Alberto Alexis Martínez

Vidas - Relatos y emociones


Скачать книгу

entonces ya tienes empleo, puedes comenzar el lunes si te sientes bien, aquí te dejaré un adelanto de tu salario porque supongo que no debes tener dinero.

      —Muchas gracias Jeff, que Dios le bendiga.

      Llegado el lunes, Julia se presenta para comenzar a trabajar y una vez en la farmacia, Jeff le presenta a las otras empleadas que, siendo una latina que será la limpiadora, las chicas fueron bastante indiferentes con ella, salvo una, que era Ana, la que enseguida simpatizó con Julia.

      Pasan las semanas, y Julia ya estaba totalmente adaptada al lugar, mantenía todo limpio y en orden, reponía los productos en sus debidos lugares sin cometer ningún engaño y su mejor compañera, era Ana, que es con la que compartían el almuerzo juntas ya que ambas eran madres y charlaban de sus hijos y vidas personales.

      Jeff se encontraba muy satisfecho con el trabajo de Julia y también Ted, el hijo de Jeff, que era un individuo de 34 años, que tiempo atrás había abandonado la carrera de medicina, pero ahora estaba comenzando a reiniciarla, razón por la cual, ni siempre estaba en la farmacia.

      Cierto día, cuando todo corría normalmente, ven a Jeff que, estando de pie en la Caja, gimiendo se agarra el pecho y al momento cae desplomado por causa de un infarto, en cuanto todas miran y pegan un grito, Julia es la que sale corriendo y de inmediato le hace una RCP, la recuperación con masajes al corazón, en cuanto llega Ted, y ella le grita:

      —El desfibrilador, trae ya el desfibrilador...

      Las otras chicas se miran y se preguntan

      —¿Qué es lo que va a hacer esta mujer...? —Ana les responde—: Déjenla, ella sabe lo que hace.

      Ted intenta ayudar, pero queda algo perdido, en cuanto Julia actúa enérgicamente y aplica el desfibrilador a Jeff, que comienza a reaccionar, enseguida Julia corre a una de las gavetas, extrae una jeringa hipodérmica agarra de un estante el inyectable correspondiente y de inmediato le aplica la inyección en cuanto grita

      —Manden venir a una ambulancia.

      Ted comprende claramente lo que Julia está haciendo, así que la deja actuar, ya que él, si bien teóricamente lo sabe, en la práctica jamás lo había hecho en su vida y observa la destreza con que se maneja Julia.

      Llegada la ambulancia, bajan los paramédicos, y Julia les dice lo que le hizo, así que rápidamente suben a Jeff a la ambulancia al tiempo en que Ted y Julia le acompañan rumbo al hospital. Las chicas de la farmacia quedan asombradas por el acontecimiento y por la reacción de aquella latina que consideraban que era una mera limpiadora.

      Una vez internado, Jeff se recupera rápidamente, y luego de unos días de reposo vuelve a la farmacia donde todas le saludan, pero a Julia, es a la que le da un fuerte abrazo, diciéndole:

      —Gracias Julia, tú me salvaste la vida...

      —Bueno Jeff, usted lo hizo primero... y eso yo jamás lo olvidaré, era una que le debía.

      —Ahora, ante todo esto, quiero saber ¿Cómo supiste lo que tenías que hacer? porque me dijo Ted que actuaste de inmediato y de forma muy experta...

      —Bien, es que yo en Colombia me formé como Nurse, trabajé en urgencias en dos hospitales y también fui paramédico, esto lo hice decenas de veces.

      —Bueno, pero aquí tendrías muchos lugares entonces donde trabajar...

      —SÍ, pero es que no solo estoy indocumentada, es que al venir tuvimos que hacer un trasbordo de aviones en Panamá, y en eso se perdió una pequeña maleta donde yo traía toda la documentación, diplomas, certificados de estudio, y otras cosas, así que por ahora no puedo probar nada, tampoco puedo regresar a Colombia a buscar copias... Así que perdí toda mi historia profesional, y aquí, en la farmacia, es donde estoy más cerca de lo que es mi formación.

      —Discúlpame, pero ¿y el padre de tu hijo?

      —Él fue un gran individuo, era oficial de policía, pero murió en un enfrentamiento con los narcos... Por eso decidí venir para aquí con mi hijo.

