for globality?
J. Alberto Navas Sierra
Vigilancia y disciplina en tiempos de pandemia: ¿se expande en Occidente el modelo chino?
Supervising and social discipline during pandemics. Is it an expansion of the Chinese model into The West?
Beatriz Eugenia Campillo Vélez
The competition between China and the United States during the covid-19 pandemic: Adaptation scenarios for South American foreign policy
René Alonso Guerra Molina
Reynell Badillo Sarmiento
Javier Ernesto Ramírez Bullón
Nuevas pestes, nuevos principados
New plagues, new principalities
Eduardo J. Vior
Terrorismo y covid-19: reordenamiento del terrorismo global
Terrorism and covid-19: Reordering global terrorism
César Niño
Redefining global value chains: An analysis based on the challenges posed by covid-19
Alejandra del Rosario Guardiola
Introdución
Son pocos los momentos en la historia en que a las sociedades se les presenta la oportunidad de repensarse, puesto que a menudo se ven atrapadas en el torbellino de las urgencias cotidianas. Tenemos ahora la oportunidad de disfrutar de una pausa que debe ayudarnos a reflexionar sobre nosotros mismos.
Josep Borrell, Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y Vicepresidente de la Comisión Europea.1
La covid-19 es la primera gran epidemia de la globalización, convertida en pandemia. Luego de treinta años de un proceso globalizador con diferentes situaciones de crisis y de agravamiento de problemas globales —como depresiones financieras, efectos del calentamiento global, malestar social ante los niveles de inequidad en la distribución del ingreso y serias complicaciones por migraciones masivas—, se suman ahora los efectos de consecuencias insospechadas para el futuro de la humanidad, con la actual pandemia dentro de una amplia gama de diferentes coronavirus.
En efecto, la pandemia de covid-19 es una de las variantes del coronavirus existente hace ya un buen tiempo y es la tercera emergencia de un coronavirus en veinte años, si se tiene en cuenta el sars (síndrome respiratorio agudo grave) en el 2003, el mers (síndrome respiratorio de Oriente Medio) en el 2012 y ahora la covid-19 (menos virulento, pero más transmisible), que al no disponer de vacuna para su tratamiento ocasionó preocupación en el planeta.
El mundo ha tenido epidemias recientes como el ébola en África, la encefalitis espongiforme bovina (vaca loca) en Europa, la gripe aviar H5N1 en Asia o la influenza H1N1 en México. La actual covid-19 fue prevista por el Comité Nacional de Inteligencia de Estados Unidos que mencionó, en su informe del 2008, el riesgo de una enfermedad respiratoria nueva y muy contagiosa para la que no existe tratamiento. Y cuando Estados Unidos estaba investigando y ayudando a África occidental a luchar contra el ébola y a prevenir su expansión, el presidente Obama, durante una visita al Instituto Nacional de Salud en el 2014, dijo estas palabras premonitorias: “Puede y probablemente llegará un momento en que tengamos una enfermedad que es mortal en el aire. Y para que podamos lidiar con eso de manera efectiva, tenemos que establecer una infraestructura, no solo aquí en casa, sino a nivel mundial, que nos permita verla rápidamente, aislarla rápidamente, responder rápidamente”2; términos bien alejados de los de su sucesor, el presidente Trump, que inició su gobierno con medidas de reducción de gastos gubernamentales para las instituciones oficiales encargadas de investigar las pandemias y cuyo comportamiento errático frente a la covid-19 ha sido bien conocido.
Los coronavirus son una gran familia, con las características de ser virus de arn (ácido ribonucleico), y la covid-19 es de los alfa-coronavirus presentes en los mamíferos, pero también hay otros coronavirus de esta familia, como los betacoronavirus adaptados principalmente a los murciélagos y poco adaptados a los humanos. Por eso, al pasar a los humanos, hay un choque entre el microorganismo y el humano que lo aloja, sin dejar de mencionar que existen además los gamma y los delta-coronavirus, presentes en otras especies de animales.
La realidad es que las epidemias han venido aumentando con mayor frecuencia y, en su mayoría, corresponden a enfermedades producidas por transmisiones de agentes patógenos entre animales y humanos, pues la deforestación ha ejercido una presión tremenda en los animales que son expulsados de sus hábitats naturales. Esto ha facilitado el cruce con humanos en ecosistemas desequilibrados, quienes a su vez están cada vez más hacinados en grandes centros urbanos y disponen de facilidades de desplazamiento aéreo masivo que moviliza los virus entre distintos lugares del planeta. Josep Borrell, vicepresidente de la Comisión Europea, lo explica en estos términos:
La causa de la pandemia no son los animales salvajes. Su origen es la deforestación, la pérdida de hábitats naturales de la fauna, la reducción de la biodiversidad y la sobreexplotación de los recursos que pone a las especies salvajes en contacto con poblaciones humanas muy densas. Esta crisis lleva la marca indiscutible de la sobrecarga de los ecosistemas: es una crisis que vuelve a nosotros como un bumerán. Por lo tanto, es imprescindible que la lucha por la preservación de la biodiversidad se convierta hoy más que nunca en un componente fundamental de la lucha contra el cambio climático.3
Es recomendable entonces tomar conciencia de que la aparición de enfermedades infecciosas está directamente vinculada a la relación con la naturaleza y con la biodiversidad. En la pospandemia, no se trata de pasar a tomar represalias contra ciertas especies exterminándolas, pues el murciélago, por ejemplo, causante de varias de las epidemias, no es solamente un depósito de virus, sino también un polinizador de plantas y un depredador de insectos con un papel predominante en los ecosistemas. Sin embargo, los ecosistemas han sido subvalorados y no han recibido suficiente atención cuando el mayor estudio de plantas y animales puede contribuir a la adquisición de nuevos conocimientos, en especial para el campo de la salud, y a la corrección de técnicas agrícolas de crianza para que no continúen siendo fuente de proliferación de agentes patógenos infecciosos como ocurrió con la gripe aviar.
La covid-19 ha impactado como fenómeno mundial al ocurrir en un mundo interdependiente e interconectado que ha permitido un seguimiento de la evolución de la pandemia y la adopción de medidas similares en todo el planeta, pero a la vez ha sido sobredimensionada en las redes sociales con informaciones exageradas, muchas veces con noticias falsas que contribuyen a un clima de angustia y zozobra. Lo importante y esperanzador es que esta pandemia vivida en el mundo en tiempo real podría llevar a la humanidad a repensar muchos de sus ideales y propósitos, y a replantear soluciones globales efectivas, pues las condiciones están dadas no para la actuación individual, solitaria y egoísta de los países, sino para una profundización del trabajo solidario y el afianzamiento de dispositivos globales y multilaterales. A este respecto, Yuval Noah Harari opina:
La humanidad necesita tomar una decisión. ¿Recorreremos el camino de la desunión o adoptaremos el camino de la solidaridad