Raúl Trejo Delarbre

La imaginación metodológica


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partir de entonces, la sistematización de esa experiencia se ha encontrado con la necesidad de hacerlo, a su vez, con los modos de hacer, y con ello nace la metodología, entendida como la organización de las prácticas y preceptos, de las rutinas y rutas de obtención y organización de los datos para convertirlos en información (saberes) sobre el funcionamiento del mundo, la metodología se convirtió en el proceso más dinámico de la investigación en tanto que, asumiendo su papel de ser la estructura organizativa de aquella, la idea de organización se tradujo como la propiedad encargada de evaluar el entorno, modificarse y, en última instancia, adaptarse a las condiciones que tanto la problematización como el contexto le imponen.

      Así, lejos de la mala prensa de la que goza la metodología de representar una instancia rígida, inflexible y gobernada por la inercia, podemos decir que “lo metodológico” es lo inverso: la instancia más plástica, creativa y adaptable del proceso de investigación. Determinada por constantes cambios en el entorno, por la multicontingencia de los factores que afectan su desempeño, por la volatilidad sistemática de los objetos y las miradas que lo problematizan, la metodología se impone como el mecanismo de adaptación de la investigación al contexto. Creatividad, innovación, adaptabilidad y responsividad, y no rigidez, monotonía y acartonamiento, son la esencia del quehacer metodológico.

      Como parte de esta esencia, de esta propiedad epistemológica, los métodos de investigación social, que se enfrentan hoy a la realidad de la digitalidad, del devenir de sociedades, han transformado sus formas de ser y estar en el mundo a partir de mediar todas sus relaciones por medio del omnipresente bit; el quehacer metodológico ha asumido el reto de digitalizarse o, en otras ocasiones, de llevar a cabo lo que siempre ha hecho, pero ahora adaptándose a la necesidad de desmontar escenarios y objetos de la cultura digital.

      Desde ahí y con este telón de fondo, el presente libro busca contribuir a la discusión sobre las metodologías para el estudio de la cultura digital, a partir de las perspectivas de ocho investigadores, quienes ponemos en la mesa experiencias enmarcadas por las condiciones de producción de la propia investigación que, a su vez, están inscritas en tradiciones disciplinares particulares, atienden objetos peculiares y se determinan por situaciones históricas y contextuales propias.

      Justamente, una preocupación central de quienes participamos de este ejercicio ha sido la del sesgo geográfico que sufre la producción metodológica desde siempre y, particularmente, la de los métodos de estudio de la cultura digital, que quedan asociados a países y enclaves altamente tecnologizados. Ese sesgo, como es visible en la oferta de literatura especializada, se objetiva en huecos importantes en la producción regional de propuestas y revisiones en torno a estas aportaciones o al soslayo en el tratamiento de las realidades y culturas digitales en nuestras geografías.

      Más allá de la barrera del idioma —que es cada vez menos una complicación—, vemos una ausencia de discusión y producción de conocimiento sobre metodología en Latinoamérica y, más específicamente, en México. Además, los objetos de estudio en torno a la cultura digital son tan recientes y cambiantes que demandan una reflexión constante sobre nuestras decisiones metodológicas que no siempre nos detenemos a plantear. En el Seminario de Estudios de Internet, del que participamos todas y todos los autores, estas preocupaciones se tradujeron en una motivación para dialogar y producir el trabajo que en este momento tienes en tus manos.

      Ahora bien y llegados a este punto, también es importante declarar qué hemos entendido por metodología para el estudio de la cultura digital. En términos generales, entendemos a la investigación social como “develadora de opacidades” (Orozco y González, 2011), en tanto que hay una búsqueda de analizar en distintos niveles las lógicas, relaciones y dinámicas no evidentes de la vida social. Para ello, el trabajo de investigación se da en varios niveles: epistemológico, teórico, metodológico, técnico. Ellos son inseparables, son como capas de una misma cosa. Si bien en este libro nos enfocamos en la metodología, sostenemos que se trata de un conjunto de lógicas y orientaciones que nos ayudan a producir conocimiento, pero que en ella están implícitos los otros niveles (Carter y Little, 2007; Jensen, 2002; Orozco y González, 2011; Vasallo de Lopes, 2012).

