el programa de divulgación cultural concebido por el Ministerio de Gobierno, tendente a llevar a los centros extranjeros el conocimiento de la realidad nacional, por medio de una Biblioteca Mínima, la que editará las obras más destacadas de nuestros autores, la comisión encargada para el efecto encuéntrase actualmente preparando los originales de la Historia del Reino de Quito en la América meridional, por el Padre Juan de Velasco, obra que llevará prólogo del doctor Pío Jaramillo Alvarado y la cual iniciará la publicación de la serie que contempla el programa de la Biblioteca Mínima, a la que deberá seguir la Geografía [y geología del Ecuador] de [Teodoro] Wolf y dos obras literarias de reconocido mérito». Sabemos que este proyecto no se ejecutó.
20. Romero Arteta señaló que el P. Aurelio mejoró su traducción de la poesía de Virgilio a lo largo de al menos ocho versiones sucesivas, en su anhelo por lograr una traducción lo más acabada posible; y que, además, estaba resuelto a traducir del griego al castellano todo el teatro de Esquilo, y del inglés El paraíso perdido de John Milton.
21. El jesuita Marco Vinicio Rueda, también discípulo del humanista, nos dejó un valioso testimonio acerca de los aspectos cotidianos de la vida —como su estricto y exigente horario— y de la labor intelectual de nuestro autor, lo que él llamó «las costumbres internas, privadas, del escritor», detalladas en el «Liminar» del fundamental estudio que el catedrático argentino, radicado en el Ecuador durante algunos años, Arturo Andrés Roig publicó en un pequeño volumen titulado Aurelio Espinosa Pólit: humanista y filósofo. Quito, Ediciones de la Universidad Católica, 1980. 78 p. (Cuadernos Universitarios).
22. El P. Aurelio llegó a corregir hasta la página 713; del resto (las 60 páginas finales: 714-770) se ocupó el padre Miguel Sánchez Astudillo; el padre Ernesto Bravo se hizo cargo de la revisión del texto latino. Ambos cumplieron así el deseo expreso de su maestro.
23. Gonzalo Zaldumbide. «En memoria del padre Aurelio Espinosa Pólit». El Comercio. Quito. 24 de enero de 1961. p. 4.
EL SÓFOCLES DE AURELIO ESPINOSA PÓLIT
La primera gran aportación de Aurelio Espinosa Pólit a la difusión del teatro de Sófocles tuvo lugar en 1935 con su traducción al castellano de Edipo rey, que fue representada el 4 de agosto de aquel año por los estudiantes del Noviciado de Cotocollao, como acto conmemorativo por los 25 años del Colegio24; diez años después revisará dicha versión para publicarla, con valiosos apéndices, en la Casa de la Cultura Ecuatoriana (1945); para seis de sus Dieciocho clases de literatura (1947), de la duodécima a la decimoséptima, volvió a revisar sus dos versiones anteriores; el proceso concluirá con la traducción definitiva de Edipo rey, recogida en la edición de El teatro de Sófocles en verso castellano en 1959.
Su entusiasmo por la obra del trágico griego le llevó a publicar un año después su versión de Edipo en Colono, representada también en Cotocollao, en homenaje al jesuita Prudencio De Clippeleir, el domingo 2 de agosto de 1936, con música del compositor ecuatoriano Belisario Peña Ponce25. Después se editó lo que el P. Aurelio denominó una «prolusión» a Edipo en Colono, en la que se explica esta tragedia y cómo se representó en Cotocollao26.
Pasión que no se apaciguó: en 1954 publicó su traducción de Antígona, que incluye como voluminoso apéndice un extraordinario estudio: la prelección aureliana a dicha tragedia27. Finalmente, como hemos dicho, en 1959 vio la luz en Quito su versión completa en verso castellano de toda la obra de Sófocles, compuesta por sus siete tragedias más los 1129 fragmentos conservados del trágico griego. La editorial Jus de México publicó una segunda edición en 1960.
En la época colonial fueron tres las universidades fundadas en nuestro territorio, todas ellas en Quito, en las que el estudio del griego y el latín era parte integral de la formación académica; sin embargo, ni de ese periodo ni del republicano conocemos helenistas, por lo que las traducciones directas de los autores griegos son ciertamente escasas28.
