John C. Lennox

¿Ha enterrado la ciencia a Dios?


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irracional. Identificar “explicación racional” con “explicación natural” indica, al menos, un claro prejuicio, e incluso un error de categorización.

      El filósofo Paul Kurtz sostiene igualmente que «lo que es común a la filosofía naturalista es su compromiso con la ciencia. De hecho, el naturalismo podría definirse en sentido amplio como el conjunto de las generalizaciones filosóficas de los métodos y conclusiones de las ciencias»[7].

      Se comprende bien que el enfoque sea atractivo. En primer lugar, porque se hace una distinción clara entre ciencia auténtica y superstición, entre la astronomía y la astrología o entre la química y la alquimia, por ejemplo. También ayuda a evitar recurrir perezosamente al “Dios de las lagunas o vacíos” y a la vista de cualquier fenómeno aparentemente incomprensible atribuirlo a la agencia de Dios.

      No obstante, tiene al menos un inconveniente. Una conexión tan estrecha entre ciencia y naturalismo podría llevar a una situación en la que cualquier dato, fenómeno o interpretación de estos, que no se ajuste fácilmente al modo de pensar naturalista pueda no tomarse en serio, e, incluso, resistirse a ellos enconadamente. Desde luego esto es solo un inconveniente si el naturalismo es falso como filosofía. Si el naturalismo es cierto, entonces nunca habrá (en última instancia) problema alguno, incluso si la explicación naturalista tarda mucho en llegar.

      ¿QUÉ ES ANTERIOR, LA CIENCIA O LA FILOSOFÍA?

      Tal parece ser la opinión de Kurtz, quien define el naturalismo como una filosofía derivada de las ciencias naturales. Es decir, el científico estudia primero el universo y luego formula sus teorías, que han de inscribirse dentro de una filosofía naturalista o materialista.

      Sin embargo, como ya hemos señalado, la imagen de una tabula rasa científica, de una mente totalmente abierta, sin inclinaciones filosóficas previas, dedicada al estudio del mundo natural sin preconcepción alguna, es profundamente errónea. Incluso es posible que lo que sucede es precisamente lo contrario a lo que sugiere Kurtz. Por ejemplo, el inmunólogo George Klein, afirma categóricamente que su ateísmo no se basa en la ciencia, sino que es un compromiso de fe a priori. Comentando una carta en la que uno de sus amigos lo describía como agnóstico, escribe: «No soy agnóstico. Soy ateo. Mi actitud no se basa en la ciencia, sino en la fe (...). La ausencia de un Creador, la inexistencia de Dios es la fe de mi infancia, mi creencia de adulto, inquebrantable y sacrosanta»[8].

      Notemos de paso que Klein, al igual que Dawkins, sostiene que la fe y la ciencia son antagónicas, noción a la que claramente nos opondremos aquí.

      Del mismo modo, en su reseña del último libro de Carl Sagan, el genetista de Harvard Richard Lewontin deja muy claro que sus convicciones materialistas son apriorísticas. No solamente confiesa que su materialismo no deriva de la ciencia, sino que incluso admite que es precisamente su materialismo el que conscientemente determina la naturaleza de lo que concibe como ciencia: «Nuestra disposición a aceptar afirmaciones científicas contrarias al sentido común es la clave para una comprensión de la auténtica contienda entre la ciencia y lo sobrenatural. Nos ponemos del lado de la ciencia a pesar de lo evidentemente absurdo de algunos de sus constructos (...), a pesar de la tolerancia de la comunidad científica a relatos sin claro fundamento, porque tenemos un compromiso (...) con el materialismo. No es que los métodos e instituciones de la ciencia nos obliguen de algún modo a aceptar una explicación material del mundo fenomenológico, sino que, por el contrario, estamos obligados por nuestra adhesión a priori a las causas materiales a crear un sistema de investigación y un conjunto de conceptos que generan explicaciones materiales, no importa lo contradictorias que sean, ni cuán desconcertantes resulten para los no iniciados»[9],[10].

      Es esta una declaración tan sorprendente como honesta, y es todo lo contrario a la postura de Kurtz.

