dinástico que se opera en la monarquía española en el contexto de una compleja guerra, hecho desde rígidos planteamientos sociologistas acerca de los componentes de un «bando» u otro en el conflicto. Por el contrario, su estudio pretende adentrarse, y lo consigue, en el complejo mundo de relaciones de poder y de dominio que se articuló en torno al control de los resortes institucionales del municipio. Y lo hace, precisamente, en esa ciudad valenciana, antes Xàtiva, luego San Felipe, que fue arrasada por las tropas borbónicas hasta quedar reducida a cenizas, y en la que, como ocurriera en la capital, pronto iban a aplicarse las nuevas disposiciones en materia de administración y gobierno. Las circunstancias que allí se dieron hacían, pues, mucho más difícil, si se quiere, el estudio, pero al mismo tiempo, lo convertían también en un reto. Alejado teórica e historiográficamente, como decíamos, de ese romanticismo decimonónico que, incluso tiempo después, hizo añorar a no pocos el pasado foral, Isaïes Blesa, sin embargo, pondrá el acento no tanto en lo que es objeto de abolición, no tanto en el antes, como en el después, en la Nueva Planta municipal y en la nueva política desarrollada por la dinastía de los Borbones: en la forma en que aquélla se concretó en un espacio conflictivo social y políticamente; en lo que significó tanto para la monarquía, como para aquellos individuos y familias que de forma directa o indirecta irán dando forma a sus vidas y a sus relaciones en torno a la institución municipal, a partir y desde sus resortes de poder, económicos, sociales y también institucionales. A veces, sobre todo, sólo institucionales.
El poder local constituye, en estos momentos que son también de cambio o remodelación social, la oportunidad y la clave de la diferencia. Su control, o no, determinará la superioridad de un grupo sobre otro, de una familia de regidores sobre otra. Entre lo más preciado del patrimonio, el territorio de la política en el ámbito local se verá de este modo constantemente disputado por unos pocos, por unas oligarquías que se sirven del conflicto para desplazar al «otro», para situarse en el centro de la gestión de unos intereses y asuntos que hacen propios. En este nivel, los intentos de la monarquía de constituir un espacio público o interés general que se superpusiera a los particularismos tropiezan con la gestión interesada de unos ayuntamientos cuyos miembros dirimen en esa escena su posición social, sus recursos económicos o el modo de asegurarlos, su futuro, en fin, y el de sus hijos e hijas. Tanto si se trata de familias con antecedentes en el control del poder local foral, que las hubo, como de nuevos apellidos que irrumpen con ocasión del conflicto sucesorio, el establecimiento de relaciones entre algunas de estas familias, mediante enlaces matrimoniales, es también un recurso habitual en estas pequeñas oligarquías de regidores que al mismo tiempo que «sirven» a la monarquía se sirven de los mecanismos que ésta les proporciona para conformar sus patrimonios, en tierras, casas o censos, y sus relaciones familiares. Estamos, en efecto, ante un grupo que se hace a sí mismo en y desde el control de la administración, en constante conflicto con aquellos con quienes comparte banco en los plenos municipales y, en menor medida, con la Corona. Porque las relaciones entre ésta y las distintas oligarquías locales en el setecientos no fueron siempre y necesariamente unidireccionales, ni respondieron a comportamientos estereotipados. Fueron, por el contrario, lo suficientemente ambivalentes y contradictorias como para que no sea sensato seguir pensando en papeles históricamente asignados a unos grupos o clases específicos.
Por eso, y también por la enorme cantidad de información que el autor nos desvela acerca de una sociedad como la de Xàtiva, en una centuria de cambio, de convulsión y de crispación social, el modo en que se concretó la relación de la monarquía con los espacios de poder local y con quienes los controlaron se revela de enorme interés. Pero es también necesario para poder dibujar la rica complejidad del comportamiento de unos individuos y de unas familias que se servirán de los mecanismos tradicionales de ascenso social, como el privilegio, aunque también de otros que no lo eran, sin importarles si vulneraban o no los cimientos de su sociedad. Posiblemente ellos no eran conscientes, no podían serlo, de que vivían bajo el Antiguo Régimen, y de que esa designación, de que esa realidad que nacería conceptualmente en el momento de su defunción, albergaba una parte importante de los cambios que después harían posible la revolución. Tampoco sabían que, al menos algunos de ellos, protagonizarían igualmente esa nueva historia que también sería la suya. En su comportamiento, en sus actitudes ante un orden que se querrá crear de la nada, lo que fueron se presenta como un condicionante que ni siquiera ellos pudieron eludir.
