Xavier Quinzà Lleó

El misterio en lo cotidiano


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      23 de marzo

      Estoy pensando que, a veces, por nuestra obcecación, no logramos escuchar la palabra ardiente de Jesús en lo íntimo del corazón. Como los dirigentes judíos de su tiempo, nos resulta difícil pensar que, siendo tan cercano, tan humano, pueda venir de Dios... Paradoja hiriente para nosotros: ¿será que, a base de sentirlo tan cotidiano, perdemos de vista su grandeza? ¡Palabras de Vida para siempre!

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      27 de marzo

      En estos días me resuena: «Lo que vieron nuestros ojos, lo que contemplaron, lo que tocaron nuestras manos de la Palabra de Vida». No podemos guardar por más tiempo el secreto, tenemos que hacerlo oír donde aún no ha sido descubierto. Es una alegría y un compromiso: una obligación de transparentar mejor la dulzura de la entrega, el amor que sabe amar, que espera, que sufre... ¿Cómo podremos escribir de nuevo la vida ya vivida?, ¿cómo abrirla a otra visión, a otro derrotero?

      Desde Bolivia, una consideración cuaresmal: Jesús va a la muerte por la falta de fraternidad. Como José, a quien sus propios hermanos tiran a la cisterna –símbolo del sepulcro– y venden por veinte monedas de plata... Su túnica ensangrentada, que muestran a su padre Israel, es una memoria eucarística, anamnesis de quien muere para rehacer la fraternidad desgarrada. La túnica sin costuras de Jesús, que no se desgarra, sino que se echa a suertes, símbolo de una humanidad suturada por la gracia del amor y de la entrega.

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      29 de marzo

      El Gólgota: la afinidad del deseo con la muerte se nos oculta siempre; estas son las dos realidades más separadas de nuestra vida. ¿Es la muerte la tumba irremediable del deseo ilimitado del corazón? ¿O hay alguna posibilidad de experimentar alguna forma de muerte precisamente como ruptura del límite del humano deseo? Esta misma experiencia de amor y de muerte, en la que el deseo ardiente nos sitúa como referencia ineludible, siempre me ha hecho pensar que se nos regala en ella un ensanchamiento radical del alma, una capacidad de percepción del amor y del deseo totalmente nueva. Algo así como la noche oscura de los místicos, que es capaz de unir la más radical ausencia con el más ardiente deseo.

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      1 de abril

      Desde San Salvador, tierra de mártires. Vivir la pasión del Señor no es difícil si se está en contacto con los dolientes. Las palabras, los gestos, la voz y el rostro, los cuerpos maltratados... Lo más difícil es contemplar en ellos la resurrección. La fuerza del Compasivo es aquí un grito de deseo ardiente: «Con gran deseo he deseado celebrar la Pascua con ustedes...». ¡Y así hasta hoy!

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      2 de abril

      Desde el grito gozoso: «¡El Señor está vivo!», ya no existe el fin de la historia, porque siempre habrá un nuevo comienzo. Nuestra tarea y misión consiste en descubrir en cada tiempo lo «nuevo» imprevisto, con todas sus implicaciones, y sacar a la luz toda la fuerza inédita de su novedad. ¡Feliz Pascua!

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      3 de abril

      Meditando en el camino de Emaús: ¿cuál es la razón por la que unos ven y encuentran y otros no? ¿Qué es lo que abre los ojos y el corazón? ¿Qué nos falta a los que permanecemos indiferentes, a los que sabemos indicar el camino, pero no nos movemos? La respuesta es sencilla: la presunción de saberlo todo ya, que vuelve nuestros corazones cerrados e insensibles a la novedad de Dios. ¿No nos conmueve en lo profundo que Dios pueda ser tan «nuevo» que quiera encontrarse con cada uno de nosotros?

