Andrés Vázquez de Prada

El Fundador del Opus Dei. I. ¡Señor, que vea!


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1046. Estas tierras fronterizas entre Castilla y Navarra sufren las tensiones políticas creadas por las luchas entre los reinos cristianos, cuyos reyes establecen la sede episcopal ya en Calahorra ya en Santo Domingo de La Calzada. Durante la Baja Edad Media, sin embargo, los obispos residieron en Logroño, aunque la diócesis se conociera con el nombre de Calahorra y La Calzada. En los siglos XVII y XVIII la diócesis va perdiendo importancia; y al intentar reestructurar las circunscripciones eclesiásticas por el Concordato de 1851, se prevé la constitución, a expensas de los territorios de Calahorra y La Calzada, de una nueva diócesis, la de Vitoria. Esta desmembración de territorios y la creación de otra diócesis se llevó a la práctica en 1862. Cumpliéndose así, tan sólo, parte de lo previsto en el Concordato, porque la sede episcopal de Calahorra no se trasladó a Logroño (cfr. F. de Coello y P. Madoz, Mapa de Logroño con límites de obispados, Madrid 1851; F. Bujanda, La diócesis de Calahorra y La Calzada, Logroño 1944; E. Hinojosa, Calahorra and La Calzada, en AA. VV., The Catholic Encyclopedia, III, New York 1908; AA. VV., Diccionario de Historia Eclesiástica de España, ob. cit., vol. I, pp. 305 y ss.).

      Toda clase de datos sobre personas eclesiásticas, cargos y estadísticas de la diócesis pueden comprobarse en el Anuario Eclesiástico editado anualmente por E. Subirana en Barcelona (cfr. Diócesis de Calahorra y Santo Domingo de La Calzada).

      71 Durante los años que Josemaría pasó en Logroño fueron canónigos de la catedral, entre otros, don Valeriano-Cruz Ordóñez, Rector del seminario; don Francisco Xavier de Lauzurica, más tarde íntimo amigo del Fundador cuando era Obispo auxiliar de Valencia, y luego Administrador Apostólico de Vitoria y Arzobispo de Oviedo; y don Ciriaco Garrido Lázaro, con quien se confesó algún tiempo Josemaría (cfr. Anuario Eclesiástico, ob. cit., años 1915 a 1920).

      72 Junto a la iglesia de las carmelitas había una hospedería. El Obispo de Calahorra, don Juan Plaza y García, vio con agrado la instalación de los carmelitas en Logroño. En su licencia había una cláusula: «Por ahora, dos de los padres carmelitas que han de formar la nueva Residencia, podrán instalarse en la Hospedería de dicho convento de las Madres carmelitas, abonándolas por este concepto lo que fuere justo, y procurando a la mayor brevedad posible establecerse en casa separada del convento» . El 23 de octubre de 1917 dieron las monjas de L ogroño su conformidad (cfr. P. Silverio de Santa Teresa, Historia del Carmen Descalzo, tomo XIII, Burgos 1946, p. 832).

      73 Ibidem, p. 833.

      74 Según el Servicio Meteorológico Nacional, en diciembre de 1917 hubo 9 días de nevada en Logroño; y 3 días en enero de 1918. Para la prensa local (“La Rioja” ) las heladas y la nieve se midieron por las consecuencias, y a este efecto se describía con pelos y señales la vida ciudadana. Por ejemplo: se ordenó echar paja por las calles para evitar las caídas de los transeúntes (29-XII-1917); frío de 8º bajo cero (30-XII-1917); temperatura que descendió al día siguiente a 16º bajo cero de mínima; los puestos de venta de carnes y pescados hubieron de cerrar por congelación de la mercancía; el día último de año, a causa del frío, murieron tres personas; el 2 de enero de 1918 nieva copiosamente durante varias horas, y se revientan las cañerías; al día siguiente se les hiela el vino en las cantimploras a los serenos, y uno de ellos dice haber visto un lobo cerca del cuartel de Artillería... (cfr. las secciones: Hace 25 años y Hace 50 años de las fechas correspondientes de “La Nueva Rioja” ).

      El Fundador no nos dejó una fecha señalada en lo que se refiere al hecho de su repentino cambio de vida y a la señal exterior que lo suscita, de la que se habla a continuación. Las expresiones que usa en sus conversaciones o escritos son un tanto holgadas: Tenía yo catorce o quince años... (Meditación del 19-III-1975); ... desde los quince (Carta 29-XII-1947/14-II-1966, n. 19); Desde los quince o dieciséis años (Ibidem, n. 16); Desde que tenía quince años... (Carta 25-V-1962, n. 41); hasta cumplidos los dieciséis años (Apuntes, n. 1637).

