entrenamiento alterno integral
El entrenamiento alterno típico es habitualmente muy chato. Ejercita, por ejemplo, el aeróbic, el levantamiento de pesas y el yoga… pero todo ello tiene lugar a un nivel estrictamente físico. ¿Qué sucedería si aplicásemos el mismo principio del entrenamiento alterno —según el cual, lo que hayamos logrado en una dimensión cataliza el avance en todas las demás— a todos los niveles y dimensiones de nuestro ser? Porque ésa es precisamente la idea. La investigación preliminar realizada en este sentido sugiere, por ejemplo, que el meditador que también levanta pesas acelerará más el avance de su meditación que el que no lo haga, y viceversa, que el levantador de pesas que medita acelera también su práctica de levantamiento de pesas. Éste es un fenómeno al que podríamos denominar sinergia alterna integral. Los cuatro módulos esenciales activan simultáneamente diversas y poderosas sinergias existentes entre el cuerpo y la mente, entre el Espíritu y el cuerpo, y entre la sombra (es decir, el inconsciente) y el Espíritu. Y éste es un beneficio que se ve acentuado por el ejercicio de los módulos adicionales.
Aunque algunas prácticas se centren más en un módulo que en las demás, tiene lugar un cierto efecto dominó, porque el compromiso con un módulo en una determinada dimensión vital aumenta la eficacia del resto de los módulos en las demás dimensiones. Éste es el poder del entrenamiento alterno, lo que explica que, aunque el módulo de la sombra se dirija fundamentalmente a la dinámica psicológica interior, acabe influyendo en muchos aspectos de nuestra vida. Cobrar, pues, conciencia de los contenidos de la sombra y apropiarnos de ellos no sólo aumenta la intimidad y sinceridad de nuestras relaciones, sino que libera también la energía reprimida en nuestro cuerpo, aclara y aumenta la eficacia de nuestro trabajo, intensifica nuestra autenticidad y nuestra conducta ética, y puede llegar incluso a mejorar nuestras finanzas (como sucede, por ejemplo, cuando el trabajo con la sombra nos permite enfrentarnos y superar los miedos inconscientes hacia el dinero y el poder).
Un enfoque post-metafísico
El siguiente principio —más teórico pero no, por ello, menos importante— afirma que la PIV es “post-metafísica”, un calificativo que significa que no existe ninguna visión de la realidad que se presente sencillamente ante nuestra conciencia como un dato. Dicho en otras palabras, toda perspectiva es enactuada, lo que significa que, para ver algo, tenemos que hacer algo. Así, por ejemplo, si queremos saber si está lloviendo, tendremos que echar un vistazo por la ventana; si queremos ver una ameba, deberemos utilizar un microscopio y, si queremos entender de qué diablos hablan los maestros zen, nos veremos obligados a meditar.
La vieja metafísica asume que la realidad se presenta sencillamente ante nuestra conciencia sin intermediación alguna de contextos, acciones y percepciones. Pero, según la visión postmetafísica integral, si queremos experimentar una realidad integral tendremos que acometer una práctica integral. Nada, pues, de lo que presentamos en este libro debería ser tomado como una simple proclamación de la verdad porque, en todos los casos, para corroborar la veracidad de lo que alguien considera “verdad”, el lector deberá seguir una determinada práctica.
Si el lector, por ejemplo, quiere conocer la verdadera existencia de las lunas de Júpiter, deberá familiarizarse con los principios de la astronomía y mirar luego a través de un telescopio. Y si, del mismo modo, quiere conocer la verdadera existencia del satori del zen o de la iluminación, deberá familiarizarse con el zen y meditar y contemplar luego directamente la naturaleza de su mente. En lugar, pues, de tragarnos acríticamente algo o de vomitarlo escépticamente, la visión post-metafísica nos obliga a asumir una actitud abierta e inquisitiva. En cierto modo, la post-metafísica es una expresión del impulso científco —es decir, de la experimentación empírica y de la validación experiencial— que no se limita al plano material, sino que incluye todos los niveles y dimensiones de nuestro ser.
