Óscar Rodríguez Barreira

Miserias del poder


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al margen del debate sobre la Memoria, no solo quiénes fueron los grandes beneficiados de la dictadura, sino cómo hicieron para perpetuarse durante cuatro décadas en el poder y ampliaron, incluso, sus bases sociales. Esta problemática no es nueva; durante la Transición existió una percepción ampliamente extendida sobre el significado y las consecuencias para el momento del drama de la Guerra Civil, mientras que las discrepancias a la hora de valorar la dictadura franquista eran notables. Al existir discrepancias, el recuerdo del franquismo no era útil para el proceso democratizador, por lo que se obvió. La democracia española, explica Ismael Saz, nacía curada de memoria –de la guerra– pero enferma de olvido –del franquismo–.

      Lo que se producía era en cierto modo una paradoja: el recuerdo de un mal –la guerra civil– había marcado los límites por donde debía transitar la transición; pero para que esta se llevase a término felizmente era el recuerdo de otro mal el que se eclipsaba.11

      La ruptura de las hostilidades en torno al pasado ha hecho del franquismo un tema preferente, pero su incorporación al debate público ha sido parcial y selectiva; más que aprender sobre el franquismo hemos conmemorado el antifranquismo. Existen poderosas razones que explican este fenómeno, la más importante es la persistencia, en importantes sectores de la opinión, del estigma que la dictadura había impuesto sobre los rojos. No solo era necesario significar y dignificar la acción y los sufrimientos de la oposición, sino también resaltar el carácter impuesto y coercitivo de un régimen que siempre se aferró a las armas para conservar el poder. El peso y la necesidad de este mensaje es incontestable, pero olvida que cualquier sistema de dominación es incapaz de mantenerse únicamente sobre la coerción, que importantísimos sectores de la población se alinearon con el bando rebelde, primero, y con la dictadura, después, y que, con el transcurso del tiempo, Franco no solo mantuvo esos apoyos, sino que consiguió ampliarlos. La Memoria de la represión no ha sacado del olvido el franquismo, ya que la dictadura fue mucho más que violencia. El que el proceso de Recuperación de la Memoria Histórica se haya volcado sobre la Guerra Civil y la represión de la inmediata posguerra puede tener, además, el pernicioso efecto de actuar como recuerdo pantalla que oculte elementos significativos de nuestro pasado reciente como la memoria de la República en paz o las acciones antifranquistas durante la dictadura. Urge, pues, un debate público que incluya todos estos elementos para permitir una valoración del lugar de la dictadura en nuestra historia contemporánea.12

      Este libro pretende contribuir a este debate. Para llevarlo a cabo, Miserias del poder centra su atención en un universo pequeño con escaso peso político y económico: la provincia de Almería –tristemente conocida como la Cenicienta del Estado–. Pese al florecimiento de las historias locales y regionales, los estudios micro suelen justificarse bien sobre la base de la importancia de la región o el acontecimiento analizado, bien al explicar la imposibilidad de cuantificar el problema en un marco más amplio (represión), o bien por la necesidad de cubrir lagunas historiográficas. Recientemente, y en un marco de especialistas, se diagnosticaba un proceso de desertización en la historiografía del franquismo en Andalucía y se lamentaba, entre otras cosas, la escasez de trabajos sobre las instituciones locales. Mientras el puzle de la represión estaba casi resuelto, en el de las instituciones faltaban muchas piezas –provincias– por encajar. Faltaríamos a la verdad si justificáramos este libro con estos argumentos: ni Almería tiene una importancia capital, ni es imprescindible un análisis micro para describir la política franquista, ni la idea es completar un hueco que facilite la elaboración de síntesis sobre Almería, Andalucía o España. Nuestro objetivo y justificación es contar los años cuarenta desde la periferia real.13

      Lo que queremos es ver los intereses materiales de quienes detentaban el poder, calibrar la capacidad proselitista del franquismo, analizar el peso de la familia y las redes clientelares en la dinámica política, dilucidar la continuidad o ruptura de los cuadros políticos de la dictadura... Todo ello desde una provincia depauperada tan representativa o más que otra con un nivel de desarrollo económico por encima de la media. Son preguntas generales hechas a un registro histórico circunscrito. La elección del marco local tiene que ver con el deseo de explicar la interacción entre las órdenes emitidas desde el poder central, la sociedad sobre la que se aplicaban y las instituciones y cuadros políticos, normalmente locales y provinciales, que debían ejecutarlas.

