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Actuel Marx N° 26: Sexo-Género/Raza/Clase. Latinoamérica desde una óptica interseccional


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multiplican los sujetos y objetos en disputa en torno a problemas como el poder, la vida, el trabajo, la identidad sexual y de género, la apropiación de bienes naturales, el ambiente o la tierra, entre otros.

      A principios del siglo XX, y con fuertes referencias europeas, tal variedad inspiró en nuestros círculos académicos e intelectuales la creación y reproducción de un discurso teórico –y de un dispositivo analítico edificado sobre él– ciertamente simplificador y reduccionista que, para pensar la constitución de sujetos con capacidad para trastocar el orden sociopolítico, proponía dividir las aguas entre los «viejos» protagonistas y los «nuevos»3. Entre los primeros encontraríamos al movimiento obrero, los sindicatos y partidos de izquierda, cuya «posición anticapitalista» no pocas veces fue asumida a priori. Entre los segundos explota un arco iris de sujetos y reivindicaciones subalternas que va desde los movimientos que agrupan a los históricos y siempre renovados reclamos de comunidades indígenas u originarias; o a las organizaciones ambientales en defensa de territorios y bienes naturales; los movimientos feministas, antipatriarcales o de autoafirmación de identidades sexuales y de género; las organizaciones que se constituyen alrededor del reclamo y defensa de derechos humanos; los colectivos de jóvenes u organizaciones de migrantes, entre otros.

      Sobre estas últimas experiencias –y apoyándonos en nuestra trayectoria previa de estudios alrededor de resistencias y luchas en Argentina4– es dispareja la discusión respecto de la condición anticapitalista de sus proyectos de reorganización de la vida en común; o si, por el contrario, se trata de experiencias de lucha que expresan articulaciones contingentes de fuerzas políticas dirigidas, en lo inmediato, a detener el avance del capital expropiador y depredador. Más aún, la marcada hibridación de lenguajes que articulan y expresan estos sujetos habilita cierta confusión que, rápida y superficialmente, nos conduciría a constatar la presencia cada vez menor de agentes o colectivos que invocan la clase para construir sus demandas, sus proyectos e identidades políticas5. Es que, ciertamente, una parte importante de los procesos de movilización política de los últimos 20 años en nuestra región comenzaron, se expandieron y consolidaron desde necesidades, percepciones y formas de subjetividad política muy alejadas de las consagradas reivindicaciones «por el salario» o, incluso, por «la revolución»6.

      En parte, ello ha contribuido a reproducir un alejamiento de la teoría marxista como referente teórico para dar cuenta de estos vigentes y variados procesos de movilización política. En este plano, no es menor la perplejidad a la que nos enfrentamos cuando observamos el hiato entre, por un lado, una férrea convicción teórico-política de inscribir las actuales formas de resistencias como grietas o puntos de fuga desde formas de dominación capitalista; y, por otro lado, cierta reticencia a utilizar una analítica clasista para explicar su surgimiento y dinámica.

      En este plano, este artículo parte de considerar una tendencia al uso selectivo y excluyente de la analítica marxista sobre la clase, ante la histórica y constatada heterogeneidad de los sectores subalternos. Esto es: resulta pertinente e incluso «obvio» que, para algunos procesos de lucha y resistencia, sea pertinente el uso del andamiaje teórico que el marxismo ha desarrollado para explicar la emergencia y constitución de sujetos políticos, mientras, para otros procesos de resistencia, no lo es o –cuando no es acusado de «herejía»– lo es en menor escala o se utiliza a un nivel descriptivo. La tesis que aquí sostenemos es que la encrucijada en la que nos coloca esta situación tiene que ver con el desplazamiento o la suspensión de la noción de conflicto de clases como categoría explicativa de la dinámica de la producción/reproducción/transformación del orden social y de los sujetos en él. Creemos que, a partir de aquí, podemos alumbrar algunas dimensiones sobre la preocupación alrededor de la «intersección» de las experiencias de lucha actuales.

