y conocimiento sobre el mundo. No se puede obviar que los mapas de la era del descubrimiento son una construcción social, cultural y política que refuerza mediante sus símbolos el orden y el poder del imperialismo marítimo que se buscaba establecer. En este sentido fueron herramientas del poder16. Es importante recordar que los mapas son imágenes que representan el mundo como es, pero también como será, como podría ser y como debería ser, obviamente según el contexto donde se producen17. Entonces, en este libro se busca interpretar los mapas como documentos históricos, como una ventana al pasado.
Los mapas en este libro son una evidencia del emprendimiento humano y los artículos abordan las exploraciones de los pioneros que buscaron descifrar los enigmas de la geografía del Nuevo Mundo, aquellos enigmas que no fueron solo fronteras geográficas sino también culturales. Se busca plasmar la interacción entre enigmas geográficos, expediciones y cartografía de las Américas a partir del siglo XVI, partiendo de la concepción del mapa como el documento histórico, que registra y visibiliza las interrogantes y las respuestas, los conocimientos y desconocimientos, la realidad y el imaginario, los sueños y constataciones, las posibilidades y las aspiraciones de las arriesgadas y peligrosas expediciones que se aventuraron a explorar aquel Mundus Novus.
NOTAS
1 Cita tomada de una placa en el Museu Marítim de Barcelona, en agosto del 2012.
2 Virga, Vincent. Cartographia, mapping civilizations. New York: Little, Brown and Company, 2007.
3 Vespucci, Amerigo. Mondus Novus. Transcripción G. Northrup, Princeton University Press, 1916. En Peter C. Mancall, Travel Narratives from the Age of Discovery, an Anthology. Peter C. Mancall (Ed). New York: Oxford University Press, 2006: pp. 214-224.
4 En el año de 1504 Américo Vespucio registró esta información en una carta dirigida a Lorenzo Pietro di Medici, el banquero Florentino. “Americo Vespucci, Mondus Novus”. Transcripción G. Northrup. Princeton University Press, 1916. En Mancal, l Peter C. (Ed.). Travel Narratives from the Age of Discovery, an Anthology. Peter C. Mancall (Ed.). New York: Oxford University Press, 2006: pp. 214-22.
5 Fernández Arnesto, Felipe. Las Américas. Barcelona: Crítica, 2004: p. 16.
6 Virga, Vincent, Cartographia. New York: Little Brown and Company, 2007: p. 176.
7 Virga, Vincent. 2007.
8 La cita completa dice: “ Although many of the ancient were interested in marking out the circumference of the World, things remain unknown to them in no slight degree; for instance in the west, America, named alter its discoverer, which is now known to be a fourth part of the Worl.” traducida por la autora, tomada de Hessler, John W. The namig of America. London: Giles Editorial for the Library of Congress, 2008: p. 34.
9 Martín - Merás, María Luisa. Cartografía Marítima Hispana: la imagen de América. Madrid: IGME, 1993: p. 95.
10 Fernández Arnesto, Felipe. Las Américas. Barcelona: Crítica, 2004: p. 20.
11 Mathiessen, Peter. “El último sur”. En Realidades ajenas. Madrid: Trama editorial, 2000: p. 321.
12 Noble, John. The Map Makers. New York: Vintage Books, 2001: pp.16-17.
13 Woodward, David y Malcolm Lewis. “The History of Cartography”. Vol 2, Libro 3. Cartography in the Traditional African, American, Artic, Australian, and Pacific Societies. Chicago: The University of Chicago Press, 1998.
14 Martín - Merás. 1993.
15 Martín - Merás. 1993: p. 236.
16 Harley, J.B. y David Woodeard (Eds). The History of Cartography. Chicago: University of Chicago Press. Vol 1, 1987. Vol 2, libro 1, 1992. Vol 2, libro 2, 1994.
17 Harley, J B. y David Woodeard (Eds). The History of Cartography.
Detalle de Americae Pars Meridionalis, Joannes Janssonius, 1647-1650, Nouvelle Atlas Du Theatre Monde, cortesía Fondo Jijón, Biblioteca Nacional, Ministerio de Cultura del Ecuador.
* Relación Diaria del Viaje de Jacobo Lemayre y Guillermo Cornelio Schouten, en que descubrieron nuevo Estrecho y pasage del mar del Norte al mar del Sur, a la parte austral del Estrecho de Magallanes, Madrid: Bernardino de Guzman, 1619, 11v.
EL RÍO DE LA PLATA: UN ENIGMA EN EL SUR DE AMÉRICA
Rodrigo Moreno Jeria
Cuando Cristóbal Colón hizo sus dos últimos viajes de descubrimiento, su principal objetivo fue hallar el ansiado estrecho que permitiera el paso de sus naves rumbo a lo que la cartografía de entonces conocía como el Quersoneso Áureo y, de allí, probar su gran descubrimiento, navegando por el conocido océano Índico.1 Sin embargo, nada de eso ocurrió. Intentó infructuosamente hallar un canal a la altura de lo que hoy es Panamá, y aunque su sentido común no era tan lejano a la realidad en cuanto a lo que buscaba, por aquel entonces dicho paso no se podía realizar.
Tras Colón, o mejor dicho contemporáneo a él, Américo Vespucio constató que la única forma de definir geográficamente con mayor exactitud las nuevas tierras descubiertas por Colón, en particular la desembocadura del río Orinoco, era navegar por la costa hacia el Sur, puesto que de esta forma se podría constatar la real extensión del territorio y comparar con lo que hasta entonces era la tierra conocida de Asia.
Vespucio no navegó solo ni era parte de la única expedición que buscaba verificar la existencia de nuevas tierras. Álvares Cabral descubrió también nuevas tierras en 1500 y las bautizó como Brasil. Sin embargo fue el sabio florentino quien en 1503, tras realizar un viaje que lo llevó hasta el sur de lo que hoy conocemos como el Río de la Plata, escribió una carta llamada Mundus Novus, en la que constató intelectualmente que lo que había visitado no era Asia, sino un nuevo mundo.2
De allí en adelante, la historia es conocida. En 1507 el cartógrafo Martin Waldseemüller publicó el mapa Universalis Cosmographia, y al territorio al sur del Orinoco se lo denominó América, en conmemoración de Vespucio, pero recordando la condición femenina de la tierra recién descubierta.3
El viaje de Vespucio fue, al menos hasta lo que podemos constatar4, el primero que buscaba resolver en el Sur un enigma, que consistía en definir si las tierras descubiertas por Colón eran parte del continente asiático o pertenecían a un mundo nuevo, un continente no conocido que, en caso de existir, rompía en pedazos la teoría de la división tripartita del mundo, a partir de la cual Europa, Asia y África eran las únicas tierras habitadas por seres humanos.
Pasaron los años, y a su paso quedó abierta la inquietud por explorar de manera más acabada las costas del nuevo mundo al sur del Brasil, más aún cuando por definición del Tratado de Tordesillas, firmado en 1494, dichas tierras pertenecían a la Corona de Castilla.
Fue así que, transcurrida más de una década desde el viaje del florentino,