Edmundo Mireles

Tiroteo en Miami


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que probablemente se tratase de dos hombres blancos. Una cajera dijo que al menos uno de ellos era negro, pero no podía explicar por qué así lo creía, aparte de que esa era la impresión que tenía. Los testigos sí estuvieron de acuerdo en que ambos medían alrededor de un metro ochenta y pesaban unos noventa kilos.

      Por pura casualidad, un inspector de aduanas se dirigía al banco para cobrar un cheque cuando se topó con dos individuos que salían del banco con armas de fuego de cañón largo y pasamontañas. En Miami, eso es una pista. Decidió esperar y observar, viendo cómo los atracadores se metían en un Monte Carlo negro con matrícula de Florida ntj-891 y huían a toda velocidad. Con la ayuda del agente de aduanas pudimos dilucidar que el vehículo era sin duda el de Joe Collazo. El atraco en sí había llevado muy poco tiempo —quizás un minuto— y los ladrones solo se llevaron 8.338 dólares en efectivo.

      21 de marzo de 1986

      Evidentemente toda la brigada anti-atracos estaba preocupada por la reciente serie de ataques violentos contra vigilantes de furgones blindados. Por otra parte, había otras maneras de robar vehículos sin tener que matar a sus dueños. Gordon McNeill aprobó un plan para rastrear una «pista de la escopeta» en el caso. Una pista de la escopeta no se centra en nada en particular; simplemente lanzas una gran red y esperas a tener suerte y pescar algo. Y eso es lo que ocurrió el viernes 21 de marzo. Agentes de la brigada anti-atracos junto con otras brigadas se dirigieron al suroeste de la ciudad para buscar vehículos del estilo de una ranchera blanca o de tono claro, o un Monte Carlo negro. El área a peinar era inmensa, quizás de unos quince kilómetros cuadrados del suroeste de Miami. Concentramos nuestras unidades en las zonas donde habían tenido lugar los atracos, con lo que logramos reducir un poco el área de rastreo. Estuvimos ahí fuera de nueve de la mañana hasta la una de la tarde, buscando rancheras de color claro, vehículos negros o cualquier cosa sospechosa. También estábamos en la zona por si había algún atraco.

      Era el tipo de plan lento y metódico que había de contar con muchos agentes, pero uno que podía dar sus frutos en el futuro. Sabía que yo era un tipo a la busca de «gratificación inmediata», como era el caso de la mayor parte de los miembros de la brigada anti-atracos, por lo que era difícil no sentir que estábamos perdiendo el tiempo al ver que los resultados tardaban en llegar. Todos anotamos matrículas de vehículos de decenas de rancheras y vehículos negros. La idea era enviar todas esas matrículas al Departamento de Vehículos de Motor para hacernos con copias de las fotos de los carnets de conducir asociados a los propietarios registrados de dichos vehículos. Una vez nos hiciésemos con las fotos, eliminaríamos las más obvias, como las de mujeres y personas de la tercera edad. Entonces prepararíamos una rueda de identificación, un procedimiento que consiste en exhibir ante un testigo seis y a veces ocho sujetos similares. Teníamos la intención de mostrar una o más ruedas de identificación a Joe Collazo con la esperanza de que identificase a los hombres que le dispararon, o al menos para que redujese la lista de sospechosos hasta que fuese manejable, digamos de unos cinco a diez. Entonces podríamos realizar tareas de vigilancia junto con un trabajo de investigación más profundo de los respectivos historiales de los sospechosos. Con mucha suerte, quizás Collazo identificaría directamente a los pistoleros. Eso sería un verdadero golpe de suerte.

      Quiso la suerte que John Hanlon anotase la matrícula de Florida 538-cuw perteneciente a una ranchera Ford F-150 blanca aparcada frente a los Apartamentos Continental en la esquina entre la calle 104 y la avenida 79 en el suroeste de Miami. Estos apartamentos estaban justo al lado de la tienda Winn Dixie que había sido atracada el 16 de octubre de 1985. El destino tiene un enfermizo sentido del humor. La matrícula de dicho vehículo estaba a nombre de William Russell Matix, pero no había modo de que John lo supiese a esas alturas. Simplemente añadió la matrícula junto con decenas de números apuntados ese día a la lista que permanecía en la mesa de Ben Grogan. Ben envió la lista al Departamento de Vehículos de Motor en Tallahassee para que fuese revisada. Esto se hizo rápidamente, pero no dejaba de ser un proceso que llevaba tiempo. Ben recibió los resultados de esta comprobación la mañana del 11 de abril de 1986, el día del tiroteo. ¿Qué importancia tiene esto? Una copia de la foto de Matix, con su nombre, fecha de nacimiento, dirección y descripción de su ranchera blanca estaba en la mesa de Ben aguardándole en la oficina. Habría visto los resultados de las fotos compiladas, que habría mostrado a Jose Collazo, cuyo Monte Carlo negro había sido robado. No me cabe la menor duda de que Collazo habría identificado la foto de Matix como perteneciente al sujeto que le había disparado en la cara. Dicha circunstancia habría derivado en un plan de detención diferente que, con suerte, hubiera resultado más pacífico. Aunque eso nunca lo sabremos.

      27 de marzo de 1986

      La Brigada c-1 estaba realizando trabajos de vigilancia basados en el chivatazo de una camarera del restaurante Denny’s. Esta le contó a la policía metropolitana del condado de Dade que había oído a dos tipos blancos hablar sobre el atraco de un furgón blindado en la Zona Franca de Miami que pretendían perpetrar al día siguiente. La Zona Franca de Miami es un área cercana al aeropuerto donde las empresas de importación-exportación pueden llevar a cabo «negocios libres de impuestos», siempre y cuando los productos en cuestión abandonen el país. Cuando la camarera llamó a la policía, saltaron todas las alarmas. Había que ponerse manos a la obra. Nos pusimos en contacto con otras agencias policiales junto con las empresas de furgones blindados. Instalamos vigilancia masiva en la Zona Franca. Debíamos tener unos ochenta agentes patrullando la zona. ¿Os imagináis lo que ocurrió? Nada.

      2 de abril de 1986

      Otra red de vigilancia fue establecida cuando una cajera de un banco de Coral Gables observó a un varón blanco comportándose de modo sospechoso al entrar en su sucursal. Dijo a la policía de Coral Gables que parecía estar inspeccionando el lugar. Tenía la impresión de que estaba examinando a los cajeros, las cámaras y las puertas. Uno de los agentes de la Brigada c-1 la entrevistó y le mostró un retrato robot de los tipos que dispararon a un joven y le robaron su Monte Carlo negro un par de semanas atrás. La cajera no estaba del todo segura, pero dijo que uno de los retratos era muy similar al del tipo que estaba en el banco. Esto fue suficiente para poner el banco bajo vigilancia durante un par de mañanas con resultados negativos.

      10 de abril de 1986

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