Óscar Rodríguez Barreira

Miserias del poder


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Pública y sus organizaciones subsidiarias presentaría en todo momento a los nacionales como una pandilla de fascistas decididos a mantener a toda costa a los obreros y a los campesinos en la ignorancia más absoluta con el fin de asegurarse su docilidad y decía de ellos que «son los paladines del negro pasado de incultura y analfabetismo que ha sido baldón de nuestra patria».126

      En contraposición a esta imagen, los antifascistas eran los salvadores del pueblo, aquellos dispuestos a defender con las armas el derecho de las clases populares a la cultura y a la democracia. El discurso encontraba clara discordancia con la práctica real. El férreo control de las ondas de radio tenía su equivalente en las cartillas de lectura, claros ejemplos de adoctrinamiento político. Solo en este contexto se puede entender que únicamente se permitiera la posesión de receptores a los partidos y sindicatos o, a lo sumo, a determinadas instituciones del Estado.127 Es, cuando menos, sintomática la carta enviada por el comité provincial de la Liga Nacional de Mutilados de guerra.

      Creyendo imprescindible, para la cultura y distracción de todos los Mutilados, de disponer de un Aparato de Radio, contando con pocas posibilidades para adquirirle por ningún medio, le solicitamos a VE ponga el interés que a su alcance pueda estar, para concedernos dicha petición, creyendo sepa interpretar como nosotros, que después de la transformación física por nuestros afiliados hemos de saber sustituirlo con el cerebro educándoles para dotarles de una cultura que les pueda permitir ponerse al lado de todo buen ciudadano, viviendo con su producción. Combatiremos también con esto, que al disponer de un salón recreativo las amarguras y sinsabores que adquiere un mutilado al disponer de un miembro menos podamos rechazarlas.128

      Sin embargo, hay que observar todas estas peticiones con cautela. En muchas ocasiones detrás de estos escritos estaban sectores de la Quinta Columna que pretendían que el propio Estado republicano les facilitara su labor de captación de información y de propagación del derrotismo. El 3 de septiembre de 1938, el jefe del Centro de Telégrafos de la capital enviaba una nota al Gobierno Civil de Almería en la que el delegado de Guerra del Hospital Militar, el quintacolumnista José Fornieles Ulibarri, solicitaba una radio para «que sea utilizada en referido establecimiento».129 Tan solo cuatro días más tarde, Fornieles daba cuenta al gobernador civil de que se había recogido el aparato de radio al que hace referencia aunque, de momento, era inservible pues le faltaban dos lámparas.130

      A pesar de los éxitos de la clandestina, ya vimos cómo en diciembre de 1938 Red Hataca fue descubierta y desarticulada. Ese, sin embargo, no fue el fin de la Quinta Columna en Almería. Tan solo un mes antes ya se había creado una nueva Falange, la dirigida por uno de los fundadores de la FE-JONS virgitana, Francisco Ibarra Sánchez, y por Fernando Brea Melgarejo. Según la declaración de este último, la nueva organización llegó a organizar tres centurias «arrojando las tres un contingente aproximado de unos trescientos hombres, en su mayoría muchachos jóvenes, antiguos falangistas o entusiastas de la Falange». Esta nueva organización ya no seguía tanto el esquema propuesto por el SIPM como el de la Falange primigenia, ya que los jefes de centuria tenían, a su vez, jefes de Falange y de escuadras, a los que visitaban diariamente a fin de intercambiar instrucciones e información.

      Las concomitancias con la FE-JONS primigenia no solo tenían que ver con el esquema utilizado, sino también con los fines: la subversión. Para cumplir estos fines, Fernando Brea y Francisco Ibarra procuraron que su organización se dotara de armas, y consiguieron reunir hasta setenta pistolas de calibre corto. Además, procuraron infiltrarse y hacer proselitismo en los cuerpos de seguridad del Estado. En la guardia de asalto consiguieron involucrar a treinta guardias, mientras que entre los militares de artillería llegaron a juntar a cincuenta y ocho personas.

