Eve Rickert

Más allá de la pareja


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vs. abundancia

      Cuando se trata de relaciones románticas, la gente suele caer en dos patrones: o sigue el modelo de la escasez o el modelo de la abundancia.

      En el modelo de la escasez, las oportunidades para el amor parecen escasas. Hay pocas relaciones potenciales y es difícil encontrarlas. Como la mayoría de la gente que conoces espera tener una relación monógama, encontrar relaciones poliamorosas es especialmente difícil. Cada requisito adicional que pones reduce las posibilidades todavía más. Como la posibilidad de tener una relación es tan escasa, es mejor que aproveches cada oportunidad que se presente y te aferres a ella con todas tus fuerzas. Al fin y al cabo, ¿quién sabe cuándo tendrás otra oportunidad?

      El modelo de la abundancia propone que las oportunidades para tener relaciones están a todo nuestro alrededor. Sin duda, solo un pequeño porcentaje de la población cumple nuestros requisitos, pero en un mundo de siete mil millones de personas, las oportunidades son abundantes. Incluso si excluimos a todas las personas no interesadas en el poliamor, y todas las personas con el sexo y orientación «que no queremos», y todas las personas que no tienen cualquier otra característica que estemos buscando, eso todavía nos deja decenas de miles de relaciones potenciales, lo que sin duda es suficiente para mantener ocupada a la persona más ambiciosa.

      Lo curioso de ambos modelos es que los dos tienen razón: el modelo que elijamos tiende a ser una profecía autocumplida. Si tenemos un modelo de escasez para las relaciones, puede que nos aferremos a las veces en que nos han rechazado, lo que puede bajar nuestra autoestima, lo que reduce nuestra autoconfianza… y eso hace más complicado que encontremos con quien tener una relación, porque la autoconfianza es atractiva. Puede que empecemos a buscar desesperadamente tener una relación, lo que reduce nuestro atractivo aún más. Y así terminamos teniendo menos éxito, lo que refuerza la idea de que las relaciones son escasas.

      Cuando aplicamos un modelo de la abundancia a las relaciones, es más fácil que simplemente hagamos cosas que nos hacen felices, sin preocuparnos de buscar a alguien con quien tener una relación. Eso tiende a darnos más atractivo, porque las personas felices, seguras de sí mismas, son más deseables. Si nos dedicamos a hacer lo que nos hace felices, conocemos a otras personas que están haciendo lo mismo. ¡Genial! La facilidad con la que encontramos relaciones potenciales, incluso cuando no estamos buscándolas, refuerza la idea de que abundan las oportunidades para el amor, lo que nos facilita dedicarnos a lo que nos hace felices, sin preocuparnos demasiado por encontrar relaciones… y el ciclo se repite. Creemos que nuestras percepciones cambian con la realidad, pero la verdad es que la realidad que nos encontramos a menudo se deriva de nuestra propia percepción[4].

      Esas ideas también van a influir en nuestra disposición a permanecer en relaciones que no nos funcionan, tanto directa como indirectamente. Si creemos que las relaciones son escasas y difíciles de encontrar, puede que no abandonemos una relación incluso cuando nos está haciendo daño. Del mismo modo, si creemos que las relaciones son difíciles de encontrar, eso puede aumentar nuestro miedo a la soledad, lo que puede provocar que permanezcamos en relaciones que no nos están haciendo bien.

      De todos modos, hay una pega. A veces, las cosas que buscamos, o la manera en que las buscamos, crean una escasez artificial. Esto podría deberse a que hacemos algo que desanima a otras personas, o porque estamos buscando algo poco realista. Si estás buscando a modelos canadienses que hayan ganado el premio Nobel y tengan un patrimonio de 20 millones de dólares, puede que encuentres relaciones potenciales muy de vez en cuando. Del mismo modo, si a la gente le das la impresión de que has creado un espacio en el que deben encajar y en el que no podrán crecer, puede que tampoco abunden las oportunidades para iniciar nuevas relaciones.

      Frente al malestar

      La flexibilidad fomenta la resiliencia. Ayuda a crear relaciones que son capaces de adaptarse a los vientos del cambio sin romperse. De todos modos eso tiene un coste. Ser flexible significa tener la disposición a adaptarse al malestar, porque el cambio a menudo es molesto. Aceptar el cambio, abrazar la idea de que puede haber muchas maneras diferentes de cubrir nuestras necesidades, desprenderse del deseo de escondernos de nuestros miedos controlando las estructuras de nuestras relaciones… en algún momento, con casi total seguridad, eso nos hará tener que enfrentarnos a emociones incómodas.