Conciencia, respeto y presencia
La esencia de la Práctica Integral de Vida no se limita al ejercicio de determinadas prácticas. Muy al contrario, insiste en el compromiso sincero de aportar conciencia, respeto y presencia a cada momento de nuestra vida —e intensificar, de ese modo, nuestra conciencia, nuestro respeto y nuestra presencia. Quien emprende una PIV aspira naturalmente a un cuerpo sano, una mente clara, un corazón abierto y el compromiso con un objetivo superior. Y ello no sólo se expresa en el modo en que respiramos y nos sentamos a lo largo del día, sino en el modo también en que trabajamos, en que tratamos a nuestra pareja y en que nos enfrentamos al estrés… es decir, en todos los aspectos y en todos los momentos de nuestra vida.
Ser conscientes y amar —es decir, ver, sentir y ser en el momento— es algo realmente muy profundo que nos obliga a liberarnos de la fijación a toda perspectiva, para ser así libres y flexibles y evolucionar con la vida.
La Práctica Integral de Vida es paradójica. Como sucede con los “caminos graduales” de los que hablan ciertas tradiciones, que implican décadas de atención diligente, la práctica va profundizándose con el paso del tiempo. Desde el mismo comienzo, sin embargo, el camino se ve puntuado por momentos de despertar y libertad súbita, experiencias cumbre en las que la conciencia va poniéndose de manifiesto gradualmente. Entonces es cuando advertimos provisionalmente la verdadera naturaleza de las cosas. Pero, si esa experiencia cumbre se repite con la suficiente frecuencia, el espíritu de la conciencia libre acaba impregnando toda nuestra vida.
Por ello decimos que el camino universal es tan gradual como súbito… y, del mismo modo, tan genérico como específico. Y es que, aunque este libro se asemeje a un manual del “modo en que debemos hacer las cosas”, la PIV no se limita a ser un programa de autoperfeccionamiento. Ofrece un extracto de los procesos universales de despertar a los estados y estadios superiores de la conciencia. Desde cierta perspectiva, uno puede empezar “haciendo el proceso” pero, desde otra, es el proceso el que “acaba haciéndonos a nosotros”.
La libertad a la que el ser humano despierta ha estado siempre presente. En consecuencia, jamás hubo problema alguno y nunca nadie necesitó transformarse. Paradójicamente, sin embargo, la transformación también es importante y por ello estamos profundamente agradecidos. En el momento de la realización vemos nuestro camino como lo que realmente es, un mero pretexto para el despertar incondicional. La práctica se asienta en la bondad, la verdad, la belleza y la alegría misma de vivir la práctica.
La Práctica Integral de Vida sigue evolucionando y profundizándose durante toda nuestra vida, haciéndose cada vez más íntima y real. ¿Cómo debemos enfrentarnos a la frustración, la decepción y el sufrimiento? ¿Cómo deberíamos responder cuando alguien nos ataca? ¿Qué debemos —o, mejor dicho, qué podemos— hacer cuando muere un ser querido? ¿Cómo debemos enfrentarnos a la cruda e inevitable realidad de la pérdida, el envejecimiento y la muerte?
Porque es precisamente entonces cuando se pone claramente de relieve la importancia de la práctica. El hecho de que podamos echar luz sobre las cuestiones relativas a la sombra, de que podamos equilibrar nuestro cuerpo con el adecuado ejercicio y nutrición, de que podamos asumir múltiples perspectivas, de que nuestro sistema nervioso pueda liberar las tensiones y de que podamos aumentar nuestro contacto con la vida y con la verdad acaban determinando nuestra experiencia inmediata, lo presentes y amorosos que podamos estar con todo lo que aparezca y el modo de emplearlo para crecer.
Pero la práctica no sólo nos ayuda a enfrentarnos a las cuestiones difíciles, sino también a las cuestiones hermosas. La vida es infinitamente maravillosa y sorprendente. El enamoramiento… el nacimiento de un bebé… tener una idea nueva y brillante… servir a una causa superior… emprender una nueva empresa… viajar y experimentar otras culturas… entender la naturaleza de la realidad… crear o disfrutar de una hermosa obra de arte… A todo eso, nos guste o nos desagrade, también estamos sometidos.
La luz del Espíritu puede cegarnos como mil millones de soles, la belleza de una simple lágrima puede fundir nuestro corazón y el amor verdadero puede aplastarnos como si de una montaña se tratase… hasta que nuestra pareja dice algo que nos molesta o enfurece, y la belleza y el