Rafael Fiol Mateos

Pedro Casciaro


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y Arquitectura, y se realizaba una intensa labor de formación cristiana con universitarios y con jóvenes profesionales[22].

      De esta manera, Pedro empezó a acudir con frecuencia a la residencia de estudiantes de la calle Ferraz. Josemaría Escrivá, en las sucesivas conversaciones, le fue enseñando a tener un trato personal con Jesús, a vivir en presencia de Dios, a convertir el estudio en oración, a descubrir en las circunstancias ordinarias ocasiones para ofrecer pequeños sacrificios al Señor, etc.

      Don Josemaría, en aquellas entrevistas de dirección espiritual, lo dejaba hablar y lo escuchaba con mucha atención, sin interrumpirlo. Le preguntaba por sus padres, por sus estudios y por su lucha interior de la última semana. Al final hablaba él, para darle los consejos oportunos.

      Pedro no entendía muy bien todo lo que esto suponía, porque no estaba al corriente de los ordenamientos canónicos vigentes acerca de la reserva eucarística. Pero le parecía que el obispo podía haber dado antes aquel permiso, pues le constaba cómo se vivía la fe en DYA y veía en el Padre un sacerdote santo, inteligente y piadoso, plenamente merecedor de que se depositara en él esa confianza.

      No expuso al Padre esas consideraciones, pero sí le hizo preguntas propias de quien no está muy al corriente de estas cuestiones: si el Santísimo se quedaba también por las noches en las iglesias y cuánto tiempo podía quedarse solo el Señor, porque había visto que a veces en los templos no había nadie. El sacerdote fue contestando a sus preguntas, dándole una lección de fe y de amor a la Eucaristía, que lo impulsó a tener más devoción a Jesús sacramentado. Varias ideas de aquella conversación las encontraría más adelante en Camino:

      No seas tan ciego o tan atolondrado que dejes de meterte dentro de cada Sagrario cuando divises los muros o torres de las casas del Señor. —Él te espera.

      ¿No te alegra si has descubierto en tu camino habitual por las calles de la urbe ¡otro Sagrario!?

      Humildad de Jesús: en Belén, en Nazaret, en el Calvario... —Pero más humillación y más anonadamiento en la Hostia Santísima: más que en el establo, y que en Nazaret y que en la Cruz. Por eso, ¡qué obligado estoy a amar la Misa! (“Nuestra” Misa, Jesús...).

      Con el tiempo, Pedro fue profundizando en la devoción de san Josemaría a Jesús sacramentado y pudo comprender mejor su inmenso gozo cuando el obispo le concedió aquella autorización. Daba gracias a Dios por esa gran lección, por haberle confiado esa noticia y por haberla vivido tan de cerca: el primer sagrario de un centro del Opus Dei.

      UN ABRIGO MUY ELEGANTE

      Pedro tenía esta virtud, porque se volcaba en una atención activa a los demás. Tendremos ocasión de recordar muchos ejemplos de este rasgo de su personalidad. Por el momento, puede servir como botón de muestra esta anécdota de su juventud que relata