Salvador Albiñana Huerta

Añorantes de un país que no existía


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debió de haber ocasionales distanciamientos, enfados y rupturas. Algo apuntó Renau en 1977, al referirse a Nueva Cultura: «Nos unía –y une– una mutua y “dura” simpatía fraternal salpicada –por mi parte y por entonces– por frecuentes accesos de ira, pues nunca logré sacarle, mientras fui animador de la revista, ni una sola línea para su publicación en ésta».16 Deltoro escribió algunas notas, pero lo hizo en la segunda etapa de la revista, en 1937.

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      Josep Renau, Retrato de Antonio Deltoro, 1934, 23 x 16 cm. Colección Ana y Antonio Deltoro Martínez, México.

      Finalmente, la filial de la AEAR se denominó Unión de Escritores y Artistas Proletarios por exigencias del gobernador civil de Valencia, Luis Doporto, que no admitió el término Revolucionarios.

      No sé qué concepto tendría del proletariado y de la revolución. […] Excuso decirte –observó Deltoro– que en el grupo no había ningún proletario, todos éramos estudiantes, algún artista, algunos artesanos, en fin. […] Marcó la tónica de nuestra actuación en Valencia, que luego tuvo repercusiones nacionales cuando nos encargamos de la Dirección de Bellas Artes.

      Los más próximos a Renau en las tareas editoriales fueron Gaos, Deltoro y Carreño Prieto, a quienes recordó, como ya he señalado, en el prólogo al facsímil de Nueva Cultura.

      Escribió poco y bueno y podría haber sido –estoy seguro– uno de los más altos escritores o poetas o críticos –¿quién sabe?– de hoy. Mas prefirió y dedicó su tiempo y empeño a leer lo que otros habían escrito o escribían, a comentarlo y criticarlo, verbalmente por desgracia. […] Casi por pura rutina eufemística, he aludido antes a «la pluma» de Antonio Deltoro, en vez de haber dicho, más propiamente, su lengua. «Borracho» de leer, toda su ciencia y conciencia se le iba por la boca.