      En cualquier caso, la nueva clandestina únicamente procuró crear unas mínimas estructuras para garantizar el tránsito pacífico del poder republicano al franquista. En palabras de Brea Melgarejo:

      En esta labor de organización se continuó hasta la toma de Madrid por el Ejército nacional, en que ya se creyó llegado el caso de adoptar medidas de ejecución más eficaces para procurar la liberación de la Plaza de Almería, y que esta Liberación se produjese dentro de la mayor normalidad como así ocurrió en efecto.131

      Y es que, en realidad, esta última organización respondía más a esa necesidad de transitar de manera ordenada de un régimen a otro que a una verdadera organización de boicot y resistencia. Según Isidoro García Pérez, su colaboración con esta organización tenía que ver con la certeza de que ya estaba cercano el triunfo de los rebeldes. En esta tesitura Isidoro pensó

      ... en la conveniencia de organizar una nueva fuerza que, en un momento dado, contribuyese a favorecer la Liberación de la Plaza [...]

      A tal efecto organizó un grupo de unos cincuenta jóvenes aproximadamente con elementos que prestaban servicio en la Comandancia de Ingenieros, en la Unidad de Trabajadores y en otras dependencias y centros militares.132

      Dado el carácter militar de la toma de la ciudad, los falangistas pensaron en entrar en contacto con algún destacado militar para que este ayudara a ceder el poder de la ciudad. Fue así como se entró en contacto con Antonio Cuesta Moyano, que había pasado gran parte de la guerra escondido.133

      Una vez implicado Cuesta Moyano, los líderes de la clandestina celebraron varias reuniones para coordinar la acción. El propio Isidoro García ya había contactado también con Cuesta, de manera que todos parecían estar en la misma órbita. En reunión celebrada el 28 de marzo de 1939 se tomaron las decisiones más importantes. En esta se acordó

      ... constituir una Junta de Mandos integrada de la siguiente forma: Jefe Provincial de Falange, don Francisco Ibarra Sánchez; Comandante Jefe Militar de la Plaza y Provincia, D. Antonio Cuesta Moyano y Jefe Provincial de Milicias, el que relata: además se tomaron los acuerdos necesarios para poner en libertad a los presos nacionales.134

      Y a grandes rasgos fue así como se sucedieron los hechos, si bien su mando duraría poco tiempo.135 Tanto FET-JONS como el Nuevo Estado ya tenían decididos, desde tiempo ha, quiénes dirigirían la política y la Falange de la provincia. Mas estas decisiones no serían tan fáciles de llevar a la práctica. Habría que adaptar las intenciones de los líderes de Madrid con la realidad de la provincia. Pasemos a ver qué ocurrió primero en Falange y, luego, en las instituciones provinciales y los ayuntamientos.

      Notes

      1 Rafael Cruz (2006a), Julián Casanova (1997), José Álvarez Junco (coord.) (1987) y José Álvarez Junco (2004).

      2 Gamel Woolsey (2005; ed. or. 1936).

      3 Rafael Cruz (2008) y Edward Acton e Ismael Saz (ed.) (2001).

      4 Edward Norton (2004).

      5 Antonio Pérez de Olaguer (1938) y Remigio Moreno González (1938). Lucía Prieto Borrego (2005).

      6 Bernardo Martín del Rey (1939: 9-11).

      7 Zira Box (2008: 60; y 2010). Sobre las culturas políticas del nacionalismo antiliberal español, Ismael Saz (2003a). Sobre los nacionalismos durante la Guerra Civil, Xosé Manoel Núñez Seixas (2006). Por imaginario, o discurso, entendemos la matriz categorial con la que las personas aprehenden significativamente el mundo que las rodea. Miguel Ángel Cabrera (2001 y 2003), Miguel Ángel Cabrera en Pablo Sánchez León y Jesús Izquierdo (eds.) (2008), Charles Taylor (2006) y Mary Poovey (2006). Lo de la ideología fascista como una forma palingenésica de ultranacionalismo populista, en Roger Griffin (1993 y 1998).

      8 Sobre el concepto de religión política, véanse Roger Griffin en Constantin Iordachi (ed.) (2010), Zira Box (2006) y Hans Maier (2007). Sobre el falangismo como religión política, Ismael Saz en Carolyn Boyd (ed.) (2007) y Zira Box (2004). Sobre la muerte y la palingenesis, resulta muy pertinente la comparación con el caso griego o rumano: véanse Constantin Iordachi en Iordachi (ed.) (2010), Valentín Sandulescu y Vangelis Angelis en Jesús Casquete y Rafael Cruz (eds.) (2009) y Aristotle Kallis (2007).

      9 Box (2008: 61; y 2010). Véanse, también, Alfonso Botti