primeros hallazgosdel psicoanálisis, experiencias reflejadas en el artículo «Über Coca» (1887). Sin embargo, a pesar de estas críticas, Freud y el psicoanálisis aparecen como piedra base en el inicio de la psicología moderna. Grandes autores como Perls, creador de la psicoterapia gestalt; Reich, creador de la bioenergética; Claudio Naranjo; Grof, con la terapia holotrópica, e innumerables terapeutas, entre los que humildemente me cuento, han recorrido el psicoanálisis. Y fue el Psicoanálsis el que, a pesar de su soporte racionalista, contrastó con la psicología conductual. Hoy día el psicoanálisis ortodoxo contrasta con el transpersonalismo. Es decir que llevamos cien años de andadura psicoanalítica, lo que según el colega junguiano Enrique Galán no puede pasarse por alto. Con el psicoanálisis se pasa de un inconsciente filosófico a un inconsciente operativo, y se abre la concepción de lo “psicosomático”, interrelación que coloca un embrión en la relación inseparable de la mente y el cuerpo. Con el psicoanálisis también aparece el valor del individuo y su vida personal, su biografía, que posteriormente dará lo existencial y lo humanístico en psicología. Para Galán la grandeza del psicoanálsis está en que abre la puerta a la riqueza psicológica, que posteriormente se irá desgranando, hasta llegar a lo que está más allá de la persona: lo transpersonal, apareciendo Jung como pionero. Nada de ello habría tenido lugar sin el psicoanálisis. Puede haber discrepancias sobre esta última opinión pero lo que es indiscutible es que la evolución lleva un orden progresivamente expansivo, tal vez plegado en su totalidad en el embrión de los tiempos. Es innegable que en el psicoanálisis se pasa por una vivencia analítica personal –la praxis del diván–, además de su corpus teórico, lo cual ya plantea esa necesidad de experiencia pragmática, aunque la recaptación de la falla en el discurso se realice finalmente desde el racionalismo. También podemos pensar que en esa evolución hemos de pasar por, para dejar de; es decir, trascender bifurcando.
El post
El psicoanálisis se ha dividido en diversias escuelas, unas más definidas que otras. Tenemos a Melanie Klein, inglesa, cuya teoría de las posiciones es fundamental en la epistemología del psicoanálisis. En el análisis kleiniano se subraya la importancia de los impulsos agresivos. Algunos de sus seguidores comentan con un determinismo apabullante que a partir de los seis primeros meses de vida ya está todo programado. A su escuela se le critica el haberse centrado en la práctica real en la comprensión de la relación de transferencia. Bion se centra más en el presente. (Erich Fromm, quien da origen a un psicoanálisis histórico y ético.) Otras tendencias importantes las representan Otto Rank con su teoría de la voluntad, y Ferenczi, con una nueva teoría de los instintos, a demás de su interés por el cuerpo. De Rank es de destacar la gran importancia que da al trauma del nacimiento, lo que ha sido corroborado posteriormente, aunque Rank no profundizó en ello; sin embargo adelanta el origen traumático, que sería perinatal más que edípico, lo que conlleva una versión diferente de Freud. Ferenczi le apoyó, no así Freud. Lacan, en Francia, da origen a una tendencia recuperadora de Freud, aunque hay quien opina que en realidad creó una nueva teoría analítica. La teoría lacaniana se ha extendido con profusión en Europa y en América latina. De la misma manera que Freud se organizó en los parámetros racionalistas y positivistas de fin del siglo diecinueve, Lacan se encuentra dentro de las teorías lingüísticas del estructuralismo, utilizando el concepto de metáfora para la función paterna entre otras aplicaciones, y también la metonimia, el significante, etc.; de ahí el lenguaje como constituyente. La palabra reina aquí en un hiperintelectualismo que, al igual que en el mundo freudiano, sólo se queda en la capa mental, en la capa del intelecto de la cuadrinidad, convirtiéndose así en omnipotente. Una matemática intenta formular los procesos, lo cual hace entrar en un vertiginoso poder de la palabra y el concepto, en una trasmisión superanalítica y casi esotérica, cuya validez quedaría reducida ostensiblemente si se hiciera entrar al ser intuitivo o ser espiritual, lo que conduciría a una comprensión global y guestáltica