Salvador Albiñana Huerta

Añorantes de un país que no existía


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target="_blank" rel="nofollow" href="#ulink_f95108c7-ec57-5ab3-ba60-440d133a8e59">8. Un apunte sobre los inicios de la historia oral en México, en Eugenia Meyer: «El archivo de la palabra», Boletín del Instituto Nacional de Antropología e Historia, 23, México, 1978, pp. 3-7. Rehabilitada y controvertida, la memora individual está colmada de olvidos e inserta a su vez en una compleja red de memorias sociales y colectivas, Josefina Cuesta: La odisea de la memoria. Historia de la memoria en España, siglo XX, Madrid, Alianza Editorial, 2008, pp. 63-135.

      18. Josep Renau: «Notas al margen de “Nueva Cultura”, Nueva Cultura. Información, crítica y orientación intelectual. Valencia (21 números) enero 1935 - octubre 1937. Problemas de Nueva Cultura, Valencia 1936, Vaduz-Madrid, Topos Verlag - Ediciones Turner, 1977, p. XXIII. Los comentarios de Renau sobre Deltoro, Ángel Gaos y Francisco Carreño Prieto los he reunido en el apartado Textos y documentos, 10.

      FRAGMENTOS DE VIDA

      Antonio Deltoro nació en Chulilla a finales de 1906, en una familia de campesinos adinerados y de arraigadas convicciones católicas que al poco tiempo, para atender la educación de sus seis hijos, se trasladó a Valencia. Acabado el periodo escolar, la infancia y la juventud de Deltoro las constituyeron largos veranos en el pueblo: «Doy gracias al cielo por haber nacido allí», afirma con entusiasmo.

      Se trataba de un mundo familiar de acusado contraste entre la piadosa familia paterna y la más liberal y descreída de su madre, de la que recuerda a su abuelo Baltasar, bon vivant con maneras de hidalgo a quien veía a hurtadillas porque vivía amancebado con la tía Francisca. Había diversificado su economía y se dedicaba a la ganadería y al transporte de madera que desde los pinares de Cuenca bajaba por el río Turia. Un oficio arriesgado del que se ocupaban las cuadrillas de madereros de la cercana Chelva, que le hablaron por vez primera del Danubio. Deltoro atesoró en su memoria las imágenes de los gancheros colgados de la hoz cuando los troncos se enclavaban y había que subirlos. Una escena que desapareció con la construcción de una central eléctrica hacia 1920. Por un tiempo, el pueblo se llenó de obreros y de barreneros leoneses y asturianos que pervirtieron las contenidas costumbres campesinas.