Edmundo Mireles

Tiroteo en Miami


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que preguntarme.

      3. Un reguero de atracos y asesinatos en Miami

      En mi primer día de trabajo en Miami, el 15 de abril de 1985, Liz me llevó a la zona de la Brigada c-1 de Atracos a Bancos de Miami, donde me presenté ante el supervisor Gordon McNeill. Este me llevó donde se reunían los miembros de la brigada y me presentó a los agentes que entonces estaban ahí. Había quince tipos en la brigada, y yo sería el número dieciséis. La brigada contaba con algunos de los agentes más talentosos y experimentados de la oficina. Era el grupo de agentes más trabajador e implacable que uno podía reunir en una sola habitación. Trabajaban duro y se divertían aún más, realizando misiones peligrosas que podían tornarse mortales en un abrir y cerrar de ojos. Llegaría a respetarles, temerles y quererles como si fuesen hermanos míos.

      Nuestra área de influencia en Miami iba de Fort Pierce al norte, a Key West en el sur, y a Naples al oeste. Durante el año que transcurrió de abril de 1985 a abril de 1986, hubo un atraco a un banco o a una furgoneta blindada cada día en el área de Miami. A veces llegaba a haber hasta cinco atracos en un mismo día. En esa época, la Brigada c-1 estaba investigando a las tres principales bandas «organizadas» dedicadas a este tipo de atracos. Las llamábamos «la banda negra», la «banda cubana» y la «banda desconocida».

      La «banda desconocida» estaba compuesta por dos varones, por lo que eran un dúo, no una banda. Más adelante les identificaríamos como Michael Lee Platt y William Russell Matix, ambos veteranos de guerra que se conocieron cuando eran agentes de policía militares en Fort Campbell, Kentucky. Aunque sospechábamos que la pareja estaba involucrada en el atraco de una furgoneta blindada de Wells Fargo en junio de 1985, hicieron su aparición definitiva como una amenaza permanente en Miami en octubre de 1985. Acabarían por asesinar a dos guardias de seguridad en sendas furgonetas blindadas y a un hombre joven para robarle el vehículo. Durante los siguientes siete meses, estimamos que este dúo fue responsable de quince atracos a bancos y furgonetas blindadas. Dispararon sus armas a furgonetas blindadas y dentro de los bancos en varias ocasiones. Eran despiadados y mortíferos.

      4 de octubre de 1985

      En torno a las 10:00 a. m. del viernes 4 de octubre de 1985, Emilio Briel, de veinticinco años, abandonó su casa junto al río Miami, cerca de la zona del Orange Bowl, y se dirigió a practicar el tiro al blanco en una cantera ubicada en la intersección de Tamiami Trail y la avenida Krome, al sureste de Miami. Briel tenía una carabina del calibre .22 y conducía un Chevy Monte Carlo dorado del año 1977, con matrícula de Florida xqu-175. El Monte Carlo estaba registrado al nombre de su padre, Aureliano Briel, vecino también de Miami.

      Emilio nunca volvió a casa. Su padre fue a la zona a la que creía que Emilio se había dirigido, pero no encontró ni rastro de él. La familia llamó entonces a la policía de Miami y denunció la desaparición. Mientras todo esto estaba ocurriendo, el fbi no tenía idea de quién era Emilio Brier o cuál habría de ser su destino. Este no sería, sin embargo, el final de la historia de Emilio.

      9 de octubre de 1985

      El intento de atraco a una furgoneta blindada Loomis tuvo lugar frente a un restaurante Steak and Ale situado en la zona de Kendall, al sur de Miami. Varias pruebas vincularían luego a Platt y Matix con el referido atraco.

      Al Ortiz, Jerry Dove y yo estábamos en la oficina cuando llegó una llamada del interfono de un «ciento noventa y uno» en 9090 Southwest, en la avenida 97. «Es una caja roja. Disparos realizados». Las furgonetas blindadas de Wells Fargo eran rojas, por lo que las llamábamos «cajas rojas» para no hablar en la radio de una furgoneta blindada de Fargo, o de cualquier otra referencia a un vehículo atracado.

      Éramos los únicos de la brigada porque todos los demás estaban almorzando. Solo teníamos un vehículo, así que entramos todos y nos dirigimos al lugar del crimen. Cuando llegamos ahí, la escena era caótica. Agentes de la policía local habían bloqueado el acceso al párking y la calle, por lo que había un mini atasco de vehículos y una multitud se concentraba en la zona. Clientes del restaurante estaban intentando abandonar el lugar pero no podían porque el cordón policial lo impedía. La escena del crimen se extendía desde el acceso al párking del restaurante hasta unos noventa metros calle abajo donde encontramos una granada sin munición. Mi tarea consistía en entrevistar al guardia que vigilaba la furgoneta, cuya historia era interesante incluso para los estándares de Miami.