      Por otra parte, esa dubitativa imprecisión (14 ó 15 años; 15 ó 16 años) parece indicar que está referida mentalmente a un cambio anual, bien sea el Año Nuevo, bien el día de su cumpleaños (9 de enero). O tal vez a ambos. De modo que, sopesando los datos expuestos (la fuerte nevada que cierra el año 1917 y el hecho de que se barriesen a fondo las calles antes del 9 de enero), no es aventurado suponer que la fecha buscada haya de situarse entre las vísperas de Año Nuevo y el cumpleaños de Josemaría.

      75 Citado por Álvaro del Portillo, Sum. 77.

      «En 1964, hablándome de su vocación al sacerdocio, Mons. Escrivá de Balaguer me dijo, preguntándose a sí mismo: ¿Cuál ha sido el origen de mi vocación sacerdotal? — Una cosa aparentemente fútil: la huella de los pies descalzos de un carmelita sobre la nieve; y me explicó cómo, pensando en el sacrificio de aquel religioso por amor de Dios, se preguntó qué hacía él por el Señor. Pensó entonces que quizá Dios le llamaba allí mismo, en la calle, y que, si así fuese, por su amor a la Eucaristía se hubiera llamado fray Amador de Jesús Sacramentado» (Jesús Alvarez Gazapo, Sum. 4279).

      «Contaba el Fundador que le hizo gran mella el ver las huellas de un carmelita descalzo sobre la nieve; y pensó que él hacía poco por Dios. Y descubrió que el Señor esperaba algo concreto de él» (Encarnación Ortega, PM, f. 30).

      «El Padre, según me confesó, comenzó a manifestar deseos de una vida cristiana más perfecta y empeñada cuando, en invierno de 1917-18 contempló sobre la nieve las huellas de los pies de un religioso Carmelita [...]. Según manifestó, sintió la llamada al sacerdocio después de haber visto esas huellas en la nieve» (José Luis Múzquiz, PM, f. 350v).

      Sobre el episodio de las huellas en la nieve, entre otros, cfr. Francisco Botella, Sum. 5610; Pedro Casciaro, Sum. 6337.

      76 Cfr. Meditación del 14-II-1964.

      «Se trató de un cambio dictado —dice Mons. Álvaro del Portillo— por la disponibilidad para hacer algo grande, heroico si fuese necesario, por el Señor; la disponibilidad que busca activamente seguir la Voluntad divina» (Álvaro del Portillo, Sum. 80; cfr. también Sum. 94).

      «Fue en diciembre de 1917 o en enero de 1918, cuando advirtió por vez primera que el Señor le llamaba a su servicio, pero sin saber en qué ni cómo. Desde entonces, comenzó a poner todos los medios para conseguir un trato mucho más intenso e íntimo con Dios, y se dedicó a la oración y a la vida de piedad y de penitencia con verdadera generosidad» (Javier Echevarría, Sum. 1831). Cfr. también José Luis Múzquiz, PM, f. 349v.

      77 Carta 25-I-1961, n. 3.

      78 Meditación del 19-III-1975. Cfr. Apuntes, n. 179, nota 193.

      79 Los testigos usan diversas expresiones, en el fondo coincidentes: «le sugirió hacerse Carmelita descalzo» (Álvaro del Portillo, Sum. 84); «le propuso que se hiciera carmelita» (Javier Echevarría, Sum. 1808); «este Padre trató de averiguar si en él latía un germen de vocación carmelita» (José Ramón Madurga, PM, f. 270v).

      80 Mi Madre del Carmen me empujó al sacerdocio. Yo, Señora, hasta cumplidos los dieciséis años, me hubiera reído de quien dijera que iba a vestir sotana. Fue de repente, a la vista de unos religiosos Carmelitas, descalzos sobre la nieve... ¡Qué obligada estás, dulce Virgen de los Besos, a llevarme de la mano, como a un niñito tuyo! (Apuntes, n. 1637). (La “Virgen de los Besos” , como se verá más adelante, era una imagen de bulto, una pequeña estatua de su propiedad).

      81 Como dice en sus Apuntes, n. 290: Quería Jesús, indudablemente, que clamara yo desde mis tinieblas, como el ciego del Evangelio. Y clamé durante años, sin saber lo que pedía. Y grité muchas veces la oración “ut sit!” , que parece pedir un nuevo ser.

      82 Cfr. Álvaro del Portillo, Sum. 84; Javier Echevarría, Sum. 1808, y PR, p. 131; Jesús Alvarez Gazapo, Sum. 4280; Pedro Casciaro, Sum. 6337.

      El estado eclesiástico, como sacerdote secular, le dejaba una libertad de opción y movimiento que