Eve Rickert

Más allá de la pareja


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reunió el valor necesario para hablar con su mujer sobre explorar el BDSM. Él descubrió que años antes de conocerse, ella había estado involucrada en el BDSM y que lo había disfrutado mucho pero que nunca se lo había contado a él... ¡porque tenía miedo de la reacción que él pudiera tener!

      Esta falta de comunicación sucede cuando nos guían nuestros miedos en lugar de nuestras esperanzas. Si pasamos demasiado tiempo pensando sobre lo que puede ir mal, nos olvidamos de lo que puede ir bien. La vida es mejor cuando te guían tus esperanzas, no tus miedos.

      Quizá la justificación más común para la falta de honestidad en una relación es la idea de que la verdad hará más daño que una mentira. La persona que miente a una de sus relaciones puede pensar: «Si digo la verdad, le va a hacer daño, pero si no se lo digo, no tendrá que experimentar ese dolor». Este razonamiento dice más de la persona que razona así que sobre la persona a quien está «protegiendo», porque el consentimiento no es válido si no es informado. Ocultando la verdad, le negamos a nuestras relaciones la oportunidad de dar su consentimiento para continuar en nuestra relación. Controlar la información para mantener a una de nuestras relaciones (o para conseguir que haga lo que queremos) es una de las maneras de tratar a las personas como cosas.

      Y recuerda, la honestidad comienza por ti. Una persona que es deshonesta consigo misma no puede ser honesta con nadie más. La gente es deshonesta consigo misma por muchas razones, incluyendo ideas sobre cómo «deberían» ser. Si piensan que desear tener varias relaciones es algo inmoral, pueden convencerse a sí mismas de que no lo desean, incluso cuando lo están deseando. Del mismo modo, si alguien quiere tener solo una relación, puede convencerse a sí misma porque cree que el poliamor es más «avanzado». La gente también puede mentirse a sí misma por razones más sutiles. Una mujer cuyo marido se siente amenazado por la idea de que ella tenga otro amante masculino puede decirse a sí misma «Bueno, no importa, en realidad no quiero estar con otro hombre», incluso si, en algún rincón de su mente, sí querría.

      Comunicación pasiva

      La comunicación pasiva se refiere a la comunicación mediante subtexto, evitando las frases directas y buscando significados ocultos. Las personas que son comunicadoras pasivas pueden usar técnicas como decir frases vagas e indirectas en lugar de decir sus necesidades, preferencias o límites. Pedir directamente lo que quieres te hace vulnerable y la comunicación pasiva a menudo se origina en ese deseo de evitar la vulnerabilidad. La comunicación pasiva también ofrece la posibilidad de negar de forma creíble; si comunicamos indirectamente nuestro deseo de algo, y luego no lo conseguimos, es fácil decir que en realidad no lo queríamos. Exponer nuestras necesidades significa defenderlas y arriesgarse a que otras personas puedan no querer cubrirlas.

      Una manera en que sucede esto es cuando codificamos los deseos como preguntas: «¿Te gustaría salir a cenar comida tailandesa?». (O peor, «¿No crees que hace mucho tiempo que no salimos a cenar?».) Para alguien que utiliza la comunicación pasiva, una frase así puede ser la manera codificada de decir: «Esta noche me gustaría salir a cenar comida tailandesa». El problema es que quien utiliza la comunicación directa puede atender solo a lo que ha escuchado y dar una respuesta directa: «No, la verdad es que no me apetece salir esta noche». Esto puede hacer que quien usa la comunicación pasiva sienta que le ignoran; puede terminar pensando «¡Nunca presta atención a mis necesidades!», cuando, para quien usa la directa, no se especificó ninguna petición; se le preguntó sobre cómo se sentía. Quien usa la comunicación directa puede terminar pensando «Nunca dice lo que quiere. ¡Espera que yo adivine lo que piensa! Si quería salir a cenar, me lo podía haber dicho».

      Cuando hablamos de una cena, la comunicación indirecta puede no ser tan importante. Cuando hablamos de cosas más complicadas, como los límites emocionales o las expectativas en las relaciones, la comunicación indirecta puede llevar a tener crisis a causa de los malentendidos.