      En algunos ambientes hay un dicho, a menudo aplicado a las relaciones: «No hagas nada con lo que no te sientas a gusto». Cuando se refiere al acceso a tu cuerpo, a tu espacio o tu mente, es un buen consejo. Siempre podemos elegir qué permitimos y qué no. De todos modos, a menudo significa en realidad «No permitas que la persona con quien tienes una relación haga algo con lo que no estás a gusto» o «No explores situaciones desconocidas si sientes que no estás a gusto». En esos casos, creemos que «No hagas nada con lo que no te sientas a gusto» es un consejo pésimo. La vida es algo más que evitar cualquier malestar. A veces el malestar es una parte inevitable del aprendizaje y el crecimiento personal. ¿Recuerdas la primera vez que intentaste ir en bicicleta, o nadar, o tocar un instrumento musical? ¿Recuerdas lo embarazoso e incómodo que era? Tener una vida increíble supone salir de tu zona de confort. Y a veces ese malestar nos muestra maneras en las que podemos mejorar.

      Nos gustaría proponer la idea radical de que el malestar no supone, por sí mismo, una razón para no hacer algo, ni para prohibir a alguien hacer algo. La vida es algo más que ir desde la cuna a la tumba por el camino del menor malestar posible. Es más, si no se tiene cuidado, negarse a enfrentarse a la incomodidad puede llevarnos a una conducta poco ética. Cuando evitar la incomodidad supone controlar a otras personas, las desempoderamos.

      El statu quo de casi todas las relaciones normalmente da menos miedo que el cambio, no importa lo beneficioso que pueda ser ese cambio. Cuando aparecen nuevas personas en nuestras vidas, traen consigo nuevos retos y nuevos placeres. Cuando nuestras relaciones crecen, cambian. Nos puede resultar tentador intentar mantener el statu quo todo lo posible limitando lo que puede hacer la gente que nos rodea: «Puedes entrar en mi vida, pero solo hasta aquí. Puedes crecer, pero solo hasta este punto».

      En nuestra experiencia, construir muros alrededor de la libertad de cada cual es más dañino a largo plazo que confiar en el deseo de la persona con quien tenemos una relación de hacer lo que más nos conviene y confiar en que seremos capaces de adaptarnos, de ser felices y de sentir que nos quieren incluso cuando las cosas cambian. La incomodidad y el cambio nos van a atrapar, antes o después, da igual cuánto intentemos escondernos. Enfrentarse a esas cosas en nuestra propia situación, con la creencia de que podemos ser felices incluso al enfrentarnos al cambio: todo ello contribuye a construir una seguridad y estabilidad que perduren.

      Vivir con integridad

      A lo largo de este libro, planteamos la confianza como una alternativa al control en las relaciones poliamorosas. Algo fundamental para generar confianza es vivir de forma honesta. Generas confianza cuando cumples tus promesas, cuando «predicas con el ejemplo». La confianza se pierde cuando rompes acuerdos, cuando rompes los límites y actúas de formas que no coinciden con los valores que proclamas. Vivir con integridad puede ser lo que te sostenga cuando nada más lo haga. Cuando tienes que tomar decisiones complicadas, y los efectos de esas decisiones en las personas que te rodean son imposibles de predecir, ¿qué te sirve de guía? Cuando te equivocas, o cuando cometes errores, ¿eres capaz de mirar atrás y decir «Respeté los valores que son más importantes para mí»?

      En las relaciones poliamorosas, puede haber momentos en los que no hay ninguna opción buena, en los que tanto tus relaciones como tú saldréis perdiendo. Quizá la cuestión es dónde vais a pasar las Navidades. Quizá es dónde irán las criaturas después de terminada la relación. Quizá es qué hacer cuando dos personas con quien tienes una relación a quienes adoras, no se soportan mutuamente. Podemos hablar de negociación, de compromiso, de encontrar soluciones en las que todo el mundo salga ganando, pero a veces no existe un punto intermedio. Cuantas más personas sumas a la ecuación, más probable es que aparezcan conflictos y, a veces,