AAVV

Santa María de Montesa


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por otro. El momento de constitución de la primera31 puede situarse en los años inmediatamente anteriores a 1300,32 aunque concretamente para la Orden de Calatrava es 1322 la primera mención explícita que disponemos de la «mesa maestral».33

      Este proceso de oligarquización de las órdenes militares, y concretamente de la de Calatrava, no se vivió pacíficamente. La dialéctica entre un autoritarismo maestral, de que es acusado López de Padilla en más de una ocasión, incluida la decisiva de 1325, y el reiterado asalto de altos dignatarios de la Orden a la más alta responsabilidad –en esta circunstancia fue el clavero Juan Núñez de Prado– son otra clave con la que entender la difícil coyuntura de la que estamos hablando.

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      De este modo, y en conclusión, puede decirse que una identidad cuestionada –la de unas órdenes militares sospechosas de ineficacia–, el ansia de las monarquías por hacerse con el control de sus recursos y una insatisfacción creciente de las oligarquías comendatarias frente a políticas maestrales que se consideraban abusivas, son los tres argumentos que recorren la vida de la Orden de Calatrava en el primer tercio del siglo XIV y que, siendo también telón de fondo para el análisis de las demás órdenes, nos ayudan, de un modo u otro, a entender el contexto en que nace la Orden de Montesa.

      * El presente estudio forma parte del proyecto de investigación I+D Violencia religiosa en la Edad Media peninsular: guerra, discurso apologético y relato historiográfico (ss. X-XV), financiado por la Agencia Estatal de Investigación del Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España (referencia: HAR2016-74968-P).

      3. Todo lo relativo a este tema no resulta nada claro, porque las ideas de Ramón Llull sobre su proyecto de unificación fueron variando con los años. En una obra inicial, Liber de passagio, de 1292, Llull, con el fin de hacer efectiva la recuperación de Tierra Santa, solicitaba del papa la creación de una orden militar que, bajo el nombre de «Orden del Espíritu Santo», sería el resultado de la fusión de las del Hospital, Temple, Teutónica y las hispanas de Santiago y Calatrava, y su maestre habría de ser «un rey devoto y valeroso que no tuviera esposa o estuviera en disposición de abandonarla». Más adelante, en 1305, en su Liber de fine, la orden fusionada pasa a denominarse «Orden de la Milicia», y su caudillo sería un bellator rex, el noble hijo de algún monarca, que, después de reconquistar Jerusalén, se proclamaría rey en la Ciudad Santa. Pero es que más adelante, en 1309, en otra obra que lleva por título Liber de adquisitione Terrae Sanctae, Llull dice que el maestre de la orden unificada sería un caballero y religioso, feudatario y servidor del papa (véase R. da Costa: «Ramón Llull, la cruzada y las órdenes militares de caballería», conferencia pronunciada en el seminario «Cristianisme i l’Islam –el cas de Tortosa i Tartous a la Mediterrània» [en línea]). En estas condiciones, no es fácil identificar al máximo responsable de la orden proyectada y que Ramón LLull, al menos en un principio, tenía en mente. Demurger sugiere a Felipe IV o a alguno de sus hijos (A. Demurger: Caballeros de Cristo. Templarios, hospitalarios, teutónicos y demás órdenes militares en la Edad Media (siglos XI a XVI), Granada, Universidad de Granada-Universitat de València, 2005, p. 254), pero quizá sea más razonable pensar que el franciscano mallorquín en realidad apuntaba hacia el rey Jaime II de Aragón o, mejor aún, a su hermano Fadrique, rey de Sicilia desde 1296, y al que tenía en particular estima. S. García Palou: «El candidato de Ramón Llull para el cargo de Maestre General de la Orden del Espíritu Santo», Estudios Lulianos, 11, 1967, pp. 1-15.