Kris Lane

Enigmas de las Américas


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breve tiempo esta importante cuenca hidrográfica. Sin embargo, versiones portuguesas dan a la expedición de Nuño Manuel y Cristóbal Haro, realizada entre 1513 y 1514, el honor de haber sido la pionera.5

      Díaz de Solís, oriundo de Lebrija, arribó a la gran desembocadura del río en febrero de 1516, y desde allí se adentró por su estuario norte. En primera instancia el lugar fue denominado Mar Dulce, posiblemente ante la duda que inicialmente generaba la inmensidad que observaban, y que podía dar cabida a la existencia del tan anhelado estrecho meridional que conectara el Mar Océano o Mar del Norte (Atlántico) con el llamado Mar del Sur (Pacífico).6 Para entonces, los indígenas identificaban toponímicamente el lugar como Paraná Guazú.7

      Lamentablemente esta importante expedición hispana no dejó testimonio cartográfico, puesto que cuando Solís estaba explorando la costa de lo que hoy es Uruguay fue asesinado por nativos del lugar junto a casi todos los hombres que le acompañaban y por lo tanto se perdieron las anotaciones y levantamientos que para entonces estaba haciendo el Piloto Mayor de Castilla.8

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      En relación con el nombre del río, la denominación que la cartografía consagró definitivamente hacia 1530 como De la Plata se generó en tiempos de Solís, cuando Alejo García, uno de los sobrevivientes de su expedición, tiempo más tarde desde la costa sur actual del Brasil tuvo noticias de un rey blanco y de las fascinantes sierras de plata, imaginarios que los lugareños contaban que existían al interior del territorio. Esto lo animó a organizar una expedición en busca de tan apetecidos objetivos. La expedición se concretó en 1524 en compañía de cuatro españoles, un mulato y un número indeterminado de indios auxiliares. Al recorrer y explorar el río Paraguay se internaron en el Chaco, hasta llegar a las tierras altoperuanas, actual territorio boliviano. Sin embargo, no continuaron camino al Perú y decidieron regresar a la costa atlántica. Ahora bien, lo notable de dicha empresa es que se realizó casi una década antes de que arribaran al Perú los conquistadores procedentes de Panamá, por lo cual se puede afirmar que fue inicialmente la región del Plata la puerta de entrada al Tahuantinsuyu.9

      En cuanto al resultado del viaje, si bien encontraron metales preciosos, Alejo García no pudo atesorarlos porque al regresar de su viaje murió a manos de indígenas guaraníes en las proximidades del río Paraguay.

      Ahora bien, aunque la plata hallada por este insigne aventurero no tenía relación directa con el río descubierto por Solís, quedó en la memoria colectiva la existencia del mineral en un entorno “no lejano” del río, tema que más tarde fortaleció el topónimo, ya que se produjo la conquista del poderoso mundo inca y el hallazgo del Cerro Rico de Potosí.

      Y a propósito de cartografía, un mapamundi anónimo, atribuido a Batista Agnese que se guarda en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, datado aproximadamente de 154410, es el primer testimonio concreto donde se puede corroborar la inclusión del topónimo platense; es decir pocos años después de la muerte de García y posiblemente influido por las noticias que Sebastián Caboto llevó a Europa a partir de esa misma expedición y de otros intentos inmediatos por explorar la región andina desde el Atlántico.11

      No obstante, es recurrente reconocer en la historiografía tradicional el valor del mapamundi del cartógrafo genovés Battista Agnese, quien lo confeccionó en Venecia hacia 1544. En aquel hermoso mapa, impreso y bastante conocido, el topónimo Río de la Plata cobró tal importancia que muchos han creído por siglos que este había sido el primer testimonio con dicho nombre. Con toda seguridad Agnese tomó la noticia de otros mapas manuscritos de la época y por ello no es de extrañar que antes de su obra pudiera haber existido el topónimo, tal como queda demostrado en este Mapamundi (Imagen 1).12

      Después de las expediciones de Solís y del intento de Alejo García, que fortuitamente dio nombre al río, fue el referido Sebastián Caboto quien realizó un nuevo intento por explorar el interior del río entre 1526 y 1529.

