Salvador Albiñana Huerta

Añorantes de un país que no existía


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menos, prolongado. Muchos lograron –con variada fortuna y a menudo con una agazapada melancolía– crearse unas renovadas vidas afectivas y profesionales. Fue un proceso complejo en el que hubo rasgos comunes, pero sobre todo múltiples variantes personales. La diáspora republicana se resiste al molde único. Fue heterogénea. Bien puede decirse que hubo tantos exilios como exiliados.3

      Fui de la generación de la República. Y después de los enemigos de la República, bueno, no de la República en sí, sino de cómo era esa República. La guerra fue la culminación de todo ese proceso vital. […] Hay gente que ha seguido una línea recta, y yo he ido –le confiesa a Perujo citando a Baltasar Gracián– a brincos de conciertos y desconciertos, por el medio en que nací, por mi formación familiar, por mi evolución histórica.