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      4 de abril

      La Pascua es saborear una experiencia de gracia. Es un desde dónde se vive y se lee la historia, la propia y la del pueblo. La cuestión es: ¿cómo ha ido surgiendo en nosotros, cómo amaneció la presencia de su favor en nuestra vida? ¿Dentro de qué historia, de qué narración vital? ¿En qué momentos de nuestra vida la hemos gustado? ¿Entre qué nubes? ¿Qué novedad se me ha regalado a mí? Y aún más, ¿qué camino me hace recorrer en adelante? ¡Dios nos transforma dándose a nosotros, no al revés! No nos pide que ya estemos transformados para entregársenos. La gloria-amor de Dios, en esta tierra salvadoreña, me sigue susurrando hoy: «Xavier, ¿en qué mundo vives?».

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      10 de abril

      «No temas, yo soy el primero y el último» (Ap 1,17). El que era en el principio, origen sin origen, el Primero y el Último. Es decir: el dueño del tiempo, porque lo ha vencido, lo ha dominado con el poder en su entrega. Liberarnos del temor es su primera palabra tras volver del abismo de la muerte. El miedo es siempre lugar del pecado, sello de la culpa. Por miedo no nos atrevemos a afrontar la muerte y perecemos. El miedo nos paraliza y nos detiene el flujo de la vida. ¿Cuáles son los miedos que nos atenazan el futuro? El Renacido es el que vive y es capaz de transmitirnos la Vida, la plena, la verdadera, la vida abundante de la que siempre carecemos. ¿Le reconoceremos entre los sepulcros en los que le buscamos?

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      18 de abril

      De cada uno de nosotros se dirá: «¡Este ha nacido allí!», como dice el salmo. Realmente, la Pascua nos devuelve a la inocencia del origen: al lugar del agua que espera pacientemente ser removida y darnos su vida. El camino estéril se hace fecundo y vuelve la alegría: «¡Todas mis fuentes están en ti!». Como el etíope en el camino de Gaza, ahora eunuco por el reinado de Dios...

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      23 de abril

      No podemos sustituir a Dios en nuestras relaciones. Estamos sellados por su aliento, cuidados por su amor providente, alcanzados en el centro de nuestro cuerpo de carne, en la frente del corazón. Él sigue siendo el Primero: prioritario en el don, amasador de nuestra arcilla, hecha y deshecha a su gusto. Pero los que nos dañan, a los que a veces dañamos, son también impronta de la luz de Dios, están viviendo de su chispa vital, amando y respirando de su misma corriente de Vida. ¿Cómo no nos adelantamos a defender sus derechos, cómo no nos desvivimos por su vida frágil?

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      26 de abril

      Amo lo que somos en la luz que nos sorprende en la Pascua. Luz de Luz, Icono que refleja el original, no las copias. Que ilumina y destaca lo que vemos, que nos enseña a ver con otros ojos, porque «se nos abren» para una visión nueva de las cosas. Luz nueva en nuestra mirada, en medio de muchas oscuridades egoístas, resplandor del Amor, que nos hace amar lo que somos y lo que los otros nos regalan... ¡Regalo inmerecido que nos hace suyos!

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      10 de mayo

      El Espíritu es aquel al que se invoca –¡Paráclito!– y se siente atraído por la fragilidad. Solo faltan ocho días para que celebremos una nueva invasión de su Fuerza, de su Dulzura, de su Calidez, de su Luz. Nuestra debilidad, nuestra amargura, nuestra frialdad, nuestra noche, le atraen... Pentecostés en tono íntimo e intenso, sin apenas señales exteriores, pero con la hondura del silencio y el contacto de un pie en la arena de mi corazón... Celebro su Huella y el fervor de su paso. Tanto peso cotidiano me abruma algunas veces (sufrientes, amenazados, desconcertados, ¡no desesperados...!). Su contacto es bálsamo y caricia: brisa, viento suave, susurro en el rostro cansado. Como para Elías en el Horeb. ¡Ven, sí, ven a tu Iglesia!

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      17 de mayo

      Leo algo sobre la invasión y hondura de la experiencia de Pentecostés: «Llegan a ser ellos mismos en profundidad cuando se dejan amar por él entre las sábanas del alma» (mejor las sábanas del mundo, ¿no?).

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