ENCARNA GARCÍA MONERRIS
Valencia, 23 de diciembre de 2003
AGRADECIMIENTOS
Es sabido que un libro es, normalmente, fruto del esfuerzo de muchas personas, aunque en la portada sólo aparezca el autor. Por ello, noblesse oblige, es justo y necesario expresar el correspondiente agradecimiento, ad perpetuam memoriam. Porque gracias a la renuncia de unos, a las sugerencias de otros y la ayuda de todos, a quienes más adelante citaré, puede salir a la luz esta obra, que es una aportación a las investigaciones sobre el municipio borbónico valenciano en el siglo XVIII.
Lo que se ha querido investigar en estas páginas es la instauración y consolidación de las novedosas instituciones traídas por los borbones en la primera década del siglo XVIII en los territorios de la antigua Corona de Aragón, y su desarrollo a lo largo del Setecientos. Esas instituciones son el corregimiento y, sobre todo, el ayuntamiento borbónico, de una localidad valenciana, Xàtiva. Algunas partes de este libro fueron anteriormente desarrolladas en artículos de divulgación, ahora reelaborados con mayor profundidad y detalle, que, junto con la investigación principal, dieron como fruto una tesis doctoral, que ahora se presenta transformada en la presente obra, culminación de una trabajo inicial relativo a este tema, y que se abordó con el estudio del primer ayuntamiento borbónico de la nueva ciudad de San Felipe.[1]
Como se decía al principio, este trabajo no es solo fruto del autor sino de otras personas a las que quiero expresar, desde estas líneas, mi reconocimiento y grato animo. En primer lugar, debo nombrar a mi familia, a mi esposa e hijos, sin cuyo amor y comprensión difícilmente habría llegado a su fin, pues soportaron mis exilios archivísticos, con paciencia y sin confundir estas ausencias con la dejación de las obligaciones familiares.
Especialmente quiero manifestar mi agradecimiento y la deuda que tengo con la doctora D.ª Encarnación García Monerris, directora de mi tesis doctoral, con quien, desde los cursos de doctorado mantengo una fecunda relación de trabajo y buena amistad. Su consejo, paciencia y magisterio han sido fundamentales en todo momento, sobre todo en los de desaliento y dudas, más de lo que ella misma pudiera imaginar.
Debo citar a dos personas que, igualmente, me honran con su amistad y con quienes comparto el gusto por la historia. D. Mariano González Baldoví, director del Museu de l’Almodí de Xàtiva, y el doctor D. Vicent Pons Alós, profesor de la Facultad de Geografía e Historia de la Universitat de València. Al primero debo agradecer su ayuda concretada en innumerables conversaciones, tan esclarecedoras sobre la nobleza setabense, así como el impagable aporte documental que me facilitó, de manera desinteresada, y que tan útil ha sido para mi trabajo. Al segundo, debo agradecer su fecunda sabiduría siempre inspiradora, y su ayuda con los fondos eclesiásticos que tuve que manejar, del Archivo Histórico de la Colegiata de Xàtiva, a cuyo frente ha estado tanto años gratis et amore. A ambos debo añadir el nombre del buen amigo D. Germán Ramírez Aledón, profesor de Historia, cuyas iniciales conversaciones me ayudaron a dilucidar mis preferencias históricas, junto con las lecturas de los trabajos sobre el régimen municipal borbónico en el siglo XVIII.
No quisiera olvidar al personal profesional de los archivos que visité, sin cuya ayuda el trabajo hubiese sido más dificultoso. Debo expresar mi agradecimiento a los funcionarios del Archivo Histórico Nacional, en Madrid. A D. Eduardo Pedruelo y compañeros del Archivo General de Simancas, en su destino provisional del Archivo de la Cancillería, de Valladolid. A D.ª Isabel Aguirre, jefa de sala del Archivo General de Simancas, en la localidad homónima, que me proporcionó documentación e información adicional muy valiosa para mi. A D. Jesús Villalmanzo, del Archivo del de Reino de Valencia, cuyas provechosas conversaciones y sugerencias me proporcionaron información para mi trabajo. Finalmente, a los funcionarios del Archivo General Militar de Segovia, que me atendieron con presteza. Debo citar,