      Se debe considerar que una dictadura es una construcción social y, por ello mismo, que no se puede explicar solo a través de sus estructuras y políticas, sino que es imprescindible atender siempre a la doble y cambiante realidad básica de cómo afecta a, y es influida por, la vida de la mayoría de los que viven bajo ella.14

      Por norma general, los análisis políticos conceden prioridad a las grandes instituciones del Estado; la pretensión de Miserias del poder es hacer una lectura del poder franquista no tanto desde abajo, ya que no es historia social, como de abajo hacia arriba. No se negará la agencia al poder central, pero lejos de pretender constatar mecánicamente cómo desarrolló sus políticas, trataremos de atender a cómo la realidad social y política de los cuarenta influyó en la forma que adoptó la dictadura, así como a las respuestas que ofreció esta.15

      Miserias del poder está estructurado en torno a tres capítulos: Vivir la Cruzada en el Infierno; Hijos subversivos, padres de orden, y Caudillos y deudos. El capítulo primero, Vivir la Cruzada..., narra la Guerra Civil en Almería desde la perspectiva de las derechas o, si se prefiere, de aquellos que por su religión, por su nivel socioeconómico o por su ideología, fueron perseguidos por, o ellos mismos se enfrentaron a, los poderes del bando republicano. Este capítulo persigue varios objetivos: realiza una lectura cultural de la acción colectiva clandestina durante la Guerra Civil, explica la construcción de redes sociopolíticas articuladas en torno a la Quinta Columna, muestra la configuración de los futuros cuadros políticos del franquismo y, finalmente, propone una cronología de la evolución de las actitudes sociales y la resistencia a la República en guerra. El segundo capítulo, Hijos subversivos..., da un pequeño salto hacia atrás para explicar la política durante la II República, prestando especial atención a las dinámicas de exclusión de la política republicana y al nacimiento de Falange. A pesar de las continuidades, FE-JONS tendrá importantes diferencias con respecto a FET-JONS, el partido único orquestado por el franquismo. Explicadas las distancias entre ambas organizaciones, centraremos nuestra atención en dos de las delegaciones de FET-JONS con mayor proyección social: el Frente de Juventudes y Auxilio Social. A través del análisis de su dinámica política, acción y relaciones con el Estado, capacidad de penetración en la sociedad y de los límites que imponía la situación social, económica y política, ofreuna explicación del papel jugado por el partido único en el Nuevo Estado: uno subordinado. Caudillos y deudos... se ocupa del poder en las instituciones locales y provinciales durante los años cuarenta. Se parte de la reconstrucción de las instituciones locales. Este proceso fue extremadamente conflictivo y es más explicativo si se observa de abajo hacia arriba: desde los pueblos hasta las capitales de provincia. Los múltiples conflictos existentes en los municipios ahondaron en el conflicto existente entre FET-JONS y el Estado, lo que se deja ver en todas las provincias con las luchas entre jefaturas provinciales y gobiernos civiles. La solución que ofreció el poder central fue la unificación de cargos, una política que redujo a la nada la posibilidad de crítica al poder. Esta supuso la consolidación de un nuevo caciquismo o, si se prefiere, de un clientelismo de Estado y partido único. Sin negar la renovación producida en los cuadros políticos intermedios del franquismo, proceso que constatamos, interpretamos este hecho como algo característico de un poder local fascistizado. Con esta caracterización, tratamos de dar cuenta de la interacción entre lo viejo y lo nuevo, dando especial relevancia a que el nuevo poder local permitiera que las redes de poder de los notables y sus clientes se beneficiaran de la desmovilización social impuesta por la dictadura. Para acabar, Caudillos y deudos... ofrece un retrato del perfil social de los cuadros políticos que coparon las instituciones locales durante los años cuarenta. Resumiendo, en este libro hablaremos de la fascistización de los católicos, de la desfascistización, muerte y resurrección de Falange y, por último, de caciques, cruzados y fascistas en las instituciones locales franquistas, relatando la construcción de un clientelismo de Estado y partido