      La furgoneta Loomis había llegado al Steak and Ale a las 12:30 a. m. Hacía un día soleado y luminoso, y el párking estaba lleno de vehículos de los clientes del restaurante. El conductor aparcó la furgoneta blindada en la entrada. El vigilante salió del vehículo y se adentró en el restaurante, mientras el conductor recolocaba la furgoneta para poder abandonar el lugar con rapidez una vez volviese su compañero. Después de todo, tenía un horario que cumplir. Unos cinco minutos después, el guardia de seguridad salió del restaurante y fue agredido repentinamente por dos hombres que surgieron de unos arbustos. Llevaban ropa de camuflaje, pasamontañas, cascos militares de color verde, botas verdes y negras al estilo de los soldados en Vietnam, y guantes negros. Los guardias afirmaron que llevaban también chalecos antibalas.

      Uno de los atracadores gritó: «¡No os mováis o disparo!».

      El guardia se volvió y vio a uno de los atracadores apuntándole con un fusil de asalto m-16 ó ar-15 del calibre .223. El otro le apuntaba con lo que su víctima suponía era una pistola del calibre .45. Soltó la bolsa con el dinero y puso las manos en alto. Uno de los atracadores recogió la bolsa y llevó al guardia a la parte trasera de la furgoneta mientras le impelía a «abrir la furgoneta». En ese momento le quitaron su pistola. El guardia les dijo que no podía abrir la furgoneta pues debía ser abierta por el conductor.

      Entonces los ladrones agarraron al guardia del cuello y lo llevaron hasta la ventanilla del conductor, y lo mostraron para que su compañero pudiese verlo. Pusieron el cañón de la pistola en la oreja del guardia para animarle a colaborar y ordenaron al conductor que abriese la puerta. Lo que ocurrió entonces hace que me entren sudores fríos y una risa nerviosa, porque puedo imaginarme en el lugar del guardia de seguridad. El conductor siguió el protocolo estipulado por la empresa para la que trabajaba: arrancó la furgoneta y pidió ayuda por la radio del vehículo.

      El guardia se quedó ahí con el culo al aire, teniendo que lidiar él solo con los dos atracadores, por lo que hizo lo que cualquiera habría hecho en su lugar: empezó a suplicar por su vida, y les dijo que su compañero era un loco estúpido y que debería haber abierto la puerta. Por lo visto, Matix y Platt estaban de acuerdo porque uno de ellos disparó a la parte trasera de la furgoneta en fuga unas catorce o quince veces. Puesto que era un vehículo blindado, las balas no hicieron sino rebotar. El guardia siguió implorándoles y debió de hacer un buen trabajo, pues lo único que hicieron Platt y Matix fue darle un golpe en la cabeza, haciéndole caer al suelo.

      Los atracadores se montaron en un vehículo gris o azul de cuatro puertas con las lunas tintadas que estaba en el párking. Mientras el vehículo salía a toda velocidad hacia el sur por la avenida 97, uno de los ocupantes del vehículo lanzó dos granadas de humo para confundir a potenciales perseguidores. Uno no veía todos los días a gente lanzar granadas de humo por las ventanas de los vehículos en Miami. Pistolas, sí; granadas de humo, no. Un testigo tomó la matrícula del vehículo: matrícula de Florida dmx-388. La identificación pertenecía al vehículo de un técnico sanitario y había sido sustraído en el Mercy Hospital del sur de Miami, el 24 de agosto de 1985.

      La bolsa tomada por los atracadores contenía 2.825 dólares en efectivo, pero luego descubrimos que la furgoneta contaba con 400.000 dólares en efectivo. Este caso permanecería abierto hasta mayo de 1986.

      16 de octubre de 1985

      En torno al mediodía, me encontraba en Fort Lauderdale siguiendo una pista cuando oí una llamada por radio que notificaba el atraco a una furgoneta blindada en el sur de Miami en la que varios disparos habían sido realizados. Di la vuelta de inmediato y conduje por la autopista interestatal a toda velocidad para llegar a la escena del crimen lo antes posible. Me llevó media hora, conduciendo a gran velocidad hasta llegar a la localización. Cuando llegué,