Óscar Rodríguez Barreira

Miserias del poder


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mi casa, yo estuve en mi casa hasta que en el mes deeee... bueno no tan, no pasó tanto tiempo porque antes de que terminara julio ya me detuvieron. Fueron a mi casa a por mí, yo estaba estudiando. Recuerdo que estaba estudiando álgebra. Estaba estudiando álgebra cuando se presentaron en mi casa.

      El miedo sentido debió de ser enorme y mayor aún lo sería cuando trataron de enviarlos al campamento Álvarez de Sotomayor, lugar en el que se llegó a fusilar a algún detenido. Gracias a la intervención del gobernador civil, el joven falangista salvó la vida, pero el proceso de reeducación que le esperó no le convirtió, precisamente, ni al marxismo ni a la República:

      Aquel hombre se enteró de que nos iban a llevar a Viator que éramos unos menores de edad y se presentó en la cárcel y nos vio y dijo esto noooo esto no puede ser y lo echó para abajo. No, no es que los hemos... No aquí el gobernador soy yo y el que manda soy yo y estos jóvenes no salen... (Óscar) Eso fue Morón... (Respuesta) Que vengan, que vengan gente de los distintos partidos que hablen con ellos, que tal... que los instruyan que esto y que lo otro y que se hagan afiliados de los partidos cuando salgan...65

      Tras la reeducación fue puesto en libertad, siempre con la condición de que se afiliara a algún partido o sindicato obrero: «no cumplí el compromiso». Y es que, como manifestó un indignado Juan José Pérez Gómez, «en aquella época eran los comunistas los que mandaban». Lo único que podían esperar los caballeros españoles era muerte y dolor.

      Yo después salí huyendo porque los amigos míos, los habían, los habían fusilado. Estaban los Spottorno que eran los hijos del catedrático de dibujo, eran tres hermanos y a los tres los fusilaron los comunistas en los primeros días [...].

      (Óscar) Y entonces lo que hizo fue esconderse. (Juan José) En los primeros días esconderme. [...] En casa de mi novia entonces yo y mis hermanos todos nos fuimos. (Mercedes) Eran nueve. Seis, tres mujeres y yo. (Juan José) Y nos fuimos a casa de mi novia hoy mi mujer. Y luego yo ya me fui huyendo por ahí por los cortijos.66

      También se podía sufrir cautiverio por resistirse a modificar las clásicas normas de cortesía católico-burguesas. Carmela Gisbert pudo ver cómo su madre era detenida en Comisaría por ello. «No se podía decir “adiós", salud se decía. Entonces va una amiga de mi madre y dice: “Salud Carmen” y dice “Vaya usted con Dios, que yo no estoy tan saludable como usted". Entonces las dos van a comisaría». Una sensación de incomprensión y temor similar debió de vivir Adela Pérez, viuda del fusilado Manuel Cassinello y madre de la posterior edil tardofranquista María Cassinello, cuando vio cómo su madre se despedía del Tribunal Popular de una guisa similar a la madre de Carmela Gisbert.

      Mi abuela fue juzgada, estuvo presa en «Gachas Colorás» por fanática religiosa y beata cien por cien y repartir propaganda fascista que eran los bonos de la tienda asilo para que fueran a comer la gente de las cuevas bueno pues... Y el día del juicio pues estaban ahí delante y cuando terminó les dijo: queden ustedes con Dios y mi madre dijo: la fusilan.67

      En este clima el personaje más odiado era, evidentemente, el obispo. Dada la tensa situación, las autoridades republicanas y muchos prebostes de la ciudad tenían interés en que Diego Ventaja abandonara la ciudad. Tal y como ha explicad o Juan López Martín, Ventaja gozó de varias oportunidades para huir a la zona rebelde. A pesar de los evidentes riesgos que corría, el obispo Ventaja las rechazó, ya que entendía que su deber era quedarse con sus fieles. Esa actitud le valdría la admiración, aunque póstuma, de la mayor parte de los almerienses. Fue su perdición. El desmoronamiento del Estado provocó una poliatomización del poder en los clásicos señores de la guerra, que no tuvieron, precisamente, en cuenta el valor del obispo.68 Pese a las pretensiones de oficialidad que tanto el Comité Central como el Comité de Presos quisieron dar al presidio y muerte de los obispos de Almería y Guadix, los acontecimientos se precipitaron de manera rápida y sin legalidad alguna.69 No es este el lugar para ocuparse de esos lamentables sucesos, aunque sí lo es para señalar que tanto el vicario general de la diócesis, Rafael Ortega Barrios, como la líder del Socorro Blanco, Carmen Góngora, entraron en contacto con el obispo antes de su muerte, consiguiendo así que las redes de asistencia a eclesiásticos y fieles estuvieran en contacto con don Diego Ventaja. El Socorro Blanco tradicionalista, aquel que se convertiría en Falange clandestina o Quinta Columna, daba sus primeros pasos estrechamente ligado al Palacio Episcopal.

