos las pesadas cadenas de la pobreza cuelgan sobre ti; quizás estás solo, sin amigos, añorando con vehemencia que tu carga se aligere, pero esta sigue ahí, haciéndote creer que estás envuelto en una oscuridad cada vez más profunda.
Quizá te quejas, lamentas tu suerte; culpas a tu pareja, a tus padres, a tu empleador o a situaciones injustas que te han dejado en la pobreza y con dificultades, mientras quienes te rodean parecen vivir rodeados de lujos y sin problemas.
Cesa ya de quejarte y angustiarte; ninguna de esas circunstancias a las que culpas es la causa de tu pobreza; la verdadera causa está dentro de ti; y donde está la causa, ahí también está el remedio.
El mero hecho de que seas quejumbroso demuestra que mereces tu situación, que te falta ese tipo de fe que es la base para todo esfuerzo y progreso.
En un universo de ley no hay lugar para aquellos que siempre están quejándose y preocupándose. La preocupación es el suicidio del alma. Con esta misma actitud refuerzas las cadenas que te atan y atraes la oscuridad que te envuelve. Cambia tu punto de vista sobre la vida y cambiarás tu vida externa.
Fortalece tu fe y tus conocimientos, y hazte digno de mejores entornos y mayores oportunidades. Primero, asegúrate de estar haciendo lo mejor con lo que ya tienes.
No te engañes suponiendo que obtendrás mejores oportunidades haciendo caso omiso de las más pequeñas, porque si lo haces, el