      Si bien la empresa de este navegante estaba inicialmente definida para ir en busca de las bíblicas Tarsis y Ofir, así como de Cipango y Catay, según la capitulación de 1525, el carácter mercantil de la empresa hizo cambiar de opinión a Caboto, quien optó por buscar éxitos económicos en el menor tiempo posible, para lo cual decidió ir en demanda de las riquezas que se encontrarían en los contrafuertes andinos, de acuerdo con lo que se contaba de la expedición de García, de la cual tuvo noticias en Pernambuco.

      Este marino y cartógrafo genovés, afincado desde muy joven en Venecia, era hijo del célebre explorador Juan Caboto, quien había navegado al servicio de la Corona británica, y había sido el primer explorador europeo en época moderna que oficialmente había recorrido las costas de Terranova en Norteamérica.13

      Al conocer en detalle las noticias de Solís, gracias al hallazgo de náufragos en la costa sur del Brasil, así como también de las últimas noticias que se tuvieron de García, puso especial atención en navegar río arriba y realizar los primeros asentamientos en el Río de la Plata en nombre de la Corona española, cosa que hasta la fecha no había ocurrido.

      Al explorar la zona del río Uruguay, en las cercanías de la actual Colonia del Sacramento, en un sitio que denominó San Lázaro, Caboto fundó un pequeño fortín en abril de 1527. Se trató del primer asentamiento español en el estuario del Plata, al que dos meses más tarde seguiría otro más importante, el fuerte Sancti Spiritu, que se convertiría en la primera fundación en actual territorio argentino, en las cercanías de la ciudad de Rosario, en la confluencia de los ríos Coronda y Carcarañá (Imagen 2).

      Mientras realizaba esta importante exploración fluvial hacia el interior, con sorpresa apareció Diego García de Moguer, quien estaba al mando de otra empresa con fines comerciales. Este sobreviviente de la expedición de Solís, que había conseguido importante apoyo en La Coruña, quiso disputar con Caboto los derechos de exploración de dicho territorio, aunque desconocía que la capitulación del genovés era cinco meses más antigua que la de él y, por lo tanto, sus pretensiones en el Río de la Plata no eran legales.14 Sin embargo, la supuesta legitimidad de la empresa de García de Moguer se sustentaba en que tampoco Caboto había cumplido su plan original, que se enmarcaba inicialmente en Asia y no en el Nuevo Mundo.

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      Ante la imposibilidad de imponer sus fuerzas uno sobre otro y ante la necesaria mediación que habría que hacer en España decidieron ambas expediciones continuar la exploración río arriba, navegando por el río Paraguay. Fue de este modo como descubrieron en 1529 el río Pilcomayo. Lamentablemente para las dos empresas, no se pudo concretar el objetivo central, que consistía en arribar a las riquezas de las míticas Sierras de la Plata, y para agravar el fracaso, al retorno a Sancti Spiritu se constató que un ataque indígena había destruido esta primera fundación, con la consiguiente pérdida de las vidas de quienes habían quedado a cargo del emplazamiento.15

      Por otra parte, antes de dicho episodio, Caboto, ante la imposibilidad de llegar por vía fluvial a las montañas andinas, había enviado otras expediciones terrestres de exploración hacia diversos puntos; una de estas fue liderada por el célebre Francisco César, quien salió con 15 hombres en busca de las Sierras del Plata. César y sus gente nunca arribaron al Perú, aunque cuando retornó poco menos de la mitad del grupo, los sobrevivientes mencionaron maravillas que habían visto en las regiones interiores, entre ellas “indios ricos” y “hombres blancos”, lo que por el tiempo y la distancia recorridos