      En este marco, este artículo se dispone a explorar, en un primer apartado, un vacío: el que se ha creado a partir de las implicancias del rechazo –implícito o no– de la teoría marxista y su enfoque sobre la clase para explicar la constitución de sujetos políticos que no son reconocidos, prima facie, como sujetos «típicamente clasistas». Aquí nos apoyamos, a modo de ejemplo, en algunos resultados de investigaciones previas sobre la emergencia de experiencias de resistencias ambientales y en defensa del territorio en Argentina. En un segundo apartado proponemos un salto: recuperar ciertas claves del enfoque marxista sobre la clase como forma de pensar la constitución de múltiples sujetos políticos y experiencias de resistencia. No se trata, en nuestra intención, solamente de desempolvar y reivindicar un concepto –el de clase, y, en consecuencia, el de conflicto de clase– sino de encontrar, reinterpretar y exponer unas claves que puedan ser potentes para enfrentar un preocupante modo de gestión teórica –y política– con enormes efectos fragmentarios para leer el evidente y documentado hecho de la pluralidad de formas con que las resistencias contemporáneas al orden neoliberal emergen en nuestra región.

      Un diagnóstico de vacío: los problemas de un análisis diferenciado de los sujetos en lucha

      Aun cuando la tradición marxista nunca ha dejado de estar presente en el pensamiento latinoamericano, la atracción que operaron los enfoques de la «acción colectiva» y de «los nuevos movimientos sociales» para los análisis de procesos empíricos de resistencia7, por un lado, y la inercia a naturalizar la alternancia u oposición entre estas formas conceptuales y un enfoque de clase, por el otro, abrió una tendencia a prescindir de la noción de clase para el análisis de los procesos de movilización de sujetos en lucha que no entraban en las consagradas formas de organización de los «trabajadores»: partidos o sindicatos8. En breve, lo que se produjo fue una tendencia a normalizar ciertos enfoques analíticos y metodológicos para cierto «tipo» de experiencias de lucha, que quedarían invalidadas para otras.

      Los motivos de esta suspensión selectiva pueden ser variados y la extensión de este artículo no nos permite explayarnos al respecto. No obstante, para una variante de motivos, que podríamos llamar teórico-político, es necesario considerar que, en el marco de las crisis políticas del mundo socialista post ’89 y del consenso sobre el fin de cualquier proyecto anticapitalista, se produjo el entierro de la noción de clase y, con ella, la centralidad ontológica de conflicto de clase como pivote de la comprensión del orden social. En este sentido, por ejemplo, y a pesar de esfuerzos teórico-analíticos importantes, las luchas que se alzan alrededor de la denominada «cuestión ambiental o ecológica» o de las «cuestiones de género» constituyen experiencias sobre las cuales más comúnmente se ha aceptado una supuesta «diversidad» o, al menos, cierto «desplazamiento» respecto de un formato aparentemente canónico de lucha «de clases»9.

      El problema que se nos presenta aquí no se debate ante la necesidad de atender y comprender las especiales condiciones históricas de emergencia y desarrollo de este tipo de luchas frente a otras; sino que se constituye por el desplazamiento o, en otros casos, la suspensión de la noción de conflicto de clases como categoría explicativa de la dinámica de la producción/reproducción/transformación del orden social y de los sujetos en él. Ello repercute, a nuestro criterio, en la opción y la disputa por un pensamiento dispuesto a abordar la relación entre, por un lado, la emergencia y desarrollo de un determinado proceso de lucha; y, por otro lado, las condiciones de existencia y vida que ese proceso de lucha viene a denunciar, interrumpir o reorganizar. Entonces, no se trata de negar ni homogeneizar la heterogeneidad histórica de los sectores subalternos en América Latina, sino señalar los callejones sin salida a los que nos lleva una gestión teórica-metodológica diferenciada de esa heterogeneidad, que suspende selectivamente el conflicto y el antagonismo de clases para ciertas «zonas» o «campos» de movilización y contestación política.

      En esta tarea creemos oportuno señalar que un uso selectivo del enfoque de clase según «los tipos de sujetos» en lucha se traduce en una posición que admite que sólo las «clases populares», o «los pobres», o «los trabajadores» son acreedores de un enfoque de estudio que los relacione con instrumentos que registren y analicen sus contradicciones a la hora de producir y reproducir sus condiciones de vida. Este planteo, lógicamente, concluye que un enfoque de clase no debería usarse para