      LA HISTORIA DE EVE

      Mi relación con Kira solo duró unos meses, pero el daño que causó fue duradero. Cuando se terminó, me sentí profundamente ignorada, no escuchada y como una desconocida para alguien con quien había imaginado, hasta hacía poco, que tenía una profunda intimidad. No me sentía como una persona, sino como una actriz que había sido elegida para un papel. Aunque todo –el flirteo, la relación, la ruptura– estaba previsto previamente en las expectativas y creencias de Kira. Y sentí que tenía poca influencia sobre esa trayectoria porque Kira y yo no nos podíamos comunicar.

      Kira había crecido en una familia que se comunicaba pasivamente, y se pasó su adolescencia en una cultura en la que la comunicación pasiva era la norma. Lo irónico era que ella valoraba, y a menudo hablaba, de comunicación asertiva. Pero esos hábitos estaban demasiado arraigados en ella para reconocerlos, no digamos para desaprenderlos. Aprendí pronto sobre las consecuencias desconcertantes, frustrantes y a menudo exasperantes de haberse enamorado de alguien para quien cada frase tenía un doble sentido.

      Para Kira, lo importante no era lo que yo había dicho, sino lo que ella había imaginado que yo había dicho, y eso parecía tener su origen en ideas profundamente enraizadas en su mente. Kira se imaginaba que yo quería cosas que nunca había pedido, me las daba como si se le hubiesen ocurrido a ella y luego me culpaba cuando se sentía mal al dármelas. Sus ideas sobre lo que yo quería tenían su origen en lecturas crípticas de cosas que yo había dicho o hecho, y no me valía de nada negar que las hubiese querido o pedido. Para ella, yo las había pedido. Pasivamente. No tenía permiso para negar los significados ocultos que Kira se había imaginado pero que yo nunca había deseado.

      Kira me reenviaba mensajes que había recibido de otras personas, o me pedía que viese en internet conversaciones en las que ella estaba participando, esperando que yo me sintiera profundamente ofendida o escandalizada con lo que leía. Cuando yo no era capaz de encontrar las frases ofensivas, ella me explicaba con lujo de detalles el significado oculto de la conversación, qué estaba sucediendo «realmente» detrás de las palabras que estaban utilizando. Ella era capaz de crear una historia muy detallada a partir de unas pocas palabras.

      Nuestra relación se terminó con ella contándome una historia así. Escuché angustiada, sin podérmelo creer, cómo me contaba lo que yo había querido, lo que yo esperaba. Todo ello leído en mis palabras o acciones, y nada de todo ello era cierto. Lo más duro fue no poder contraargumentar nada: la comunicación pasiva era algo tan natural para Kira que no le resultaba factible creer que mis palabras querían decir exactamente lo que dije que significaban, que no todo tiene un significado oculto. Para Kira, lo que ella imaginaba que estaba tras mis palabras era más importante que mis palabras. Y eso terminó con las posibilidades de comunicación entre nosotras.

      La comunicación pasiva es la norma en muchas familias, y sin duda en muchas culturas. De vez en cuando aparece en los medios un artículo de psicologismo de pacotilla que compara la comunicación pasiva con la directa y que dice que ninguna de las dos es inherentemente «mejor» y que todo lo que necesitas hacer es saber qué estilo está utilizando alguien y adaptarte a él.

      En las relaciones poliamorosas, de todos modos, la comunicación pasiva te puede amargar mucho la vida, y la de tus relaciones, y la de las relaciones de tus relaciones. Es cierto que en algunas culturas (en Medio Oriente, donde Kira fue criada, por ejemplo) se usa una comunicación pasiva muy sutil, con muchos matices y no hay problema con ello en su propio contexto cultural. De todos modos, en las culturas donde la comunicación pasiva es la norma, el paratexto (las pistas verbales y no verbales que te dicen el significado oculto) es compartido y comprendido. Escribimos este libro pensando en un contexto occidental, donde es muy probable que a ti, a tus relaciones y a sus propias relaciones se les habrá criado en ambientes familiares y culturales diferentes, y por lo tanto con creencias diferentes sobre los significados implícitos contenidos en determinadas pistas sutiles. Buscar significados ocultos en esa situación lleva con alta probabilidad a que te equivoques mucho.

      Cuando la comunicación pasiva incluye amenazas o demandas implícitas, puede convertirse en manipulación. Eso puede suceder de muchas maneras: ocultando