de los sucesos, antes que perderse en un laberinto intelectual que jamás encuentra salida, contentándose sólo con el minucioso relato intelectual de los devaneos de una pulsión que, como un señuelo, se pierde entre el concepto del deseo y el del goce. La complejidad del enigma del ser humano se pierde al querer valorarlo exclusivamente por la actividad intelectual y la palabra. De ese modo, es imposible la vivencia de lo transmental; por ello encuentro en el mundo psicoanalítico de casi todas sus tendencias un pesimismo poco saludable. La fuerza de la vida se pierde entre las definiciones. El final de Lacan, después de los arrebatos de sus discursos y sus seminarios, es un poco desconocido; hay quien habla de su interés por el zen, etc. El caso es que ese final pretende ser ignorado por quienes se han hecho a medida de sus teorías oficiales. Para mucha gente es evidente que terminó loco. Sin embargo, Marc Alain Descamps tiene escritos sobre los aspectos transpersonales de este hombre singular, verdadero trapecista del concepto. Hay momentos en que leer a Lacan supone una travesía interesante. Lo que se desprende de su trabajo y de la forma de exponerlo es como si ansiara apurar el camino por el que la palabra pudiera inútilmente, por sí misma y junto al intelecto, contener en sí una pulsión vital que siempre se escapa entre las agujas de tejer. La supramentali-dad, la consciencia-energía, no encuentra aquí ningún remanso para manifestarse, y aunque la teoría analítica nos ayude a adquirir consciencia de nuestros impulsos, tensiones, necesidades, depresiones, gustos y ansiedades, etc., resulta que todo lo que esté mas allá es territorio del delirio.
Hoy día existen grandes líneas y escuelas psicoanalíticas, con tendencias definidas como las resaltadas o bien con posiciones eclécticas que incorporan diversas corrientes.
3. LA TERCERA FUERZA: LA PSICOLOGÍA HUMANISTA
La gestalt
Pasada la trágica resaca de la guerra mundial, comienza un resurgir apoyado por unas generaciones que no pretenden seguir los pasos armamentistas de un poder que de ese modo mantiene su estrategia.
En el mundo de la psicología surgen caminos diferentes de los dominados por el mecanicismo del conductismo y el psicoanálisis. Este camino se aglutinará en la llamada psicología humanista, que proclama ya un nuevo orden en el acontecer humano, conviertiéndose así en la tercera fuerza que Maslow imprime en la evolución de las corrientes.
Un extenso bagaje de tendencias aglutina este movimiento que crece bajo el contundente apadrinamiento de Abraham Maslow entre otros, partiendo de una arriesgada crítica a lo establecido. Destacamos la conocida como psicología existencial de Rollo May, de raíces filosóficas en Husserl; el análisis existencial de Viktor Frankl; la bioenergética neoreichiana; el rolfing; el método Feldenkrais; la terapia primaria de Janov; el chamanismo y los trabajos psicodélicos; Carl Rogers; Erich Fromm; la teoría de campo; el holismo; Laing; la influencia de Jung; la terapia gestalt, etc., que hacían que en cualquier congreso humanista uno se encontrara con una riqueza de líneas y grupos en donde se contactaba con ese bullicio alegre, dispuesto a romper las ataduras morales de un pasado no muy lejano. Las dinámicas de grupo, maratones desnudos, etc., renuevan la terapia grupal del psicodrama, apartándolo de lo académico y productivista para dar rienda suelta, en la sala, a los impulsos naturales, sexuales y agresivos que estaban proscritos por el psicoanálisis y las psicologías académicas, limpiando y desactivando así los fondos oscuros de la mente.
La psicoterapia gestalt
Considerada como una de las más influyentes en la psicología humanista, es de especial importancia por ser una de las que se convierten en puerta de entrada de la psicología transpersonal.
Orígenes. La psicología de la gestalt se inició en Alemania, bajo la influencia de Kant y Husserl. En ella se introducía el concepto de organización, en el sentido de que los fenómenos percibidos son las totalidades organizadas, y los objetos son “objetos de experiencia”, como se expresaba Koehler. Se oponían a la cuantificación, es decir a los cómputos estadísticos, a la explicación maquinal de la vida de corte conductista. Proponían un isomorfismo basado en la relación parte-todo, la restauración