      Jeff entonces, de inmediato promovió unos cambios, y todo vuelve a la normalidad en la farmacia, con la salvedad de que ahora, Julia, pasó a ser la encargada del sector de medicamentos, quedando por encima de las otras que, en definitiva, tuvieron que volver a encargarse de la limpieza como antes, y por motivos obvios, no podían reclamar nada, porque, al fin y al cabo, Julia le había salvado la vida al jefe... el dueño de la farmacia.

      02. ANA Y EL VAGABUNDO DE LAS MANOS

      Tras un matrimonio de casi dos años que fue un rotundo fracaso, Ana, una joven de 35 años, se refugió siempre en su amiga Katy, con quien habían estudiado juntas desde la adolescencia en la secundaria. Ana trabajaba en la administración de una empresa allí mismo en Los Ángeles, mientras Katy, era secretaria ejecutiva en un Buffet de Abogados, y su novio Bob era un reconocido Oficial del FBI, que siempre le daba recomendaciones acerca de la seguridad contra la delincuencia.

      Ya había transcurrido más de un año de su divorcio, cuando cierto día, Ana venía de regreso a casa, se detiene en un local de comidas rápidas y pide dos hamburguesas para llevar y comer en casa, ya que había invitado a su amiga Katy para asistir juntas un desfile de modas en la TV. Con su bolsa de hamburguesas en una mano y su cartera colgada en el otro brazo, Ana atraviesa una plaza céntrica donde los canteros con flores y árboles daban una sensación de calma y tranquilidad a los transeúntes que en muchos casos también regresaban a sus casas en aquel atardecer de primavera.

      Como en toda plaza, a un lado del camino estaban los canastos que son para depositar basura donde la gente tira sus residuos, como latas de bebidas o restos de alimentos, en fin... De pronto, Ana ve a un hombre, un vagabundo, que evidentemente lo intentaba disimular, pero revolvía el cesto de la basura en busca de algo, seguramente de alguna cosa para comer… ‘Este tipo de individuos a veces son ladrones y hasta pueden querer atacar a una mujer sola’ fue lo primero que pensó ella, pero sería muy improbable porque había mucha gente en el lugar, así que sin ningún temor ella pasó a su lado sin dejar de mirarlo de reojo por cualquier eventualidad, pero cuando ella disimuladamente le observa, ve que el hombre no tenía el aspecto o la cara clásica de un delincuente, es más, era un individuo de unos cuarenta años, de finos rasgos aunque algo sucio pero que tenía una mirada más bien limpia y triste pero que no denotaba ninguna maldad.

      Ella sigue caminando, y tras pensarlo por un momento, siente algo de piedad, se detiene y volviendo su cabeza para atrás, se dice a sí misma:

      —Tal vez me arrepienta por esto, pero... —Entonces se da vuelta y regresa hasta donde se encuentra el individuo a quien se le acerca, le mira y le dice en voz baja:

      —Disculpe, pero ¿está usted buscando algo para comer?

      Él, obviamente avergonzado, baja la cabeza y entre sollozos, sin saber lo qué responder, dice:

      —No señorita, no, yo solo estoy mirando…

      Ella sin pensarlo, impulsivamente, extiende la mano con la bolsa de las hamburguesas que había comprado y le dice:

      —Vamos, tome hombre, creo que usted necesita de esto más que yo… Acéptelo por favor.

      —Oh, no señorita, no puedo aceptarlo, se lo agradezco mucho, ¿pero y usted? esta es su comida.

      —Bueno, no se preocupe, yo me compraré otra más adelante.

      —Se lo agradezco de todo corazón señorita, que Dios se lo pague...

      Esta expresión, y su forma de hablar, obviamente no era algo que suela ser frecuente en los vagabundos o delincuentes de la calle...

      Siguiendo su camino, Ana compra nuevamente hamburguesas en otro local y llega a su casa, donde enseguida, llega su amiga Katy que vivía a dos cuadras, y mientras ambas preparan todo para sentarse a ver juntas el desfile de modas en la televisión, Katy hace un comentario sobre lo deliciosas que se ven esas hamburguesas que no eran las que habitualmente ellas siempre compraban, y entonces Ana le