      Lewontin afirma que «lo científico y lo sobrenatural» están en guerra, y sin embargo se contradice a sí mismo al admitir que la ciencia no nos obliga a aceptar el materialismo, lo que prueba que la batalla real no es tanto entre la ciencia y la fe en Dios, sino más bien entre una cosmovisión materialista, o, en general, naturalista, y una sobrenaturalista o teísta. Al fin y al cabo, el confesado compromiso de fe de Lewontin con el materialismo no procede de la ciencia sino de algo totalmente distinto, como queda claro por lo que dice a continuación: «Además, el materialismo es absoluto, porque no se puede permitir meter un pie divino dentro de la puerta».

      No creo que Dawkins se entusiasmara con erradicar este tipo de “fe ciega” en el materialismo, del mismo modo que lo hace para erradicar la fe en Dios, aunque por coherencia debería. Y, en cualquier caso, ¿cuál es la fuerza exacta de la frase “no se puede” en relación a permitir un pie divino a este lado de la puerta? Si, como declara Lewontin, la ciencia no nos obliga a ser materialistas, entonces el “no se puede” claramente no se refiere a la ciencia como incapaz de apuntar en esa dirección, en la de la existencia de un pie divino. Simplemente debe significar que “nosotros los materialistas no podemos permitir un pie divino a este lado de la puerta”. Desde luego, es una tautología decir que “los materialistas no pueden permitir un pie divino a este lado de la puerta”. El materialismo no solo rechaza el pie divino sino, pensándolo bien, también rechaza la puerta. Después de todo, para un materialista no existe “afuera”, pues el “cosmos es todo lo que hay, hubo o habrá”. Pero ese rechazo no tiene nada que ver con la existencia del pie o de la puerta más allá de la mera afirmación sin fundamento de que Lewontin no cree en ninguno de los dos. Después de todo, si un físico deliberadamente diseña una máquina capaz de detectar radiación sólo dentro del espectro visible, entonces, por útil que sea la máquina, sería absurdo que intentara emplearla para negar la existencia, por ejemplo, de los rayos X, que no puede detectar por constitución.

      Evidentemente sería tan falso negar que los científicos materialistas o naturalistas puedan hacer buena ciencia, como negar que puedan hacerla los teístas. No vayamos a perder el sentido de la proporción. Téngase en cuenta que tanto la ciencia elaborada sobre supuestos ateos como la basada en presupuestos teístas conducirá a los mismos resultados[11]. Por ejemplo, al tratar de descubrir en la práctica cómo funciona un organismo, importa poco si uno parte de que está realmente diseñado, o si sólo lo está aparentemente. En este caso la suposición del “naturalismo metodológico” (a veces llamado “ateísmo metodológico”) o la del que podríamos llamar “teísmo metodológico” conducirá esencialmente a los mismos resultados, por la sencilla razón de que el organismo en cuestión está siendo tratado metodológicamente como si en ambos casos estuviera diseñado.

      El peligro de términos como “ateísmo metodológico” o “naturalismo metodológico” es que parecerían prestar apoyo a una visión atea del mundo, y dan la impresión de que el ateísmo estaría relacionado con el éxito de la ciencia, lo que podría no ser así en absoluto. Para entenderlo mejor, basta con imaginar lo que sucedería si el término “teísmo metodológico” se empleara en la literatura en lugar del término “ateísmo metodológico”. Sería derrocado a voces de inmediato, al dar la impresión de que fue el teísmo lo que ha contribuido al éxito de la ciencia.

      Y, sin embargo, asombrosamente, se encuentran científicos de convicciones teístas que insisten en definir la ciencia en términos manifiestamente naturalistas. Por ejemplo, Ernan McMullin escribe: «El naturalismo metodológico no limita el estudio de la naturaleza, simplemente establece qué tipo de estudio califica como ciencia. Si alguien quiere acercarse a la naturaleza de modo distinto, y es claramente posible, el naturalista metodológico no tiene nada que objetar. Los científicos han de proceder así; la metodología de la ciencia impide la tentación de explicar un evento o tipo de evento determinado invocando directamente la acción creativa de Dios»[12].

      Existe una diferencia importante entre Lewontin y McMullin. Mientras que Lewontin no permite que entre un pie divino, McMullin lo admite, pero la ciencia no tiene nada que decir al respecto. Reconoce otros enfoques posibles sobre la naturaleza, pero que no cuentan como ciencia, y no pueden considerarse menos autorizados. Se sugiere aquí que ni la expresión “naturalismo metodológico” ni “teísmo metodológico” son particularmente útiles, y que es mejor evitar ambas.

      Sin embargo, se puede evitar el uso de cierta terminología