Zoia Bozu

El portafolio del profesorado en educación superior


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J. Cisneros-Cohernour, Universidad Autónoma de Yucatán, México.

      Galo E. López Gamboa, Universidad Autónoma de Yucatán, México.

      Laia Lluch Molins, Universidad de Barcelona, España.

      Elena Cano García, Universidad de Barcelona, España.

      Ilustración de cubierta de Luz Arango y diseño de César Yepes.

       Contenido

       Francisco Imbernón

       Zoia Bozu

       Milena Alcocer Tocora

       María del Rosario Navarro Botero

       Inéride Álvarez Suescún

       Clara Inés García Blanco

       Capítulo 2. El portafolio como estrategia formativa para evaluar y mejorar la docencia: una experiencia en educacion superior

       María Isabel Arbesú García

       Capítulo 3. El portafolio digital docente en la formación en línea de profesores de ELE: una experiencia de acompañamiento

       Joan-Tomàs Pujolà

       Ma Vicenta González Argüello

       Capítulo 4. Repensando la valoración del trabajo académico de excelencia: usos y posibilidades del portafolio del profesorado en la Universidad de los Andes

       Gary Cifuentes

       Capítulo 5. Experiencias en la implementación del portafolio docente como instrumento de evaluación formativa y de acreditación en una universidad mexicana

       Edith J. Cisneros-Cohernour

       Galo E. López Gamboa

       Capítulo 6. El portafolio docente: una estrategia de reflexión para la autorregulación de la tarea docente

       Laia Lluch Molins

       Elena Cano García

       PARTE 2GUÍA PARA EL PROFESORADO QUE SE INICIA EN LA METODOLOGÍA DEL PORTAFOLIO DOCENTE

       Guía para el profesorado que se inicia en la metodología del portafolio docente

       Zoia Bozu

       Milena Alcocer Tocora

       Conclusiones

       Zoia Bozu

       Milena Alcocer Tocora

       Evaluar y mejorar el desarrollo profesional del profesorado universitario

      FRANCISCO IMBERNÓN*

      Desde muchas instancias, voces, políticas, administraciones y universidades se pide un cambio de la universidad en consonancia con todo lo que ha cambiado en los últimos tiempos (la vertiginosidad y la mutabilidad rápida del conocimiento, las nuevas actitudes y redes sociales, los nuevos retos profesionales, el uso masivo de la tecnología...). Ese cambio se vive más intensamente en la universidad desde el punto de vista del tratamiento de la investigación en la materia científica. La docencia pertenece a otro mundo, ya que existen dos mundos universitarios: el mundo del discurso académico, la teoría científica y la investigación de esta y el mundo de la docencia y la práctica de esta. ¿Se podrán reconciliar, equilibrar y establecer cánones de convivencia entre ellos? Creemos que es y debería ser posible.

      La profesión docente universitaria se desarrolla por diversos factores: la categoría académica, la cultura de las facultades, las cátedras, los departamentos, las universidades, el salario, la demanda del mercado laboral, el clima laboral en las instituciones en donde se trabaja, la promoción dentro de la profesión, las relaciones de poder, las estructuras jerárquicas, la carrera docente, etc., y, por supuesto, por la formación que esa persona va realizando a lo largo de su vida profesional. La mejora de la formación ayudará a ese desarrollo profesional. Para cambiar la educación se ha de cambiar el profesorado y a eso ayuda la formación, pero también se han de cambiar los modelos organizativos y de gestión. O sea, el contexto donde se realiza el trabajo.

      El desarrollo profesional necesita, por tanto, de nuevos aprendizajes que requiere el profesorado para llevar a cabo su profesión, y de aquellos aspectos laborales y de aprendizaje asociados a la universidad como institución en donde trabajan un colectivo de personas. La formación se legitimará entonces cuando contribuya a ese desarrollo profesional del profesorado en el ámbito laboral y de mejora de los aprendizajes profesionales.

      Todo ello debe evaluarse para continuar mejorando y una de las mejoras formas es mediante la construcción de una carpeta o portafolio docente, ya que es reconocer el carácter específico profesional del profesorado y la existencia de un espacio donde este pueda ser ejercido. Asimismo, implica reconocer que los profesores pueden ser verdaderos agentes sociales, planificadores y gestores de la enseñanza-aprendizaje, y que pueden intervenir, además, en los complejos sistemas que conforman la estructura social y laboral.

      Desde hace tiempo no se duda que cualquier profesional se ha de formar a lo largo de su vida con una intencionalidad de mejora profesional. Y esa formación se realiza, en un primer momento, para profesionalizarse, para establecer las competencias de la socialización profesional, y, en un segundo momento, para encontrar soluciones a las situaciones problemáticas en el ámbito de trabajo que se desarrolla. Así, realizar constantemente una autorreflexión sobre lo que se hace es imprescindible para la mejora de la práctica profesional universitaria.

      Ya sabemos que el conocimiento profesional pedagógico integra la teoría que tiene el profesor/a (componente estático) y la experiencia práctica (componente dinámico) o, mejor, como un saber y hacer con varias componentes que beben o se nutren de la teoría y de la experiencia, de las que extraen información para, tras una elaboración personal, producir teorías prácticas sobre las finalidades de la educación, la naturaleza de los saberes académicos y la visión de cómo estos son aprendidos por los alumnos. Su construcción participa del dinamismo y la evolución que caracteriza a todo aprendizaje, ya que el conocimiento del