Óscar Rodríguez Barreira

Miserias del poder


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de Málaga y Motril. Febrero 1937 caminan en este sentido, pudiéndose observar que la gran mayoría de los refugiados pertenecían a las clases subalternas. Si a este perfil le añadimos el drama vivido durante la carretera y la propia carga que suponían las normas morales implícitas en una estructura social en la que la familia extensa tenía un fuerte peso, el drama estaba servido:

      Es gente que intenta sobrevivir, que con la ayuda pero también la desconfianza, producto de la propia miseria, de los almerienses, se organiza como puede; recurriendo a las solidaridades de parentesco y paisanaje.30

      Y es que, a pesar de la preocupación mostrada por Federica Montseny y del trabajo desplegado por Matilde Landa y el Socorro Rojo Internacional (SRI), el contingente humano era de tal magnitud y tenía unas necesidades tan perentorias que resultaba imposible cubrir mínimamente sus necesidades. Como explicó un desesperado a Norman Bethune: «En Almería no había ningún sitio donde poder conseguir comida». Muchos, desesperados y furiosos, saquearon cortijos en Adra o Dalías... La situación se tornó más angustiosa y tensa cuando las tropas franquistas decidieron bombardear el Puerto. Allí se había situado un parque de refugio para los evacuados. Pese a la enérgica actuación del gobernador civil, la ciudad era incapaz de atender a los huidos. Para agravar más la situación, al drama humano se le unió la lucha política.31 Los anarquistas adoptaron una actitud beligerante y desafiante contra las todavía débiles estructuras del Estado (re)creadas en la provincia y el arquitecto de estas: Gabriel Morón Díaz. El 9 de febrero de 1937 Morón escribía un bando en el que instaba a

      ... cuantos individuos van llegando a la capital y pueblos siendo porteadores de armas y procedentes de Málaga, que como dichas armas no necesitan utilizarlas en su calidad de evacuados, deberán entregarlas inmediatamente a las autoridades y sus agentes, y solo podrán conservarlas en el caso exclusivo de que se reintegren sin pérdida de momento al lugar de donde proceden.32

      Muchos milicianos malagueños mostraron resistencias a esta orden. En tal tesitura, Gabriel Morón convocó a representantes de todas las fuerzas políticas y sindicales de la provincia para que estas refrendaran su determinación. El bando, publicado tres días después con el consenso de todas las fuerzas políticas, era aún más contundente. Aquellos que no cedieran sus armas quedarían desvinculados de las organizaciones y los sindicatos y del poder vigente. Ellos se lo habían buscado «desde el momento que se colocan frente a los Poderes de la República y a la voluntad del pueblo». Tanto los periódicos como las radios socialistas y comunistas abogaron por la entrega de las armas y la militarización de los milicianos malagueños. Más aún, los propios cenetistas almerienses también publicaron un manifiesto en el que abogaban por el cumplimiento de las instrucciones del gobernador. A pesar de la unanimidad, a la altura del 16 de febrero el problema político continuaba sin resolverse. La situación llegó a tal punto que un miliciano con gran ascendencia entre los confederales se enfrentó al gobernador exigiendo su dimisión. El caso Maroto acabó con una condena a muerte dictada por el Tribunal Permanente del Ejército de Andalucía, aunque, finalmente, se le conmutó la pena por seis meses y un día. El problema de los anarquistas malagueños reavivó el rescoldo del conflicto entre los ácratas y el Estado. La solución dada al problema, la detención de todos los revoltosos, no supuso el final. La disensión anarquista y el caso Maroto persistirían en la agenda política hasta mayo de 1937.33

      La caída de Málaga y el drama de la carretera de Almería no solo trajeron aparejadas consecuencias políticas –caída del gobierno de Largo Caballero y debilitamiento del poder de Morón–, también produjeron una debacle en la despensa almeriense y un rebrote de la represión republicana, que ya casi había desaparecido tras la política de control implantada por el gobernador civil.34 Llegados a este punto, nos interesa subrayar tres elementos:

      En primer lugar, resulta muy sintomático que Rodrigo Vivar Téllez, que salvó su vida gracias a las redes de solidaridad malagueñas, fuera el que, como veremos más adelante, aupara a la primera escena de la vida política almeriense a los principales cabecillas de esas mismas redes en Almería. Este hecho pone sobre la mesa uno de nuestros principales argumentos: es la Guerra Civil la que dota de sentido, y legitima, al franquismo.35

