Javier Tapia

Mitología H.P. Lovecraft


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de citas, propasándose con una sirvienta, solicitando los servicios de una prostituta ni nada por el estilo, pero todos sabemos que para tener una sexualidad intensa nada de lo anterior hace falta, incluso si hay castración maternal o complejo de Edipo, y a Lovecraft la sexualidad como hecho social no le interesó nunca. Su intimidad, su verdadera intimidad, solo la conoció él, nadie más, y fue un asunto que jamás externó ni dio motivos para que alguien pensara que le preocupaba lo más mínimo.

      Leer, sobre todo libros viejos y olvidados donde buscaba y rebuscaba los arcanos que le dieran una clave a la existencia, desde su más tierna infancia hasta sus últimos años fue lo que realmente le importaba, y no las relaciones físicas reproductivas o lúdicas que podía ejercitar cualquier animal sexuado.

      La búsqueda final

      En los últimos seis años de su vida, tres en casa de sus tías y tres prácticamente en la consulta del médico o en el hospital, Lovecraft se dedicó a viajar por los estados y las ciudades vecinas a Rhode Island y Providence, en busca de libros imposibles y objetos curiosos, como quien busca una llave para abrir la puerta de lo insondable, para desvelar el misterio de la existencia.

      La ciencia normal y académica deja de interesarle pues descubre que, como la literatura, el amor y la religión, está algo o muy amañada y es incapaz de dar respuesta a sus inquietudes tanto como a sus padecimientos físicos, que cada vez son mayores.

      El mundo onírico es cada vez más intenso, tanto en pesadillas como en sueños lúcidos que algunos califican como viajes astrales, y la figura de su alter ego, Randolph Carter, el viajero de los sueños, se hace cada vez más presente.

      Su cuerpo físico, casi anoréxico por la desnutrición crónica, lo mantiene atado a un mundo real que le molesta, y no porque no lo comprenda, sino porque lo comprende demasiado.

      En 1932 muere una de sus tías, la señora Clark, y se queda a vivir con su otra tía, la señora Gamwell, hasta 1933. Ahí se pierde de vista su residencia, pero aún no su presencia en este mundo, que le da un golpe más en 1936 con el suicidio de su estimado Robert E. Howard, con el que compartía un gran amor por lo arcaico más allá del personaje Conan y sus aventuras, como el Mundo Medio o las civilizaciones anteriores a lo que conocemos como civilización, donde Lamelia, Cimeria y Acadia están naciendo y hay dioses vivientes, seres de otras razas y una conexión con culturas aún más viejas, más arcaicas, más primigenias.

      En sus últimas cartas a sus amigos y seguidores, Lovecraft lamenta no haber escrito nunca una obra extensa y contundente que le cerrara la boca a todos sus críticos, a pesar de que Las sombras sobre Innsmouth, de 1936, casi lo consiguió; pero se lamenta más de los padecimientos físicos y de sus crisis nerviosas, como si hubiera heredado la sífilis de su casi desconocido padre, a pesar de haber llevado una vida sana y solitaria.

      Asiduo a las tinieblas es quizá su última obra, y también una forma de acercarse a la muerte o a la tierra de los sueños una vez abandonado el cuerpo en esta dimensión, donde sería Randolph Carter de nuevo y se olvidaría para siempre del presuntuoso, puntilloso, orgulloso, debilucho y engreído Howard Phillips Lovecraft, que finalmente moriría de cáncer intestinal y deficiencia renal en el Jane Brown Memorial Hospital de Providence, donde fue internado el 10 de marzo de 1937, para morir cinco días después, el 15 de marzo de 1937. Fue sepultado el 18 de marzo en el mausoleo familiar de los elevados Phillips, en el cementerio de Swan Point, como todo buen caballero de clase alta.

      August Derleth y Donald Wandrei, amigos personales y seguidores de la obra de H. P. Lovecraft, fundaron Arkham Editorial para publicar la obra del fallecido con la dignidad que siempre había merecido y que ningún editor le dio.

      En La llave de plata (1936), que puede abrir las puertas de otras dimensiones, realidades y mundos, Lovecraft antecede lo que será su desaparición de este mundo de una forma literaria, dejando atrás tanto su propio cuerpo como al mundo extraño que le tocó vivir, escarbando en lo antiguo para encontrar algo mejor que lo moderno o que el terrible futuro que siempre se avecina sobre una especie mediocre, vulgar y caótica como lo es la humana, despreciable en muchos sentidos y salvada solo por unos cuantos seres de verdad sensibles, creativos y geniales, quienes, como él, sufrían la estulticia del resto y a menudo se veían opacados por la religión, la ciencia académica, el Estado opresor y, lo que es peor, por sus propios congéneres, esos seres abyectos e ignorantes que conforman en masa a la sociedad humana.

      Religiones Lovecraftianas

      Como veremos más adelante, todos los hombres del rey, o Círculo Lovecraft, nunca fue una secta y mucho menos una religión, sino una broma epistolar donde el propio Lovecraft era el Sacerdote Mayor, y el resto de los participantes escritores, lectores y amigos que jugaban con supuestas claves mágicas y extraños descubrimientos arqueológicos, burlándose unos de otros y haciendo mofa, sobre todo, precisamente de las creencias absurdas de las religiones que en el mundo han existido, con lo que los verdaderos cultos a Cthulhu y al propio Lovecraft se dan después de su muerte, algunos centrados en lo arcano y lo arcaico, con sus primordiales y dioses cósmicos; y otros decantados hacia el ateísmo acérrimo o al satanismo, las drogas, el movimiento punk, el rock metálico en honor a Azathoth, con el hilo conductor de los textos del venerado Lovecraft, atendiendo a la llamada de Cthulhu.

      Las hay con un marcado sentido del humor tanto negro como mítico, que se burlan, sobre todo, de las religiones y de las absurdas creencias en que estas se fundamentan, donde Cthulhu es siempre un pulpo capaz de comerles el cerebro a los humanos, pero que en realidad solo come espagueti.

      Existen, también, seguidores de Cthulhu en el mundo del cómic y de los tatuajes desde hace muchos años, aunque jamás hayan leído directamente la obra de Lovecraft, porque lo que importa es el espíritu libre y contestatario de Lovecraft.

      La mitología de Lovecraft está presente en casi toda la producción de DC Comics y del Universo Marvel, con la diferencia que en sus cómics y películas existen héroes esperpénticos que salvan al mundo de las huestes de Cthulhu, en lugar de permitir que estas huestes acaben con la humanidad.

      Matar a los Dioses Cósmicos para preservar a una raza mediocre, estulta y débil sería para Lovecraft toda una grosería, pero ningún profeta o mesías, una vez muerto o desaparecido, ha sido capaz de controlar las locuras de sus seguidores.

      Según Lovecraft, el culto a Cthulhu debería tener unos tres mil millones de años de existencia, porque nació sin duda con la aparición de la vida en el planeta.

      Cthulhu ha sido adorado por las proteínas mismas, los seres unicelulares, las plantas, las algas, los peces, los dinosaurios, los primeros mamíferos y por todas las versiones de la raza humana que han existido hasta ahora, y seguirá siendo adorado por lo menos hasta que el planeta desaparezca, ya sea dentro de un instante o dentro de cinco mil millones de años, o quizá más.

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