      El niño Manuel Román González, enlace de doña Carmen Góngora, visitó en diversas ocasiones a don Diego, como portavoz de mensajes de los sacerdotes que pedían orientación. En una ocasión fue portador de una tarjeta del sacerdote don Juan Soler García que pedía al prelado autorización para marcharse a su pueblo. Don Diego otorgó el permiso. Ignoraba aquel que en su pueblo apenas le descubrieran lo matarían.

      En otra ocasión, Román, burlando la guardia montada por los milicianos en la plaza de Careaga, logró entrevistarse de nuevo con don Diego y sacó por la puerta que daba a la calle Lope de Vega algunos objetos sagrados que se escondieron en casa de doña Carmen Góngora, la cual había trasladado el taller a la actual calle Mariana, donde había establecido el centro de ayuda a todos los perseguidos, llamado «Socorro Blanco».70

      El hecho cierto de la implicación de la Iglesia y sus redes sociales en la oposición a la República, añadido a su mezcolanza con las estructuras del Ejército y de FET-JONS, y su propio carácter clandestino complican mucho la reconstrucción de las actividades y composición de esta organización. Aún más, durante la posguerra, periodo en el que la pertenencia a la clandestina era un mérito, sus antiguos miembros eran muy cautelosos para hablar públicamente de sus actividades pasadas.71 Todavía hoy la Quinta Columna es un tema tabú y controvertido.72

      Antonio Andrés Díaz, por ejemplo, nos contó su paso por el Socorro Azul. Cuando le hicimos ver el desconcierto que nos causaba la denominación insistió en la denominación señalándonos nuestro error:

      (Óscar) ¿Entonces a usted le ayudó el Socorro Azul o el Socorro Blanco? (Respuesta) Perdón, Socorro Azul, se llamaba. (Óscar) Y ese cuál era el que... (Respuesta) El de Carmeeeen... (Óscar) El de Carmen Góngora ah, ya, ya... (Respuesta) A través de Carmen Góngora.73

      Celestino Fernández, sin embargo, no compartiría ese calificativo para la clandestina. La organización de Aramburu, Mendizábal y Carmen Góngora, de ser Falange, cosa dudosa, sería blanca, jamás azul. «Tuvimos un pequeño choque con la Falange clandestina, que eran los perseguidos, se ocuparon del socorro blanco y de la Falange clandestina que la mandaba Fernández Aramburu un sevillano».74

      Fuera el color que fuese, probablemente el adjetivo que mejor define la actividad de estas redes y organizaciones sea el de clandestinas. Como ha señalado Javier Cervera, ya antes del golpe militar existían importantes sectores derechistas al margen de la ley, mas serán el golpe y la guerra que le siguió los hechos que amplíen los márgenes de la clandestinidad. Si en Almería el número de jovenzuelos falangistas o militares conspiradores era limitado, unos meses más tarde el número de afectados por la comitecracia primero y por el Estado reconstruido, después, ampliaba en mucho el número de críticos, disidentes, derrotistas, desafectos, espías y quintacolumnistas.75

      Michael Seidman, partiendo del estudio de las actitudes sociales en la retaguardia republicana, ha dividido la Guerra Civil en cuatro periodos: 1) Militancia: julio a noviembre de 1936. 2) Oportunismo: noviembre de 1936 a octubre de 1937. 3) Cinismo: noviembre de 1937 a agosto de 1938. 4) Supervivencia: septiembre de 1938 a abril de 1939. Estos periodos podrían converger con los datos que ofrece Javier Cervera, ya que de su investigación se entiende que el mayor número de condenas por desafección se produce entre diciembre de 1936 y septiembre de 1937, mientras que el mayor número de acusados y condenados por derrotismo se produjo durante 1938. De este modo, a nivel general, podríamos convenir que el noviembre del No pasarán supone un antes y un después en las actividades contra la República. A partir de esa fecha, la Quinta Columna se organizaría bajo la forma de falanges