      Más allá de la metodología en sentido amplio, en esta obra nos enfocamos en las metodologías para el estudio de la cultura digital. Como una breve búsqueda puede mostrar, la idea de cultura digital es amplísima, polisémica y multiabarcativa, y comprende desde las configuraciones tecnológicas de la cognición hasta la virtualización de las relaciones sociales. Por cultura digital entendemos, más que un hecho sustantivado, un proceso transversal que cruza todas las esferas de la vida humana siempre que la información desmaterializada tiene lugar en alguno de sus aspectos o dimensiones. Desde ahí, las metodologías para el estudio de la cultura digital se refieren al conjunto de procedimientos, de “modos de hacer” en relación a la producción y sistematización de datos e información sobre estos aspectos o dimensiones.

      Estas líneas metodológicas contemplan métodos, técnicas e instrumentos, que se van transformando en relación con los propios objetos y contextos, a partir del posicionamiento y las decisiones de las y los investigadores. Todos los objetos requieren, en mayor o menor medida, de creatividad metodológica y reflexiones éticas para su abordaje. De manera muy clara, los objetos que identificamos en torno a Internet y los medios digitales nos desafían y abren cuestionamientos importantes sobre los modos en que los estudiamos. El libro que aquí presentamos coloca en la mesa de discusión una serie de elementos metodológicos que provienen de nuestras experiencias de investigación. No abordamos todas las posibilidades, sino aquellas que hemos explorado: la minería de datos, los métodos digitales, los métodos etnográficos, los métodos participativos. Tampoco pretendemos aportar recetas o fórmulas mágicas, sino invitar a las y los lectores a pensar con nosotros en estas problemáticas y a continuar el diálogo en torno a ellas.

      El proceso del libro

      La presente obra busca ser una aportación del Seminario de Estudios de Internet para el estudio de diferentes dimensiones de la comunicación y la cultura digital, especialmente en torno a la metodología. El Seminario nació en 2018 a iniciativa de María Elena Meneses Rocha (q.e.p.d.) y Dorismilda Flores-Márquez (Universidad De La Salle Bajío) y reúne desde entonces a investigadores de universidades mexicanas para compartir entre pares los avances y resultados de investigación en torno a objetos relacionados con Internet. Se unieron así Raúl Trejo Delarbre (UNAM), Ana Isabel Zermeño Flores (Universidad de Colima), César Augusto Rodríguez Cano (UAM Cuajimalpa), Claudia Benassini Félix (Universidad La Salle México), Gabriel Pérez Salazar (Universidad Autónoma de Coahuila), Gabriela Sued Palmeiro (Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, TEC de Monterrey), Rebeca Padilla de la Torre (Universidad Autónoma de Aguascalientes), Rodrigo González Reyes (Universidad de Guadalajara), Jorge Hidalgo Toledo (Universidad Anáhuac), Lidia García González (Universidad de Guanajuato) y Magdalena López de Anda (Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, ITESO).

      La reunión presencial que tuvimos en mayo de 2019 en la Universidad de Guadalajara estuvo dedicada a discutir sobre metodología. Luego de platicar, consideramos importante plasmar estas reflexiones en un producto que pudiéramos compartir con otros y fue así que decidimos hacer este libro colectivo. Durante poco más de un año escribimos, nos leímos entre nosotros, compartimos, reescribimos, volvimos a leer. En este sentido, aunque los capítulos están firmados individualmente, son el resultado del diálogo y del intercambio constante y colaborativo en grupo, incluso de aquellos integrantes que, por otras ocupaciones, no tuvieron oportunidad de participar en este libro.

      Desde estas líneas, agradecemos a todas y todos los que intervinieron para pensar, escribir, reescribir, evaluar, corregir y publicar este libro, así como a quienes vendrán después a leer y discutir lo que nosotros hemos plasmado aquí. Para ellos queremos dar un par de notas sobre el contexto. Como autores y coordinadores emprendimos esta labor cuando el mundo era otro. Planeamos todo entre una sala de juntas y una cafetería, cuando todavía podíamos estar cerca y abrazarnos sin temor a ponernos en riesgo. Pasaron algunos meses entre ese momento y aquel en que empezamos a escribir. La pandemia de la Covid-19 nos sorprendió, de modo que, como dice el capítulo de Gabriela Sued, escribimos en medio del