Bernard Vincent

El río morisco


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sin interrupción, debe mucho a las oportunidades que ofrece el matrimonio. En Carlet, Azmet Bonany y su sobrina Axa Burret se unen a dos hermanos, Jaled y Futey Mundi. Para Azmet, se trata evidentemente de una segunda unión. Del mismo modo, en Benimodo, Homaymad Mandet y su hijo Azmet se casan con dos hermanas Morrut. Detengámosnos para terminar con un caso en apariencia complejo pero ejemplar. Zoayra Mofferrig ha contraído nupcias dos veces. De Zaad Ratal, ha tenido a Meriem, que tiene 44 años en 1574, y de Cilim Pili, a Fátima, 24 años; Cilim Pili había tenido una primera unión con una cierta Fátima, de la que había nacido Azmet Pili, de 40 años en el momento de la encuesta. Ahora Azmet es el marido de Meriem Ratal. He aquí a los dos hermanos convertidos en cuñados. Añadamos que Fátima Pili se casa a su vez con Yceff Mofferrig.

      Celibato casi desconocido, casamiento precoz, frecuencia de las segundas nupcias son rasgos que no han escapado a los detractores de la comunidad morisca. A partir de estos comportamientos comprobados, estigmatizan la elevada fecundidad de los criptomusulmanes. Se tendría la tentación de darle la razón en este punto, pero el estado de los registros parroquiales no nos permite hacer puntualmente las verificaciones oportunas. No obstante, podemos reflexionar a partir de los datos que suministra el expediente de los interrogatorios de Carlet, Benimodo y Benimuslem. He contabilizado en Carlet 290 niños vivos para 121 mujeres casadas, o sea, una media de 2,39; en Benimodo, 142 niños vivos para 65 mujeres casadas –una media de 2,18–; y en Benimuslem, 27 niños para 13 mujeres –una media de 2,08. Es preciso confesar que si bien estas cifras traducen la existencia de una fecundidad elevada, no hay, sin embargo, en ellas nada de excepcional. Sobre esas bases la población morisca crece con una rapidez poco diferente de la del conjunto de la sociedad, en este siglo XVI de progresión demográfica general.

      ¿Cómo explicar la diferencia? Sin duda alguna, se puede afirmar que la mortalidad, la mortalidad infantil esencialmente, viene a corregir los efectos de la fecundidad. En Benimodo, Homaymad Pili, 26 años, viudo, indica que no tiene ya ningún hijo vivo. Fátima Sale, 28 años, declara no tener hijos vivos de sus dos maridos sucesivos. Xameica Xat es madre de cuatro hijos, «que le quedan». En Carlet, Fátima Aniff, 55 años, Xuxa Ayet, 60 años, Geyma Dor­mes, 45 años, Axa Gomiri, 40 años, Fátima Alani, 36 años, emplean esta misma fórmula «los hijos que les quedan». En cuanto a Meriem Albayez, 20 años, y Axa Comixi, 27 años, una y otra hablan de un hijo que han perdido. No po­demos evaluar nada porque los inquisidores se desinteresan de este aspecto, pero las numerosas confidencias espontáneas de las interesadas no pueden ser ignoradas.

      Otro freno a la expansión demográfica, la movilidad. No sabemos gran cosa de las ausencias más o menos prolongadas de habitantes de las villas estudiadas. Mas, de aquí y de allá, rebuscamos algunas informaciones sobre el exilio deliberado y sin duda definitivo hacia el Norte de África: Zaad Firen y Edarn Mandet, de Benimodo, el marido y el yerno de Zoayara Comanda, Zaad Querfe, los tres de Carlet, se encuentran todos instalados en Argel. Aunque sean muy impresionistas y muy parcelarias, estas indicaciones testimonian un movimiento que afecta únicamente a los hombres y que, por tanto, separa a lo largo del tiempo a los miembros de una unión. ¿Se podrá un día descubrir las fuentes que nos permitan medir este fenómeno?

      En todo caso los polemistas no quieren tomar en cuenta estos datos a fin de no disminuir el alcance de su demostración. De la emigración no retienen más que la dimensión religiosa, la enunciación de un ataque profundo al islam. En este nivel también, los moriscos son a sus ojos altamente culpables. Los lazos que la menor localidad de los reinos de Valencia y de Granada tejen con los berberiscos revelan la realidad e importancia del peligro. De hecho el atractivo de las tierras musulmanas no hacía más que confirmar la intencionalidad y la nocividad del conjunto de los comportamientos demográficos de los minoritarios. Estos moriscos de modo continuo casados y vueltos a casar manifestaban permanentemente su profundo desprecio por el estado de celibato. Incapaces de dominar sus impulsos, se burlaban de los valores a los que unos eclesiásticos como Fonseca y Aznar Cardona estaban particularmente ligados.

      Asustados, estos últimos no quisieron en absoluto comprender la significación profunda de las prácticas matrimoniales moriscas. Además de la adhesión a costumbres ancestrales, es preciso ver en ello un reflejo de supervivencia. He intentado subrayar que la generalización del matrimonio, la frecuencia de las segundas nupcias, la edad precoz del primer casamiento eran comunes a las tres villas de Benimodo, Benimuslem y Carlet. Pero, a la vez, también he contrapuesto la exogamia de Benimuslem a la endogamia de las otras comunidades. Recordemos que hemos detectado el único caso de matrimonio mixto, precisamente en Benimuslem y en esta villa hemos observado algún ejemplo de emigración al Norte de África y alguna presencia de moriscos granadinos. Ahora bien, casi la mitad de los habitantes de Benimuslem, al presentarse ante el inquisidor, invocan una ortodoxia cristiana absoluta. Y el inquisidor parece convencido.

      Es verdad que diversos indicios, como el retroceso muy claro de la circuncisión –contrariamente a Benimodo y Carlet– incita a creer a los declarantes. Me parece que aporto otros que también han de tenerse en cuenta. La exogamia matrimonial es innegablemente un factor que ha minado la cohesión de Benimuslem. En Benimodo y en Carlet desconfían instintivamente de toda persona llegada de otra parte, no sin razón. Casarse entre sí es el mejor medio de preservarse. La preservación de la identidad tiene este precio.

      NOTA: Publicado en E. Sarasa y E. Serrano (eds.), La Corona de Aragón y el Mediterráneo, s XV-XVI. Zaragoza, 1997, pp. 145-153.

      A unos cuarenta kilómetros al sur de Valencia, la villa de Benimuslem es una de las numerosas localidades de lo que se llama la Ribera Alta. La palabra «ribera» indica la muy próxima presencia del Júcar, el principal río del País Valenciano y el eje de una región agrícola singularmente próspera. La travesía de Benimuslem, que se extiende a lo largo de una interminable calle rectilínea, da la sensación de un lugar sin ningún rasgo sobresaliente y sin historia. Y sus habitantes no dudan probablemente que cuatro siglos antes sus predecesores