      En segundo lugar, los sucesos de febrero de 1937 y el caso Maroto provocan, en Almería, una situación y unas consecuencias similares al mayo del 37 en Cataluña.36 A partir de febrero-marzo del 37 los anarquistas almerienses serán cooptados por el Estado y la política del frente popular antifascista. A pesar del adelanto de cuatro meses, en Almería se dio otra circunstancia al finalizar el propio mes de mayo que facilitó la homologación del proceso almeriense con el nacional e internacional: el bombardeo por la escuadra alemana.37 Si ya en febrero los milicianos revoltosos y confederales rebeldes comenzaron a asumir el discurso antifascista, tras el bombardeo de la ciudad, Almería no solo fue ubicada en el mapa geoestratégico de la política internacional, sino que se convirtió en un símbolo, menor que Guernica eso sí, de la barbarie fascista, primero, y de la necesidad de unión antifascista, después. Los titulares de los periódicos del momento son elocuentes: «Los forajidos de Berlín y de Roma le han planteado a Europa un ultimátum. Piratas alemanes bombardean Almería» decía El Socialista, mientras que Mundo Obrero titulaba «El salvajismo fascista nos ha declarado abiertamente la guerra». Entre tanto, el otro órgano de propaganda del PCE, El Sol, defendía la unidad: «La infame agresión de la escuadra de Hitler afirma la unidad del pueblo».38 Las representaciones de la espantá de Málaga y el plato de hierro, cenizas y lágrimas con el que Pablo Neruda convidó al obispo son ejemplos más que evidentes del símbolo internacional al que nos venimos refiriendo.

      Un plato para el obispo, un plato triturado y amargo,

      un plato con restos de hierro, con cenizas, con lágrimas,

      un plato sumergido, con sollozos y paredes caídas,

      un plato para el obispo, un plato de sangre de Almería.39

      No todo serían llamamientos en pro de la unidad. El secretario de la CNT abderitana, Antonio Vargas, nos relató su frustración ante la política contraria a los anarcosindicalistas tras la llegada de los malagueños. En su relato mostraba las debilidades y contradicciones de un discurso ácrata que, finalmente, acaba convirtiéndose al antifascismo.

      La colectividad la, la, la... la rompió el gobernador. Precisamente yo lo digo en mi libro. Hace poco, bueno hace unos años que hubo una mesa redonda y me llamaron a mí también. [...] Y yo cogí el micrófono [...] y dije: A nosotros nos destruyó, dio por desaparecido el sindicato de la industria pesquera, dio por desaparecido el comité de la industria pesquera. Y entonces me llamaron a mí y me entregaron, los los... los Guardias de Asalto me entregaron una carta del gobernador pero ¡claro! ha desaparecido porque lo dice él pero funcionaba [el sindicato de industria pesquera] pero al ser una orden de las autoridades tuvieron que cumplirla. Y nosotros [los anarquistas] tuvimos que andar con cuidado porque nos perseguía también.40

      Articular a la vez el discurso ácrata y el antifascista puede llegar a convertirse en una tarea hercúlea dada la inherente contradicción. Sin embargo, a ras de suelo, en el ámbito de las identidades, de los sentimientos y de una memoria que no entiende ni de fechas ni de evoluciones, todo resulta más sencillo. La experiencia cotidiana articulada en el testimonio de Petra Álvarez Rodríguez, una joven vinculada a Mujeres Libres primero y a la oposición antifranquista después, nos mostró cómo no existe problema alguno:

      A mí los alcaldes me gustan muy poco (Óscar) Risas ¿Ni si quiera los republicanos? (Respuesta) Ni los republicanos, a mi los alcaldes no me gustan (Óscar) ¿Y los presidentes del gobierno? (Respuesta) Yo sé que el gobierno... el gobierno somos nosotros... no nos vayamos a quitar puntos. Que haya alguno que nos dirija pero que nos dirija sin batuta (Fernando). (Risas) [...]

      (Óscar). O sea que a ti los que mandan no te gustan ... (Respuesta) A mí no me gusta que manden a mí me gusta que sean leales (Sofía). A ti es que te sale la vena anarquista (Risas) (Respuesta) No, no, no, no... No, déjate tú, Yo soy antifascista ¡¡ANTI!!fascista.41

      En último lugar, encierra más ironía