Eve Rickert

Más allá de la pareja


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HISTORIA DE EVE

      No recuerdo las circunstancias exactas en las que compartí mi calendario de Google con Kira, ni por qué lo hice. Recuerdo haberle pedido a ella el suyo, pero ella lo recuerda de otra manera. Recuerdo que me dijo que ella nunca había compartido un calendario antes, y yo quería explicarle cómo funcionaba. Para mí compartir calendarios no es algo tan importante. En ese momento, muchas de mis amistades y personas con las que trabajaba tenían acceso tanto a mi calendario personal como al de trabajo. Si quería mantener alguna información privada, creaba un «evento privado».

      No habíamos hablado de límites respecto al calendario o expectativas concretas sobre qué significaba compartirlo. Como se puso de manifiesto, ella tenía expectativas muy diferentes de las mías. Pero no lo supe hasta que fue demasiado tarde.

      Como Kira estaba acostumbrada a la comunicación pasiva, entendió que el que yo compartiera mi calendario con ella suponía la expectativa implícita de que ella compartiera el suyo, aunque yo no había pensado en eso. Y me sorprendió mucho cuando lo hizo. Tras compartir su calendario conmigo, ella se sentía inaceptablemente expuesta, aunque yo ya sabía dónde estaba ella en todo momento. De hecho, solo consulté su calendario una vez durante nuestra relación.

      En el fondo, el calendario era, para Kira, el símbolo de la «escalera mecánica de las relaciones». Sus miedos respecto a verse obligada por las expectativas o el compromiso se vincularon a él. La parte mala fue que nunca hablamos sobre ese tema. Solo me lo contó al final de nuestra relación, cuando toda posibilidad de una comunicación auténtica ya se había terminado.

      Un problema muy común con la comunicación pasiva es que las personas acostumbradas a ella tienden a creer que toda comunicación es pasiva. No son capaces de alternar entre comunicación pasiva y directa. No importa lo directa que sea tu comunicación, quien usa la comunicación pasiva no tiene duda de que bajo tus palabras hay un mensaje oculto, una petición no declarada o una crítica velada. A menudo quien suele utilizar la comunicación pasiva planteará interpretaciones que parecen directamente estrambóticas, incluso paranoicas. Pero eso tiene su origen en sus expectativas culturales respecto a qué proporción del significado es ocultado por otras personas.

      La manera más efectiva que hemos encontrado para construir buena comunicación con alguien que se comunica de manera pasiva es con paciencia, empatía y comunicación directa. Responde solo a las palabras, sin intentar adivinar o descifrar el significado oculto. Si la persona que emplea comunicación pasiva se frustra por tu incapacidad para ver el significado real –y se frustrará–, insiste en que la comunicación directa es la única manera que conoces de asegurarte de que el mensaje sea entendido.

      Emplea una comunicación clara y directa. Si la persona con quien tienes una relación malinterpreta algo que has dicho, o extrae un significado que tú no le querías dar, ten paciencia y recurre a la sinceridad. Comunica el significado que buscabas de forma clara. Di claramente que, de verdad, quieres entender lo que dice. Asegúrale que tus palabras no tienen una intención oculta. Responde a las frases vagas con preguntas claras y directas. Pide explicaciones cuando diga algo ambiguo. Y, sobre todo, no desfallezcas ni esperes cambios repentinos. Se tarda mucho tiempo en aprender a comunicarse de manera pasiva y se tarda lo mismo en desaprenderlo.

      Las historias que nos contamos

      Los seres humanos son animales que cuentan historias. Nos contamos mentalmente historias, decenas de veces al día, sin ni siquiera darnos cuenta. Usamos esas historias para darle sentido al mundo y entender las acciones de las personas a nuestro alrededor. Muchas de esas historias hablan de los motivos de otras personas. Sabemos que las acciones del prójimo no son aleatorias. Construimos modelos en nuestra mente que nos ayudan a entender a otras personas. Y debido a que no venimos de la fábrica con rubíes en nuestra frente para leernos la mente, esos modelos tienen errores. Se construyen observando, suponiendo, proyectando y empatizando.

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