Los únicos que han traducido directamente del griego, por lo que sabemos, son el P. Aurelio, con toda la obra de Sófocles más el «Diálogo de Melos» (libro V, 85-113) de Tucídides29, y su discípulo Francisco Javier Miranda, S.J., autor del volumen de enseñanza Literaturas clásicas griega y latina (Quito, Editorial Ecuatoriana, 1943), en el que recogió fragmentos del Edipo rey de Sófocles y del «Diálogo de Melos» según la versión de Espinosa Pólit. Para esta obra Miranda tradujo un fragmento del De la corona de Demóstenes, y tomó el resto de los textos que citó de traductores extranjeros; él mismo, años después, firmó como Francisco Miranda Ribadeneira, S.J., una traducción de Ifigenia en Áulide bajo el título: El teatro de Eurípides: reflexiones para su estudio y traducción del original griego en verso castellano del drama Ifigenia en Aulis (1966).
Creo conveniente mencionar al pensador español Juan David García Bacca, quien se estableció en nuestro país entre 1939-1942 y 1978-1992 —se casó con una ciudadana ecuatoriana—, quien residió y enseñó también en México y Venezuela; este último país le concedió la nacionalidad, pero en los postreros años de su vida volvió a radicarse en el Ecuador, concretamente en Tumbaco, en donde falleció en 1992. Fue traductor de importantes clásicos de la cultura griega, vertiendo al español toda la obra de Platón, los fragmentos de los presocráticos y obras sueltas de otros autores, entre ellos Tucídides, Aristóteles, Plotino y Jenofonte.
Una guía ineludible para revisar la trayectoria personal y literaria de nuestro traductor es la biografía El humanista ecuatoriano Aurelio Espinosa Pólit que Francisco Miranda Ribadeneira publicó en 1974; en ella reproduce una valiosa reseña que el prestigioso helenista español Ignacio Errandonea, S.J. —maestro a su vez en España del joven Espinosa Pólit, como quedó indicado—, escribió al aparecer la edición sofoclea del P. Aurelio. Reproduzco algunos párrafos reveladores:
Su interpretación del texto griego es exacta y fiel.
Sus observaciones estéticas son siempre atinadas, y es de sentir que persona tan avezada a enjuiciar a Sófocles desde este punto de vista se haya ahora limitado a recoger en el prólogo sus comentarios, generalizándolos en una mirada de conjunto, que es de temer le prive al lector estudioso del placer de admirar en cada caso concreto las bellezas estéticas y le dificulte, o al menos no le facilite, la lectura inteligente y jugosa de cada tragedia.
Su lenguaje es natural, ajustado, con cierto dejo de clasicismo, que rehúye severamente toda estridencia y todo fulgor demasiado moderno, medida tomada sin duda reflejamente con el intento de representar más de cerca el lenguaje clásico de la Antigüedad.
También su versificación se somete a los cánones tradicionales. Para el diálogo ha adoptado el endecasílabo libre castellano, flexible y vario como el trímetro yámbico griego. Para los kommos los endecasílabos rimados o los romances, lo bastante para alejarnos de la conversación llana; y para los estásimos corales «diversos tipos de versos y combinaciones de metros, los más aptos para sugerir el ritmo proteico del original».
Todo ello obedece al afán, muy justificado y en general bien logrado, de verter al castellano todo el precioso licor del ánfora griega, y de satisfacer al lector moderno con impresiones las más semejantes a las que produce el texto del poeta, gran poeta, de Colono.
[Esta traducción] se levanta ahí como un egregio monumento aere perennius que es producto de una muy lenta y afectuosa preparación y estudio, una intensa consagración y constancia y una nada vulgar aptitud poética y gusto, todo puesto a contribución para elaborar una versión que honra así a las letras ecuatorianas y castellanas en general como a las clásicas de la Antigüedad. Grandes plácemes se merece por ella nuestro querido colega el P. Espinosa30.
La trama del ciclo tebano (Edipo rey, Edipo en Colono y Antígona), como cada una de las otras cuatro tragedias sofocleas,