país sufría de parte de Washington:
Ayer era Guatemala el polvorín comunista que ponía en peligro la hermandad americana. Hoy es Cuba. Ayer y hoy el Departamento de Estado norteamericano defiende, impúdicamente y por los peores métodos de presión económica y atropello, los intereses de sus connacionales, su influencia política.
Ayer y hoy, muchos gobiernos de Latinoamérica aceptan dócil y servilmente la voz de orden del poderoso país del Norte. Como siempre, la raída bandera del anticomunismo se esgrime para atentar en contra de la soberanía de los pueblos: ayer, contra Guatemala; hoy, contra Cuba.
Allende recorrió la historia de Cuba desde la agresión de la corona española en las postrimerías del siglo XV, hasta las luchas por la abolición de la esclavitud y la independencia en el siglo XIX, desde la guerra de los Diez Años a José Martí y su Partido Revolucionario Cubano, la Enmienda Platt y las dictaduras de Gerardo Machado y Fulgencio Batista. En su parte final, hizo una fundamentada y apasionada defensa de los logros de la Revolución en su primer año y medio, para finalizar con estas palabras:
He querido dar los antecedentes irrefutables que he podido juntar para hacer presente que la Revolución Cubana era un hecho social necesario, indispensable, impostergable. Los entrego al país para que se comprenda también quiénes están agrediendo a Cuba y por qué razones lo hacen.
La revolución, en su obra creadora, ha hecho mucho en lo material. Ya se conoce, por medio de mis palabras, parte de lo realizado. Pero lo que no podrán comprender ciertos círculos en toda su magnitud es la transformación moral que se ha alcanzado: el cubano de ayer no es el de hoy. La Cuba de la fiesta, del jolgorio, de la irresponsabilidad, de la coima, ha desaparecido. El pueblo cubano, hoy, es un pueblo distinto, señor de su propio destino. Se han refundido en el crisol de la patria, en el altar de la tarea común, el maestro universitario y el campesino, el intelectual y el obrero, el estudiante y el profesional. (...)
El pueblo de Chile ha reaccionado y siente la Revolución Cubana, la comprende y la defiende como suya. Nuestros estudiantes han firmado un acuerdo con los estudiantes cubanos. Nuestra Central Única de Trabajadores ha llegado a un convenio de ayuda y de defensa mutua con los trabajadores cubanos. Partidos populares, e, incluso partidos de centro, con alguna reticencia, han manifestado su apoyo a la revolución. Es decir, la inmensa mayoría de los chilenos está con la revolución.
Es hora de que se entienda que la lección de Guatemala se ha aprendido. Estados Unidos debe entender que hoy día Latinoamérica se ha revitalizado con la Revolución Cubana. Con métodos distintos y estrategias diferentes, de acuerdo con las características de cada uno de nuestros países, vamos a una misma meta que dignifique nuestras vidas y asegure la independencia económica de nuestros países.
Desde aquí, como un homenaje a la Revolución Cubana, a su Gobierno y a su pueblo, sólo puedo decir que la agresión contra Cuba es una agresión a la tierra, a la sangre y a la historia de Latinoamérica.
En mayo de aquel año había participado en Maracay (Venezuela) en el II Congreso Interamericano Pro-Democracia y Libertad junto con otros 250 delegados de las 21 repúblicas americanas. La revista venezolana Momento le escogió junto con otros siete «líderes continentales» y le sometió a un cuestionario de cinco preguntas. Interrogado sobre si América Latina vivía un «trance revolucionario» y en qué medida estaba influido por la Revolución cubana, respondió de manera afirmativa (Archivo Salvador Allende, 1, 1990: 15):
Lo demuestra el hecho de que hayan sido derrocados los dictadores de Perú, Colombia, Venezuela y Cuba. Además, porque existe conciencia en la mayoría de nuestros pueblos de que sólo sobre un cambio profundo en las estructuras institucionales será posible el desarrollo económico, la elevación del nivel de vida de las masas y el camino para la industrialización nacional. Cuba, a mi juicio, influye notablemente, lo cual no significa que con los mismos métodos y prospectos los pueblos americanos vayan a hacer lo mismo que se ha hecho en Cuba. Pero Cuba ha demostrado lo que es la Revolución Nacional, que tiene que ser, a mi juicio, antiimperialista y antifeudal. Las revoluciones tendrán características propias en cada país, ya que en los pueblos de América Latina existen distintas etapas de desarrollo. Pero, siendo nacionales, estas revoluciones tienen que proyectarse en el ámbito continental. Deben ser revoluciones humanas, en el sentido del respeto a la dignidad individual y colectiva, y democráticas, o sea, que expresen el sentimiento mayoritario.
Aquéllos que pretenden calcar la Revolución Cubana, en sus procedimientos o métodos, cometen un error tremendo, y aquellos que pretendan ignorar su realidad y su proyección en el futuro son unos cretinos.
[1] En su declaración de principios, la CUT aseguraba que su «finalidad primordial» era la organización de todos los trabajadores, «sin distinción de credos políticos o religiosos, de nacionalidad, color, sexo o edad», para luchar contra la explotación del hombre por el hombre hasta lograr la sustitución del régimen capitalista por el socialismo (Silva, 2000: 273).
[2] Fuente: Servicio Electoral de la República de Chile.
[3] El secretario general del PCCh, Galo González, aseguró en el X Congreso: «La posibilidad de que nuestra revolución se realice por medios pacíficos, esto es, sin que sea forzoso recurrir a la guerra civil depende de dos factores esenciales: del poderío y la resistencia de las clases enemigas y de la capacidad de la clase obrera para unir en torno suyo a la mayoría nacional y conquistar, por medio del sufragio u otra vía similar, el poder para el pueblo. No hay duda de que en nuestro país el enemigo es relativamente fuerte y presenta y presentará una tenaz resistencia a los cambios revolucionarios. Pero tampoco hay duda de que la clase obrera puede vencer esa resistencia, puede agrupar en torno suyo a la mayoría nacional y arribar al poder por medio del sufragio u otro procedimiento que no sea el de la guerra civil» (Corvalán, 1971: 29). En febrero de 1956, el histórico XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética había aceptado «la vía pacífica» como doctrina marxista-leninista.
[4] A pesar de su denominación, aquellos jóvenes no comulgaban con el ideario fascista de José Antonio Primo de Rivera, sino con el socialcristiano inspirado principalmente en Maritain, aunque se produjo otra coincidencia ya que, si la Falange española tenía sus Veintiocho Puntos Fundamentales, la chilena se conformaba con aquellos Veinticuatro Puntos Fundamentales que proclamaban que su lucha era «una cruzada que se impone instaurar en Chile un Orden Nuevo. Más que un simple partido es una afirmación de fe en los destinos de Chile y una voluntad inquebrantable al servicio de la nacionalidad» (Díaz Nieva, 2000: 225-226).
[5] Fuente: Servicio Electoral de la República de Chile.
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